Por Stephen McAndrew


Cuando tenía cinco años, Postman Pat era mi programa de televisión favorito. Así que, cuando me portaba mal, mi castigo incluía perderme el programa. Sufrí, como solo puede hacerlo un niño de cinco años, sabiendo que mis hermanos me miraban mientras me desterraban a mi habitación.

El castigo implica sufrimiento, ya sea grande o pequeño. Los humanos reconocen intuitivamente que está mal infligir sufrimiento a alguien, por lo que se deduce que está mal castigar a alguien. Entonces, ¿por qué un Dos todopoderoso y bueno haría sufrir a alguien castigándole? ¿Por qué Dios enviaría a algunas personas a sufrir en el infierno como castigo?

Responsabilidad y castigo

Para abordar estas cuestiones, consideraremos el libre albedrío y cómo la sociedad premia o castiga las elecciones que la gente hace. En la sociedad humana, generalmente aceptamos que está moralmente justificado castigar el comportamiento criminal. Cuando la sociedad castiga a alguien por cometer un crimen, lo hace responsable de la libre elección que ha hecho. De la misma manera, cuando la sociedad elogia a alguien por hacer una elección encomiable, lo hace responsable de un comportamiento digno de elogio.

Cuando la sociedad castiga a un criminal, está culpando a esa persona apropiadamente por haber elegido libremente cometer el crimen. Nada de esto es para decir que no hay casos en el sistema de justicia penal en los que nos encontramos con que alguien que cometió un acto delictivo no debe ser considerado responsable porque sufre una limitación cognitiva. En estos casos, sostenemos que el individuo no fue responsable del acto ya que no comprendió plenamente sus acciones.

¿Somos humanos o animales?

Sin embargo, el respeto a la libre elección trata a las personas como individuos racionales y capaces de ejercer un juicio moral. Sin embargo, algunos, como el filósofo y activista político Bertrand Russell, han argumentado que no debemos castigar a los criminales, sino tratar sus acciones criminales como síntomas de una enfermedad.1 Estos grupos a menudo abogan por lo que creen que son tratamientos más “compasivos”. Pero un mundo que absuelve a los criminales de la responsabilidad de esos crímenes sería muy problemático. El escritor e intelectual cristiano C. S. Lewis escribió:

Ser “curado” en contra de la voluntad de uno y curado de los estados que no podemos considerar como enfermedad, es ponerse al nivel de aquellos que no han alcanzado todavía la edad de la razón… y de los animales domésticos. Pero ser castigado, aunque sea severamente, porque lo hemos merecido, porque “deberíamos haberlo sabido”, es ser tratado como una persona humana hecha a imagen de Dios.2

Estoy de acuerdo con Lewis. Si no castigamos a la gente por las acciones equivocadas que eligieron hacer, entonces los estamos tratando como animales. Los animales no son moralmente responsables de sus acciones. Si mi perro se alivia en la alfombra, trabajo para entrenar a mi perro a no hacer eso en el futuro. Sin embargo, si una persona comete un delito, no solo la entrenamos para que no lo vuelva hacer. No se les puede entrenar, como a un animal, para que no hagan ciertas cosas, sino que deben elegir libremente no hacerlas en el futuro. No podemos anular su libre albedrío a través del entrenamiento. Y la mayoría de la gente tiene un profundo sentido de que es inapropiado tratar a una persona de la misma manera que trataríamos a un animal.

El filósofo Herbert Morris señaló otros problemas con los tratamientos sin castigo. Argumentó que un mundo que trata a los delincuentes como si sufrieran una enfermedad permitiría la detención preventiva antes de cometer cualquier delito, si se cree que alguien tiene tendencias peligrosas. Escribió:

En el sistema de castigos, como se trata de privaciones, es comprensible que no se impongan hasta que se esté seguro de la culpabilidad. En el sistema terapéutico, al tratar los beneficios, hay menos motivos para abstenerse del tratamiento en una etapa temprana.3

Tampoco permitiría a los delincuentes pagar su deuda con la sociedad. Si no te ganaste un castigo, entonces ¿cómo puedes ganarte el respeto de la sociedad? Morris escribió:

La imposición del castigo prescrito conlleva la implicación… de que uno ha “pagado su deuda” con la sociedad, ya que el castigo es quitarle a la persona algo que comúnmente se reconoce como valioso… Lo que está claro es que las concepciones de “pagar una deuda” o “hacer que se perdone una deuda” o perdonar no tienen cabida en un sistema de terapia.4

Respeto y misericordia

El castigo respeta nuestra libre elección y nos respeta como personas capaces de tomar decisiones morales. Si Dios nos hace responsables de nuestras acciones morales, entonces nos trata como personas racionales que son responsables de nuestras elecciones. Al castigar a los que hacen mal, Dios no está siendo injusto o mezquino, sino que nos trata con respeto. De la misma manera, el sistema de justicia penal, cuando se aplica correctamente, respeta a los delincuentes como personas castigándoles en lugar de tratar sus delitos como algo sobre lo que no tienen control.

La buena noticia es que Dios extiende la misericordia, aunque merecemos un castigo divino debido a nuestras lecciones libres de hacer errores morales. Esto no quiere decir que Dios se toma nuestros errores morales a la ligera y los descarta fácilmente. Más bien, Jesús tomó el castigo que merecíamos al sufrir y morir en nuestro lugar. Su justicia (bondad moral) se nos imputa si elegimos seguirle y obedecerle. Además, como Morris y Lewis señalaron, la misericordia solo tiene sentido si alguien merece ser castigado y el castigo no es llevado a cabo. Lewis escribió: “Si el crimen es solo una enfermedad que necesita cura, no un pecado que merece castigo, no puede ser perdonado. ¿Cómo se puede perdonar a un hombre por tener una erupción o una deformidad?”5 Por lo tanto, para ser misericordioso, Dios debe hacernos responsables, y la misericordia es claramente un ejercicio de un Dios amoroso.6


Referencias:

1. Bertrand Russell, Proposed Roads to Freedom (New York: Henry Holt and Company, 1919), 125.

2. S. Lewis, “The Humanitarian Theory of Punishment,” in God in the Dock: Essays on Theology and Ethics, ed. Walter Hooper (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 2014), 287–301.

3. Herbert Morris, “Persons and Punishment,” The Monist 52, no. 4 (October 1, 1968): 475–501, https://doi.org/10.5840/monist196852436.

4. Herbert Morris, “Persons and Punishment,” 484.

5. Lewis, “Punishment,” 294.

6. Esto no quiere decir que aquellos a los que Dios extiende su misericordia no sufran en la vida, ya que el sufrimiento puede desarrollar el carácter (Romanos 5:5). Más bien, los creyentes en Cristo no sufrirán el castigo eterno que merecen por el pecado.



Traductor: Andrés Vásquez