Cuaderno con todos los textos de la Filosofía Antigua y Medieval
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Texto Política de Aristóteles.
Así el Estado procede siempre de la naturaleza lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se dice que es su naturaleza propia, ya se trate de un hombre, de un caballo o de una familia. Puede añadirse que este destino y este fin de los seres es para los mismos el primero de los bienes, y bastarse a sí mismo es a la vez un fin y una felicidad. De donde se concluye evidentemente que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser naturalmente sociable y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es, ciertamente, o un ser degradado o un ser superior a la especie humana;
Platón El Banquete
-Perfectamente: así, ¿el que es alto desearía ser alto; el que es fuerte, fuerte? -Esto es imposible después de lo que hemos convenido. -Porque no se sabría prescindir de lo que se tiene. -Tienes razón. -Si el que es fuerte, replicó Sócrates, deseara ser fuerte, el que es ágil ser ágil y el que está bien de salud estarlo..., puede ser que alguno se imagine en este caso y otros análogos que los que son fuertes, ágiles y están sanos y poseen todas estas ventajas desean todavía lo que ya poseen. Para que no caigamos en una ilusión semejante es por lo que insisto acerca de esto. Si quieres reflexionar un poco verás que lo que esta gente posee lo posee necesariamente, quiera o no; ¿cómo, pues, lo desearía? Si alguno rico y hallándose perfectamente bien me dijese: Estoy rico y sano y deseo la riqueza y la salud; deseo, por consiguiente, lo que ya tengo, podríamos responderle: Posees riqueza, salud y fuerza; si las deseas es para el porvenir porque ahora, quieras o no, las tienes. Mira, pues, si cuando dices: Deseo una cosa que ahora poseo, ¿no significa esto: Deseo poseer en el porvenir lo que tengo en este momento? ¿No crees que dirá que sí? -Estoy convencido de ello. -Pues bien, continuó Sócrates, ¿no es amar lo que no se está seguro de poseer, lo que no se posee todavía, el desear tenerlo en el porvenir como lo que actualmente se posee? -Sin duda. Entonces, en este caso, como en cualquier otro, quienquiera que desee, desea lo que no está seguro de poseer en aquel momento, lo que no posee, lo que no tiene y lo que le falta. Esto es lo que es desear y amar. -Ciertamente. -Reparemos, añadió Sócrates, en todo lo que acabamos de decir. Primero: que el Amor es amor de alguna cosa, y, en segundo lugar, de una cosa que falta. -Sí, dijo Agatón. -Acuérdate ahora de que, según tú, el Amor es amor. Si quieres te lo recordaré. -Has dicho, me parece, que la concordia se restableció entre los dioses por el amor de lo bello, porque no hay amor de la fealdad. ¿No es esto lo que has dicho? -En efecto, lo he dicho. Y con razón, querido amigo. Y si es así, ¿el Amor es, pues, el amor de la belleza y no de la fealdad? Agatón asintió. Pero ¿no convinimos en que se aman las cosas que nos hacen falta y que no poseemos? -Sí. -Entonces el Amor carece de belleza y no la posee. -Necesariamente. -Pero ¿llamas bello a lo que le falta la belleza y no la posee de ninguna clase? -No. por cierto. -Y si es así, ¿sigues asegurando todavía que el Amor es bello? -Temo mucho no haber comprendido bien lo que dije, respondió Agatón. -Hablas muy cuerdamente, Agatón, pero continúa contestándome ¿Te parece que las cosas buenas son bellas? -Me lo parece. -Si, pues, el Amor carece de belleza y lo bello es inseparable de lo bueno, el Amor carece también de bondad. -Hay que reconocerlo así, porque no hay posibilidad de resistirse a ti, Sócrates. -A la verdad, querido Agatón, es a la que no es posible resistirse, porque resistirse a Sócrates no tiene ninguna dificultad.
https://www.cervantesvirtual.com/portales/pardo_bazan/obra-visor/dialogos-fedon-o-de-la-inmortalidad-del-alma-el-banquete-o-del-amor-gorgias-o-de-la-retorica--0/html/0005c9fc-82b2-11df-acc7-002185ce6064_12.html#I_5_
ÉTICA A NICÓMACO
Libro II. Capítulo IV. Explicación del principio, según el que se hace uno virtuoso ejecutando actos de virtud.
Podría preguntarse qué es lo que entendemos cuando decimos que para ser justo es preciso practicar la virtud, y para ser templado practicar la templanza; porque si se hacen actos justos, actos de templanza, es porque ya es uno justo y templado, lo mismo que si se aplican las reglas de la gramática y de la música, es porque ya es uno gramático o músico anteriormente.
¿Pero no es más exacto decir, que no es así, ni aun respecto de las artes vulgares? ¿No es posible, por ejemplo, hacer una cosa muy correcta en gramática por casualidad o con auxilio extraño o por sugestiones de otro? Pero no será uno verdaderamente gramático, si lo que hace en gramática no lo hace gramaticalmente, es decir, según las leyes de la gramática que sabe y que él mismo posee. Hay además una diferencia, que conviene señalar, entre las virtudes y las artes. Las cosas que producen las artes llevan la perfección que les es propia en sí mismas, y basta por consiguiente que aparezcan de una cierta manera. Pero los actos que producen las virtudes no son justos ni moderados únicamente porque aparezcan de una cierta manera, sino que es preciso además que el que obra se halle en cierta disposición moral en el momento mismo de obrar.