La Castañada, una de las tradiciones más queridas en Cataluña, se celebra la noche del 31 de octubre, víspera de Todos los Santos. Aunque hoy se vive sobre todo como una fiesta familiar y gastronómica, su origen es profundamente cristiano.
Antiguamente, las familias se reunían esa noche para vivir una vigilia de oración por los difuntos. Comenzaban con una sencilla cena de crema de calabaza y, después, rezaban las partes del rosario en familia. Entre cada parte, compartían castañas asadas, boniatos, panellets y vino dulce, que daban calor y fuerza en las frías noches de otoño. En muchos pueblos, los campaneros tocaban durante toda la noche recordando a los fieles difuntos y llamando a la oración.
Con el tiempo, esta tradición se fue transformando, y la influencia de la fiesta anglosajona de Halloween —centrada en lo oscuro y en una visión desesperanzada de la muerte— ha ido difuminando el sentido cristiano de esta vigilia. Pero mientras Halloween exalta el miedo y la muerte, la fe cristiana celebra la vida y la esperanza: recordamos a los que nos han precedido con la certeza de que la comunión de los santos nos une más allá de la muerte.
Que esta Castañada nos ayude a redescubrir el valor de nuestras tradiciones y a vivir con profundidad la solemnidad de Todos los Santos y el mes de noviembre, tiempo de oración confiada por nuestros difuntos. Entre castañas y plegarias, mantengamos viva la esperanza de reencontrarnos un día todos en la casa del Padre.