El estómago está formado por el cardias, fundos, cuerpo, antro y píloro, además del esfínter pilórico que lo comunica con el duodeno.
La histología está formado por una mucosa que varía según las regiones, por debajo está la muscularis mucosa (Lamina de t. muscular), submucosa (capa laxa con numeroso vasos) y capa muscular.
En la mucosa se ven las glándulas con la lámina propia donde se ponen las c. inflamatorias.
La mucosa típica de cuerpo y fundus está formado por fovéolas gástricas rectas, c. mucosecretores, c. parietales (HCl y factor intrínseco) y c. principales (pepsina).
En la del antro hay glándulas que secretan gastrina y neuropéptidos.
Los trastornos del estómago son causa frecuente de enfermedad clínica.
La patología más frecuente es la inflamación y neoplasia.
La luz gástrica es muy ácida (pH es cercano 1) necesario para la digestión.
Esta acidez puede dañar la mucosa, por lo que se desarrollan unos mecanismos de protección:
Fuerzas defensoras: secreción de moco que protege la superficie, bicarbonato en el moco que neutraliza el pH, flujo sanguíneo de la mucosa (todo lo que altere al flujo sanguíneo afecta a la mucosa), transporte de la membrana en la superficie apical, capacidad de regeneración epitelial, elaboración de prostaglandinas (porque protegen la mucosa)
La patogenia se produce cuando se alteran estos mecanismos de protección, destacando la gastritis y úlcera. Las lesiones más frecuentes son producidas por H. pylori, Anti-Inflamatorios No Esteroides (AINE), aspirina, cigarrillos, alcohol, hiperacidez, RGE, isquemia, shock, etc…
FISIOLOGÍA DE ESTÓMAGO Y DUODENO
Las células parietales de los dos tercios proximales (cuerpo) del estómago secretan ácido. El ácido gástrico ayuda a la digestión al crear el pH óptimo para la pepsina y la lipasa gástrica, y al estimular la secreción pancreática de bicarbonato. La secreción de ácido es desencadenada por los alimentos: el pensamiento, el olor o el sabor de los alimentos causan estimulación vagal de las células G secretoras de gastrina del tercio distal (antro) del estómago. La llegada de proteínas al estómago estimula aún más la secreción de gastrina. La gastrina circulante desencadena la liberación de histamina de las células de tipo enterocromafín. La histamina estimula las células parietales a través de sus receptores H2. Las células parietales secretan ácido, y el descenso resultante del pH determina que las células "D" del antro liberen somatostatina, que inhibe la liberación de gastrina (control por retroalimentación negativa).
La secreción ácida está presente desde el nacimiento y alcanza niveles adultos (según el peso) a los 2 años de edad. En pacientes ancianos que presentan gastritis crónica, se observa una declinación de la secreción ácida que, de lo contrario, se mantiene durante toda la vida.
Normalmente, la mucosa gastrointestinal está protegida por varios mecanismos distintos:
La producción mucosa de moco y HCO3 crea un gradiente de pH desde la luz gástrica (pH bajo) a la mucosa (pH neutro). El moco sirve como barrera contra la difusión de ácido y pepsina.
Las células epiteliales eliminan el exceso de iones hidrógeno (H+) a través de sistemas de transporte de membrana y tienen uniones estrechas que impiden la retrodifusión de iones H+.
El flujo sanguíneo de la mucosa elimina el exceso de ácido que ha difundido a través de la capa epitelial.
Se han vinculado varios factores de crecimiento (p. ej., factor de crecimiento epidérmico, factor de crecimiento I similar a la insulina) y prostaglandina con la reparación y el mantenimiento de la integridad de la mucosa.
Los factores que interfieren con estas defensas de la mucosa (en especial, medicamentos antiinflamatorios no esteroideos e infección por Helicobacter pylori) predisponen a gastritis y enfermedad ulcerosa péptica.
Los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, tanto en forma tópica como sistémica, promueven una inflamación de la mucosa y formación de úlceras (en ocasiones, con hemorragia digestiva). Al inhibir la producción de prostaglandinas por bloqueo de la enzima ciclooxigenasa (COX), los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos reducen el flujo sanguíneo gástrico, la secreción de moco y HCO3, y la reparación y división celular. Asimismo, como los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos son ácidos débiles y no están ionizados al pH gástrico, difunden libremente a través de la barrera mucosa hacia las células epiteliales gástricas, donde se liberan iones H+, que provocan daño celular. Dado que la producción gástrica de prostaglandinas implica la isoforma COX‑1, los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos que son inhibidores selectivos de COX‑2 tienen menos efectos adversos gástricos que otros medicamentos antiinflamatorios no esteroideos.
Los fármacos para reducir la acidez están indicados en la úlcera péptica, la enfermedad por reflujo gastroesofágico y en muchas formas de gastritis. Algunos fármacos se utilizan en esquemas para tratar la infección por Helicobacter pylori. Los medicamentos comprenden:
Inhibidores de la bomba de protones
Bloqueantes H2
Antiácidos
Prostaglandinas
El tratamiento a largo plazo con inhibidores de la bomba de protones induce aumento de los niveles de gastrina, que causan hiperplasia de células de tipo enterocromafín. Sin embargo, no hay evidencia de displasia ni transformación maligna en pacientes que reciben este tratamiento. Se han informado carencias de micronutrientes (p. ej., vitamina B12 y magnesio) en un pequeño número de pacientes. El exceso de riesgo absoluto es del 0,3 al 0,4% por paciente y por año. Algunos estudios sugieren que el riesgo de infecciones entéricas como las debidas a Clostridium difficile puede ser mayor en pacientes que reciben terapia a largo plazo, pero otros estudios no apoyan esta observación. El exceso de riesgo absoluto varía desde el 0 al 0,09% por paciente. Los estudios cuidadosamente realizados no han mostrado ningún efecto sobre la salud ósea o el riesgo de demencia, enfermedad de Parkinson, cardiopatía y neumonía.
Con el uso prolongado, la cimetidina tiene efectos antiandrogénicos menores expresados como ginecomastia reversible y, con menor frecuencia, disfunción eréctil. Con todos los bloqueantes H2, se han comunicado alteraciones del sensorio, diarrea, erupción, fiebre medicamentosa, mialgias, trombocitopenia, y bradicardia sinusal e hipotensión después de la administración IV rápida, generalmente en < 1% de los pacientes tratados, pero más a menudo en ancianos.
La cimetidina y en menor grado otros bloqueantes H2 interactúan con el sistema enzimático microsómico P ‑450 y pueden retrasar el metabolismo de otros fármacos eliminados a través de este sistema (p. ej., fenitoína, warfarina, teofilina, diazepam, lidocaína).
Los antiácidos alivian los síntomas, promueven la cicatrización de la úlcera y reducen la recurrencia. Son relativamente económicos, pero deben tomarse de 5 a 7 veces al día. El esquema antiácido óptimo para la cicatrización de la úlcera parece consistir en 15 a 30 mL de líquido o 2 a 4 comprimidos 1 y 3 h después de cada comida y al acostarse. La dosificación diaria total de antiácidos debe aportar de 200 a 400 mEq de capacidad neutralizante. Sin embargo, en el tratamiento de la úlcera péptica, los antiácidos han sido desplazados por el tratamiento de inhibición de la secreción ácida, y sólo se los usa para lograr alivio sintomático a corto plazo.
Por lo general, hay 2 tipos de antiácidos:
Absorbible
No absorbible
Los antiácidos absorbibles (p. ej., bicarbonato de sodio, carbonato de calcio) causan una neutralización rápida y completa, pero pueden provocar alcalosis, y sólo se los debe usar por períodos breves (1-2 días).
Los antiácidos no absorbibles (p. ej., hidróxido de aluminio o magnesio) tienen menos efectos adversos sistémicos, y se los prefiere.
El hidróxido de aluminio es un antiácido relativamente seguro, de uso frecuente. La administración crónica puede inducir, en ocasiones, depleción de fosfato como resultado de la unión del fosfato con el aluminio en el tubo digestivo. El riesgo de depleción de fosfato aumenta en pacientes alcohólicos o desnutridos y en pacientes con patología renal (incluidos aquellos sometidos a hemodiálisis). El hidróxido de aluminio causa estreñimiento.
El hidróxido de magnesio es un antiácido más eficaz que el aluminio, pero puede provocar diarrea. Para limitarla, muchos antiácidos patentados combinan antiácidos de magnesio y aluminio. Como se absorben pequeñas cantidades de magnesio, los preparados de este compuesto deben usarse con precaución en pacientes con patología renal.