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Magia de los Reyes Magos

Los magos o “magusàioi“

Hola amigos y amigas, estamos a las puertas de una de las noches más mágicas del año: la de los reyes magos que, llegados del lejano y misterioso Oriente, llegan para adorar, con sus presentes y su majestuosa bondad, al niño Dios, al hijo del Creador.

Y, en nuestro tiempo, llegan para dar regalos a todos los niños, en una tradición que sobrepasa los límites de la propia Historia de la que proceden.

Al hilo de esta cuestión, hoy os quiero hacer llegar la historia que habla de los Reyes Magos, de su magia.

Una pregunta, sobre las muchas que podemos plantearnos y sobre la que intentaré indagar es: ¿Realmente eran magos los reyes magos?

Sigue leyendo y podrás conocer los pormenores de esta singular epopeya que perdurará sobre la noche de los Tiempos…

El Evangelio según San Mateo

Como muchos de nosotros aprendimos en nuestra niñez, la historia de los Reyes Magos se encuentra escrita en la Biblia, en el Evangelio según San Mateo (2,1-12).

De los cuatro Evangelios existentes, solo el de Mateo es el que se encarga de hablarnos de este pasaje.

El relato nos traslada a los tiempos en que gobernaba Herodes III el Grande. La noticia del nacimiento del Mesías, del Rey de los Judíos, anunciada como estaba en los escritos, trajo hasta Belén de Judea a tres reyes magos que seguían la estela de una brillante estrella; también como estaba escrito; desde el lejano Oriente.

Ni que decir tiene que Herodes vio un peligro para su poder terrenal la llegada del hijo de Dios, de ahí que, cuando tuvo noticia del acontecimiento, precisamente de la voz de los Reyes Magos, tomara la cruel decisión de mandar matar a todos los niños recién nacidos en esas fechas.

Según la tradición no escrita, una estrella se posaría sobre el lugar en el que naciera el hijo de Dios.

Esa es la estrella que siguieron los Reyes, que como Magos, observaban la bóveda celeste buscando la señal.

El problema idiomático y de interpretación

El texto que escribió de San Mateo, estaba escrito en arameo, la lengua que después hablaría Jesús en su vida cotidiana.

Así las cosas, estamos ante un escrito que fue traducido al griego y que fue utilizada por los también Evangelistas: Marcos en primer lugar y, más tarde, por Lucas.

Y, en cualquier caso, escrito mucho tiempo después de que se produjeran los hechos.

Con esto quiero decir que la historia como tal, que solo narró San Mateo, pudo sufrir algunas variaciones, tanto en su traducción como en el devenir del tiempo. Quedando bastantes cabos sueltos sobre la veracidad de muchos hechos que damos por ciertos.

Ni eran tres reyes, ni se les considera como MAGOS

Es así que si releéis ese pasaje de la Biblia de San Mateo que refería anteriormente, os encontraréis con que en ningún momento se habla del nombre de los Reyes:  Melchor, Gaspar y Baltasar.

Ni de que sean ni siquiera «Magos», o magusàioi, palabra de la que proviene.

Tampoco aparece por ningún sitio que alguno de ellos fuese de raza negra, ni de que hubiera un cuarto rey, de nombre Artabán.

Todo esto se ha producido e interpretado dándole forma a lo largo de los siglos, cuando se ha creado la historia con un decorado amigable, quizá para darle algún viso de mayor verosimilitud, o quizá para hallar la lógica allí donde la Magia no alcanza a llegar.

Pero, ¿Quiénes era los magusàioi?

Entonces, ¿quiénes eran esos supuestos Reyes que aparecieron junto al pesebre, para adorar al Hijo de Dios?

En aquellos lejanos tiempos, los magusàioi eran adivinos y astrólogos, de origen caldeo, es decir, situados geográficamente en el área sirio-mesopotámica.

Una zona que siempre ha sufrido, como lo hace en la actualidad, del ímpetu de la guerra y el desencuentro, pero que también era un cruce de caminos y culturas.

En aquellos momentos, el término de «mago» o magusàioi designaba a los ‘charlatanes’ que practicaban algún tipo de magia.

Se designaba de ese modo a todos aquellos que practicaban la antigua ciencia esotérica de los Magû, una tribu que seguía las enseñanzas de Zaratrusta; y que reunía todas aquellas prácticas relacionadas con el arcano conocimiento de la magia, la astrología o las artes adivinatorias que, durante siglos, había atesorado el mundo persa.

Para muchos estudiosos de este apasionante tema, resulta curioso que los primeros que fueran a adorar al Niño Jesús, fuesen «Reyes», y mucho más si los consideramos como «Magos».

Así es, es más que curioso que los primeros paganos (“primitia gentium”), los primeros en adorar y reconocer al Señor fuesen Reyes.

La clave, en la traducción del texto bíblico

La clave de todo esta asunto puede encontrarse en el acierto o desacierto de aquellos que se encargaron de traducir los pasajes de la Biblia al latín, lengua que terminó imponiéndose de forma, digamos si se me permite, como internacional en aquellos momentos.

Fue San Jerónimo, quien en el siglo IV tradujo las Escrituras del hebreo al latín y el primero que designa a aquellos hombres que fueron a adorar al Hijo del Altísimo como MAGOS.

Por desgracia, el trabajo que desarrolló San Jerónimo no se ha encontrado jamás. Es una pena porque desvelaría todas las dudas que aún podemos plantearnos.

Sin embargo, sí que han llegado aquellos textos que fueron traducidos después al griego, que era la lengua que se manejaba en las orillas que baña el Mar Mediterráneo.

Así pues, si los traductores no pusieron demasiada poética a la historia, el relato que conocemos de San Mateo, en su esencia, es certero.

La procedencia de los Reyes Magos

En este sentido, la tradición primero oral, después escrita, cita los nombres de los Reyes que siguieron la Estrella que observaron sin duda en el firmamento.

Sus nombres son: Melchiar, Melchor como ha llegado a nuestros días, Rey de Nubia y de Arabia. Jaspar, Gaspar, Rey de Tharsis y de Egriseula. Y Balthasar, Baltasar, rey de Godolia y de Saba, que por la procedencia geográfica, se asimila a la raza negra.

Oro, Incienso y Mirra, los presentes de los Reyes Magos

También se puede pensar que, producto de las influencias que esta bella historia contienen, se hable de los presentes con que agasajaron los Reyes Magos al recién nacido Dios.

Es sencillo, de esta manera, llegar hasta la que se conocía como “Ruta del Incienso“, un camino comercial que se dibujaba en el mapa desde el Océano Índico, pasando por Arabia, hasta llegar a la cuenca del Mediterráneo.

Oro, incienso y mirra, no son productos elegidos al azar. Conozcamos su significado:

El oro representaba el signo de la realeza, de la divinidad. El incienso venía a simbolizar el sacrificio y, por último, la mirra era representaba la fugacidad de la vida terrena.

Sea como fuere, esta bella Historia, Mágica y Legendaria, nos sigue haciendo sonreír con la sencillez y bondad de la sonrisa de un niño, esa que el tiempo se empeña en borrar.