Ahora llorar es innecesario, sólo nos queda mirar al horizonte. Una libertad asesina rasga en canal los deseos más ocultos, la capacidad de amar se ensancha y devalúa. Andar por calles desconocidas, remotas, expresa un espacio del yo primigenio, saborea la garganta un cúmulo de respuestas, nacientes al pensamiento y a la oscura conciencia.
¡Oh Dios de la gota y la espuma, del creyente niño que todo lo consume! ¡Oh lejano hombre de los pies descalzos, de manos de madera y frente prodigiosa! Seguir amando es fuerza de un tiempo, tan abstracto y sutil como una pisada, esa, abierta en las rotondas del vuelo, donde distancias se acortan en segundos de artificio.
Mirar atrás es una afrenta, un imposible sin pecado, es la nada que no existe, es la mayor de las verdades. Nada en el registro de la memoria, nada en los ojos del destino. Y seguir en espiral, en círculos humanos. Y respetar la naturaleza de las cosas, del aire que mueve el eterno azar, del agua que invita al cantar profundo, del sol que deslumbra los gráciles rostros, de la tierra amarga que llena al estómago.
Anónimo en un viaje