La familia es mucho más que un simple grupo de personas viviendo bajo el mismo techo. Cada familia tiene una estructura propia, pero también un conjunto de esquemas mentales que legitiman y dan sentido a esta organización. Imagina que estos esquemas son como las reglas no escritas que todos siguen para que todo funcione armoniosamente.
Cada familia tiene su propia manera de ver el mundo, y el terapeuta tiene la habilidad de ofrecer una nueva perspectiva. Cualquier cambio en la estructura familiar, como un nuevo miembro o una mudanza, puede alterar su visión del mundo. Y a la inversa, un cambio en la manera de ver el mundo puede modificar la estructura familiar.
Por ejemplo, considera una familia que siempre ha vivido en la misma ciudad y de repente se muda a un nuevo lugar. Esta mudanza no solo cambia su entorno físico, sino también cómo se relacionan entre ellos y con la comunidad. Los hijos pueden experimentar nuevos desafíos en la escuela, los padres pueden enfrentar diferentes demandas laborales, y juntos deben adaptarse a una nueva cultura y formas de interacción social.
Desde pequeños, construimos nuestra realidad en base a lo que nos enseñan nuestros padres y otros adultos importantes en nuestras vidas. La familia es el escenario principal donde aprendemos las reglas sociales y desarrollamos nuestra identidad. El terapeuta puede ayudar a la familia a entender y, si es necesario, redefinir estas reglas y roles.
Por ejemplo, una familia puede tener la creencia de que “los niños deben ser vistos, pero no escuchados”. Esta creencia influye en la manera en que los niños interactúan con los adultos y expresan sus opiniones. Un terapeuta puede trabajar con la familia para explorar los orígenes de esta creencia y cómo afecta la comunicación y el desarrollo emocional de los niños. Al modificar esta creencia, la familia puede fomentar un ambiente más abierto y comunicativo.
La manera en que una familia valida su estructura se asemeja a cómo la sociedad legitima sus instituciones. Según los sociólogos Berger y Luckmann, hay cuatro niveles de legitimación:
Lenguaje: Las palabras y su significado en el contexto familiar son fundamentales. Por ejemplo, cómo una familia usa el término "amor" puede definir sus relaciones internas. Si en una familia “amor” está asociado con “sacrificio”, los miembros pueden sentir que deben renunciar a sus necesidades personales por el bien del grupo.
Esquemas Explicativos: Proverbios, mitos y la historia familiar ayudan a dar sentido a la vida cotidiana. Una familia puede tener una narrativa como “nuestra familia siempre se levanta después de una caída”, lo que les da resiliencia, pero también puede impedirles buscar ayuda externa cuando es necesario.
Teoría Explícita: Conocimientos especializados que enmarcan lo que se considera normal o atípico dentro de la familia. Por ejemplo, si una familia cree firmemente en la disciplina estricta como única forma de crianza, puede resistirse a enfoques más comprensivos y empáticos.
Universo Simbólico: Conexiones entre la familia y el mundo más amplio, integrando diferentes perspectivas y experiencias. Una familia que ve la educación como el único camino al éxito puede poner una presión excesiva en sus hijos para sobresalir académicamente, ignorando otros talentos y habilidades.
Vivimos en sociedades pluralistas donde coexisten múltiples realidades. Esta diversidad puede proporcionar seguridad, pero también puede limitar la curiosidad y el crecimiento personal. El terapeuta familiar tiene la tarea de presentar nuevos universos de posibilidades, ayudando a la familia a cuestionar sus fronteras y explorar más allá de lo conocido.
Por ejemplo, una familia puede tener la convicción de que “la felicidad se encuentra solo en el éxito profesional”. Un terapeuta puede ayudarles a explorar otras fuentes de felicidad, como las relaciones personales, el ocio o el voluntariado, ampliando su perspectiva y permitiendo un mayor bienestar.
Para lograr esto, el terapeuta utiliza diversas técnicas, como constructos cognitivos y paradojas, enfocándose en las fortalezas de la familia. Estas herramientas ayudan a desafiar y transformar las estructuras mentales que mantienen a la familia en ciertos patrones de comportamiento.
Por ejemplo, si una familia está atrapada en un ciclo de discusiones constantes, el terapeuta puede usar una paradoja, sugiriendo que programen un tiempo específico para discutir. Esta técnica puede ayudar a la familia a darse cuenta de la frecuencia y la naturaleza de sus conflictos, y encontrar maneras más constructivas de comunicarse.
La terapia familiar va mucho más allá de abordar problemas evidentes. Se trata de comprender y, si es necesario, reconfigurar la estructura mental y emocional de la familia. Así, no solo se resuelven conflictos, sino que se abren nuevas oportunidades para el crecimiento y la armonía familiar.
La terapia familiar nos muestra que todos somos arquitectos de nuestra realidad familiar. Con el apoyo adecuado, podemos aprender a construir relaciones más saludables y satisfactorias, ampliando nuestros horizontes y encontrando nuevas formas de convivencia y felicidad.
Minuchin, S. y Fishman, C. (2004). Realidades en Técnicas de Terapia Familiar. Buenos Aires: Paidos.