Seminario Reflexivo III
Reflexión: Mi equipaje
A lo largo de mi formación profesional en Educación Preescolar, he tenido la oportunidad de construir un equipaje lleno de experiencias, conocimientos, reflexiones y aprendizajes que ahora me acompañan en mi viaje hacia el futuro como maestra. Este equipaje no es estático; es un conjunto dinámico de herramientas, valores y convicciones que he cultivado a través de cada práctica, cada clase, cada proyecto, cada niño y cada familia con quienes he trabajado. Entre los aprendizajes más importantes que me llevo, destaca el valor de la observación consciente y el compromiso con la investigación continua en el salón. He aprendido que ser maestra no significa solamente impartir contenidos, sino ser investigadora diaria de las necesidades, intereses y fortalezas de mis estudiantes. Mi práctica me enseñó que cada niño es un universo único que merece ser entendido, respetado y guiado de manera individualizada. Aprendí que la flexibilidad, la empatía y la creatividad son cualidades esenciales para atender la diversidad que existe en cada grupo. Las experiencias vividas en el Laboratorio de Infantes y Maternales de la UPRRP, en la Escuela Maternal de la UPRRP y en el Centro de Desarrollo Preescolar del Recinto de Ciencias Médicas han marcado profundamente mi desarrollo como futura educadora. En el Laboratorio de Infantes y Maternales, tuve mi primer acercamiento a la importancia de los primeros años de vida, observando cómo el ambiente, el lenguaje y la interacción diaria son pilares fundamentales en la construcción del aprendizaje temprano. Esta experiencia reforzó en mí la sensibilidad hacia la necesidad de ofrecer un entorno afectivo, seguro y estimulante desde los primeros meses de vida.
En la Escuela Maternal de la UPRRP, trabajé de manera más directa con niños de edad preescolar, planificando e implementando actividades significativas en las áreas de movimiento, arte, exploración sensorial y tecnología. Allí aprendí a diseñar proyectos basados en los intereses de los niños, a observar atentamente sus procesos, y a realizar adaptaciones individualizadas para garantizar la participación activa de todos, como en las experiencias personalizadas que trabajé con Rafael. Este espacio me enseñó la importancia de mantener una práctica reflexiva, crítica y en constante evolución. Finalmente, en el Centro de Desarrollo Preescolar del Recinto de Ciencias Médicas, pude observar y aprender sobre el trabajo interdisciplinario entre educadores y profesionales de la salud. Esta experiencia me abrió los ojos a la importancia de atender no solo el área académica, sino también las necesidades físicas, emocionales y sociales de los niños de forma integral. Aprendí que un educador debe ser un colaborador activo en el bienestar general de sus estudiantes, promoviendo siempre una educación holística que vea al niño como un ser completo. Me siento preparada para ejercer la profesión del magisterio con responsabilidad, amor y pasión. Las prácticas vividas me fortalecieron no solo como futura educadora, sino también como ser humano. He desarrollado habilidades para planificar de manera reflexiva, integrar estrategias innovadoras, adaptar las experiencias educativas y trabajar de manera colaborativa con las familias y la comunidad. Entre mis áreas de fortaleza se encuentran mi capacidad de observación, mi sensibilidad ante las necesidades emocionales de los niños, mi habilidad para diseñar actividades inclusivas y mi compromiso firme con el aprendizaje continuo. Me reconozco como una educadora que escucha, que valora la diversidad y que entiende la importancia del juego, el arte, el movimiento y la exploración como medios esenciales para el aprendizaje infantil.
Sin embargo, también identifico áreas que debo seguir atendiendo. A veces, me exijo demasiado en la búsqueda de la perfección, lo cual puede generar ansiedad frente a los imprevistos del trabajo diario. Para compensarlo, me comprometo a seguir desarrollando habilidades de manejo socioemocional, a confiar más en los procesos, y a participar en espacios de apoyo profesional que nutran mi práctica y fortalezcan mi resiliencia. Mis expectativas y proyecciones son claras: quiero continuar creciendo como educadora comprometida con la equidad, la inclusión y el respeto por cada estudiante. Me visualizo trabajando no solo dentro de un salón de clases, sino también como defensora del derecho a una educación de calidad para todos los niños y niñas de Puerto Rico, especialmente para aquellos en mayor situación de vulnerabilidad. Deseo aportar a la educación de nuestro país promoviendo prácticas pedagógicas innovadoras, sensibles y centradas en el estudiante. Quiero ser parte activa de una transformación educativa que valore el juego, la creatividad, el pensamiento crítico y el bienestar emocional como pilares fundamentales del aprendizaje. Hoy, al mirar todo lo que he vivido y aprendido, me doy cuenta de que mi equipaje está lleno de amor por la educación, de pasión por la enseñanza, de sensibilidad hacia la diversidad humana y de una profunda fe en el poder transformador del maestro. Este es el equipaje que me acompañará siempre, mientras continúo este hermoso viaje de ser educadora: un viaje que apenas comienza, pero para el cual me siento lista y emocionada de recorrer.
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