La educación preescolar es un momento transformador en el desarrollo infantil, donde los pequeños inician su aventura de aprender y crecer. Este proceso no se limita a la adquisición de habilidades básicas, como leer y contar, sino que implica sembrar en los niños las semillas de la curiosidad, la empatía y la autoconfianza. En esta etapa, se establecen las bases que influirán en su trayectoria a lo largo de la vida. Las teorías de destacados educadores como Piaget, Dewey, Vygotsky, Gardner y Bronfenbrenner ofrecen valiosas perspectivas que enriquecen nuestra comprensión de cómo crear un ambiente educativo que fomente tanto el pensamiento crítico como el desarrollo social y emocional. Mi enfoque hacia la educación está influenciado por un conjunto diverso de valores, creencias y experiencias personales. Esta visión integral abarca no solo el crecimiento cognitivo, sino también el bienestar emocional, social y ético de los niños. En la comunidad, es fundamental que la educación preescolar contribuya a la formación de una sociedad que valore la curiosidad, la solidaridad y la ética. La meta es preparar a los niños para que sean ciudadanos activos y responsables.
En mi visión educativa, la capacidad de pensar críticamente y razonar es esencial. Creo firmemente que la escuela debe ser un entorno donde estas habilidades se desarrollen de manera natural desde las primeras etapas de la educación. Sin embargo, reconozco que cada niño tiene un ritmo y un estilo de aprendizaje únicos. Por eso, es importante adaptar nuestras metodologías para estimular sus capacidades intelectuales y emocionales. Los educadores debemos crear espacios que alienten la exploración y la interacción, donde los niños puedan experimentar, hacer preguntas y buscar respuestas de manera activa. Las virtudes éticas son también un componente central en mi enfoque educativo. La escuela debe ser un lugar que fomente el desarrollo de valores como la empatía, el respeto y la responsabilidad. Estos principios deben estar presentes en todas las áreas del currículo y ser practicados diariamente. Es vital cultivar un ambiente donde se reflexione sobre los valores y se promueva un comportamiento positivo desde la infancia.
En cuanto al conocimiento y el currículo, la educación preescolar debe ser un proceso dinámico que permita a los niños descubrir y construir su propio aprendizaje. Esto implica un enfoque interdisciplinario que conecte diferentes áreas del conocimiento y fomente habilidades investigativas. La enseñanza debe ser interactiva, incentivando la participación activa, el diálogo y la experimentación. El papel del maestro es fundamental en este proceso. Los educadores deben ser guías y observadores atentos, adaptándose a las necesidades de cada niño. La relación entre el maestro y el alumno debe estar basada en la confianza, el respeto y la empatía, creando un ambiente inclusivo que valore la diversidad y responda a las necesidades de cada niño y su familia. En resumen, mi filosofía de educación preescolar se basa en la idea de que cada niño es un ser integral y activo, cuyo desarrollo abarca dimensiones cognitivas, emocionales y sociales. Aspiro a crear un entorno educativo enriquecedor que promueva la curiosidad, la creatividad y la colaboración, respetando el proceso único de cada individuo.