Metas Funcionales SMART

El proceso resumido a continuación está orientado a formular estas metas para que cumplan con el formato SMART.


El formato SMART indica 5 características que debe tener un objetivo:

  • S: Específico (Specific), es decir, debe ser clara, para poder saber en qué se enfocan los esfuerzos
  • M: Medible (Measurable), o sea, debe formularse una meta que se pueda observar y medir el progreso o logro de ella.
  • A: Alcanzable (Attainable), esto significa que debe estar dentro de las posibilidades del paciente y del terapeuta el logro del objetivo o meta.
  • R: Relevante (Relevant), o sea, la meta u objetivo debe ser significativa para el paciente, no solo impuesta por el terapeuta, y además ser atingente a la etapa de la rehabilitación del paciente.
  • T: Tener un plazo (Time bound), se debe plantear la meta junto con el plazo para su logro o su reevaluación, y en caso de no alcanzarse esta meta se debe reevaluar el criterio de logro (si es muy exigente), las estrategias de tratamiento (intervenciones, dosificación, indicaciones, progresión) o incluso el diagnóstico.

Paso 1: Especificar la actividad.

Esta actividad debe ser una que el paciente considere significativa, y que puede generar un impacto en su calidad de vida, o que puede contribuir al logro del objetivo general. Puede ser una conducta observable o reportada por el mismo paciente, o la combinación de ambas (por ejemplo, una conducta observable como caminar, acompañada del reporte del paciente con respecto a sus síntomas como el dolor). Esta conducta o actividad debe ser especificada de la manera más clara y explícita posible: “caminar en la casa” en lugar de “movilizarse”.

Paso 2: Especificar el apoyo necesario

Este apoyo se divide en tres tipos.

El primero es referido al apoyo entregado por el entorno o por terceras personas, y puede referirse tanto a un apoyo directo o asistencia física, como la asistencia de un tercero, un apoyo emocional para aumentar la autoconfianza o apoyo cognitivo/estructural como recordatorios.

El segundo es el uso de objetos específicos en el entorno, ya sean objetos diseñados con ese propósito o adaptaciones de objetos ya existentes. Algunos ejemplos incluyen un bastón o silla de ruedas, un cepillo de dientes con un mango adaptado o una rampa o pasamanos.

El tercer tipo es la organización del entorno que puede otorgar un apoyo informativo de manera implícita como consecuencia de su presencia. Esto incluye el uso de listas de chequeo para indicar secuencias de acciones, barreras para impedir el acceso a ciertos lugares o señales e indicadores con orientaciones para la persona.

Paso 3: Cuantificar el rendimiento.

Aunque la opinión y reporte por parte del paciente con respecto a su propio desempeño es importante, no es suficiente para estandarizar y determinar el logro del objetivo. Por esto, siempre que sea posible, se debe cuantificar la actividad en términos de:

  • El tiempo necesario para lograr una cantidad determinada de la actividad.
  • La cantidad de una actividad continua (distancia) o discreta (frecuencia) lograda en un tiempo determinado.

La ejecución de cualquier tarea discreta, es decir con un inicio y un final razonablemente claros, puede ser cronometrada, entregando una cantidad (tiempo) precisa para la medición de la actividad. Por ejemplo, se puede medir cuánto tiempo toma al paciente atar los cordones de su zapato, o caminar una distancia determinada. Por otra parte, una actividad continua como la marcha puede medirse en términos de la distancia recorrida en un tiempo determinado, antes de detenerse por el cansancio, el dolor, u otro motivo. Por último, la cantidad de veces que se repite una tarea en un tiempo determinado (por ejemplo, la cantidad de palabras que puede escribir con un teclado, o la cantidad de platos que se puede lavar en 5 minutos) puede también ser medida. Estas mediciones servirán como indicadores de progreso hacia el logro de la meta funcional y acercamiento al logro del objetivo general.

Paso 4: Especificar el período de tiempo para lograr la condición deseada.

Este paso puede ser el más difícil de completar, ya que son muchas las variables que van a influir en el logro de la tarea en las condiciones deseadas. Sin embargo, es necesario, al menos, plantear un plazo prudente y razonable para la reevaluación del logro. Esto permitirá al kinesiólogo, en conjunto con el paciente, verificar la efectividad del tratamiento, ante lo que se pueden presentar dos escenarios.

Escenario 1: La meta funcional SMART se cumplió en el tiempo especificado para el logro. En este caso es posible progresar con actividades de mayor complejidad o enfocar los esfuerzos terapéuticos en el logro de las metas restantes.

Escenario 2: La meta funcional SMART no se ha cumplido. En este caso es necesario revisar los criterios de logro (pueden ser demasiado exigentes), la viabilidad de la hipótesis que llevó a seleccionar los objetivos específicos (el diagnóstico pudo haber estado errado, o basado en una evaluación incompleta, o en un razonamiento equivocado), la pertinencia de las técnicas (las intervenciones pueden no ser adecuadas para el paciente en particular), la estrategia (la dosificación, frecuencia y tareas podrían no ser adecuadas) (Rothstein 2003). Entonces el objetivo o meta SMART, junto con plasmar el propósito del tratamiento en una actividad significativa para el paciente, se convierte en un elemento para el control de calidad del proceso de manera más global.

(Extraído de Randall, 2000)

Artículo traducido aquí (en preparación)