Hasta este momento se han tratado los objetivos terapéuticos como el propósito de la terapia kinesiológica, relacionados con las estructuras y funciones corporales, actividades y participación del paciente. Entonces, el logro de los objetivos significará un cambio observable, en cualquiera de estos dominios, y que pueden ser atribuibles a la intervención del kinesiólogo.
Entonces, ¿es posible considerar la educación como un objetivo? Desde el punto de vista presentado aquí, con los objetivos como logros del paciente, la respuesta es no. La educación, importantísima en la rehabilitación, es una herramienta más, es una intervención. Quien realiza la educación es el kinesiólogo, y no está expresada como un logro observable en el paciente. Educar al paciente no es un objetivo, de la misma manera que hacer masajes o aplicar ultrasonido no lo son. La masoterapia y el ultrasonido terapéutico son parte del arsenal de herramientas que el kinesiólogo puede seleccionar para llegar al cumplimiento de sus objetivos. La educación es otra de las herramientas o intervenciones a las que el kinesiólogo puede recurrir para cumplir los objetivos. Y es aquí donde es necesario considerar los aspectos conductuales en la terapia, ya que el objetivo de la educación como acción terapéutica es generar un cambio en la conducta del paciente. Y estas conductas sí pueden ser observadas, ya sea por si solas o como parte de una meta funcional.