PRIMER PRINCIPIO FUNDAMENTAL
En cuanto al Yo y a la Fuente de la Vida, los grandes teosofistas, antiguos y modernos, han afirmado que existe un Principio Infinito, que es la causa de todo lo que ha existido y podrá existir jamás. Por consiguiente ese Yo causal, la única verdadera "Deidad", no puede estar ausente de ningún punto del espacio, y somos inseparables de ESO.
Cada uno de nosotros es un rayo inseparable de ese Principio Absoluto. La comprensión de esto, pone de inmediato en orden nuestras mentes: Somos en esencia ESO que es incambiable e incambiante. Detrás de todo lo percibido, lo sabido y lo experimentado, está el invisible YO ÚNICO.
Tras el poder en nosotros de percibir, de conocer y de experimentar, y aparte de todo lo percibido, lo conocido y lo experimentado, está el YO UNO, la conciencia única compartida por todos, el poder de cada ser. Y he aquí la base de toda hermandad; el lazo que unifica tanto lo que está por encima del hombre, como lo que está por debajo del hombre.
SEGUNDO PRINCIPIO FUNDAMENTAL
Al Segundo Principio "La Ley", se le denomina en Teosofía con la palabra KARMA. Karma es la Ley de los ciclos recurrentes en la naturaleza y la tendencia constante a restablecer el equilibrio perturbado. Aplicada a la vida moral del hombre, es la ley de causalidad, de ética, justicia, recompensa y castigo; la causa del nacer y del renacer.
Desde otro punto de vista, es simplemente el efecto que fluye de la causa; acción y reacción; el resultado exacto de todo pensamiento y acto. Es la acción y su resultado, pues la traducción literal de la palabra "Karma" es "Acción".
La Teosofía concibe el Universo como un todo inteligente; por lo tanto, todo impulso en el Universo es una acción que conduce a sus propios resultados. Todos estamos cosechando lo que hemos sembrado individualmente y colectivamente. Nunca actuamos solos, siempre actuamos en conexión con otros seres afectándolos para bien o para mal, e invariablemente recibimos la debida reacción de aquéllo que hemos puesto en movimiento.
Esta ley presenta ante nosotros la idea de Justicia Absoluta, pues cada quien recibe exactamente lo que da... ¡Y con ésto se nos hace visible la esencia misma del libre albedrío!
Indisolublemente conectado con el Karma, hay otro aspecto de la Ley Cíclica: LA REENCARNACIÓN. Esto significa que el ser humano, el pensador, compuesto de alma, mente y espíritu, reencarna en un cuerpo tras otro, de vida en vida sobre la Tierra que es el escenario de su evolución y en donde él debe, según las leyes de su propio ser, completar dicha evolución una vez que ésta ha sido emprendida...
En cada una de estas encarnaciones él es conocido con una personalidad; más a través de toda la eternidad, él es un mismo individuo sientiendo en si mismo una identidad que no depende de nombre, cuerpo o recuerdo. El cuerpo físico es tan sólo la envoltura del hombre, formado de la materia terrestre de los tres reinos inferiores: mineral, vegetal y animal. Esta envoltura se renueva constantemente, así como también se gasta día a día.
El verdadero ser humano es esa entidad invisible que habita el cuerpo y que es la causa de su actual construcción y desarrollo partiendo de formas conscientes inferiores. El cuerpo es solamente el instrumento del hombre interior. Otros aspectos de la naturaleza del ser humano son: lo psíquico, lo mental y lo intuitivo. Cada uno de estos instrumentos está a su vez compuesto de pequeñas "vidas" inteligentes y cuando el ser gobernante se retira de éstos al morir, los "instrumentos" y las "vidas" se separan los unos de los otros, tan sólo para volver a reunirse en un futuro lejano. En esta separación de los instrumentos del ser humano, yace la explicación de las llamadas "manifestaciones espiritistas" que no son más que la acción refleja y automática de esas pequeñas "vidas", las cuáles todavía conservan los impulsos y reflejos psíquicos que durante la vida les imprimió el alma gobernante, que ya ha partido.
La Doctrina de la Reencarnación es la base misma de la Teosofía, pues explica la vida y toda la naturaleza. Es, pues, un aspecto de la evolución, ya que ésta no podría seguir adelante sin que el ser volviera a encarnar.
En tiempos de Jesús la doctrina de la reencarnación fue conocida y aceptada, e incluida en las enseñanzas de los primeros Padres Cristianos. De acuerdo con el panorama que nos presentan el Karma y la Reencarnación, cada uno de nosotros es su propio juez y también su propio verdugo. Cada quien forja el arma de su propio castigo, y cada quien se gana la recompensa de sus buenas acciones.
La Doctrina de la Reencarnación destierra el terror y el dolor que ocasiona la muerte, porque así como el dormir es una liberación del cuerpo, durante lo cual soñamos, la muerte es también un descanso y una liberación, después de lo cual volvemos al mundo y encarnamos en nuevos cuerpos. Volvemos a lo que llamamos existencia despierta y nos encontramos de nuevo con los seres a quienes hemos conocido en vidas pasadas, de manera que las causas que fueron engendradas en su compañía, pueda ahora tener un efecto y ser resueltas de igual manera. Según Schopenhauer, esta doctrina "surge en el ser humano como una convicción natural, siempre que él reflexione libre de prejuicios"
TERCER PRINCIPIO FUNDAMENTAL
La Reencarnación nos conduce a la Doctrina de la Evolución Universal, según la exponen los sabios de la Religión-Sabiduría. el Tercer Principio Fundamental de esta filosofía, señala que todos los seres van evolucionando gradualmente, partiendo de puntos menores de percepción hasta los de más y más individualización; que todos los grandes seres superiores al hombre, han pasado ya por nuestra etapa, que en un universo infinito y con infinitas posibilidades no puede haber jamás interrupción ni final en el proceso de la evolución; que cualquiera que sea el nivel de relativa perfección que se haya alcanzado en una raza, en un planeta o en un sistema solar, siempre habrá nuevas y mayores perspectivas por delante.
Si examinamos la vida y sus probabilidades con toda la inmensa variedad de experiencias de que el hombre es capaz, tiene uno que llegar por fuerza a la conclusión de que una sola existencia no es suficiente para llevar a cabo todo lo que la naturaleza intenta, sin mencionar siquiera todo aquéllo a lo que el ser humano aspira. La escala en la diversidad de experiencias es enorme, cada forma de inteligencia evolucionante en la naturaleza o es humana o ha sido humana o llegará a serlo algún día. Hay además un vasto campo de poderes latentes en el individuo, los cuáles pueden ser desarrollados bajo condiciones apropiadas.
Conocimientos infinitos en cuánto a alcance y variedad, aparecen ante nosotros, aún cuando comprendemos que no tenemos el tiempo suficiente para desarrollarlos hasta la altura de nuestras más elevadas aspiraciones. El afirmar entonces que vivimos sólo una vez, con semejantes posibilidades ante nosotros imposibles de ser logradas, es hacer de la vida y del universo una inmensa y cruel broma.