Existen pocas personas viviendo ahora (1937) que hayan conocido a William Quan Judge, el hombre. Muchos más lo conocen en la confusa retrospectiva de la historia teosófica (no como un conocido camarada o maestro previo, ni siquiera como un personaje histórico de honroso recuerdo) sino como el Espíritu-Discípulo viviente del Movimiento Teosófico que no puede olvidarse en tanto que existan mentes y corazones dispuestos y buscando unirse a Él.
Existió el Sr. Judge transitorio de cuerpo y circunstancias, ahí está también el Judge de la memoria y la imaginación. Pero existe otro -el Judge Real- a quien podemos conocer incluso como H. P. B. lo conoció, como era conocido por Robert Crosbie.
¿Cómo?
Conocer al Sr. Judge no quiere decir dirigir nuestro pensamiento al hombre corpóreo presente, tampoco a una recreación personal de su carácter en nuestra mente a partir de lo que se ha dicho o escrito acerca de él. Todo esto son sueños, no obstante nobles, nacidos de los confines del pensamiento, la voluntad y sentimientos de los otros. El Judge de la aspiración del corazón es Judge, como el Arjuna triunfador que encontrando el camino, el Sendero Secreto, se volvió para señalar el camino a otros hombres. Él es el Judge de gentil bondad, de profunda simplicidad, es el Judge del Bhagavad-Gita, de hace cinco mil años, el de 1875 y el de hoy.
Judge dio al Occidente el magnífico diapasón de la victoria para toda alma humana; él encarnó la Canción Celestial en nuestra Tierra y era para pronunciar UN NUEVO ORDEN DE EDADES para la raza humana. Ese Judge es el Guerrero sobre el sagrado campo de batalla de Kurushetra, quien en su más reciente reencarnación constituyó para la humanidad la visión luminosa del discípulo probado y comprobado: Nuestra Luz en el Sendero.