Lo que la gente sana puede aprender de la gente enferma - Seis lecciones desde el Universo Paralelo de quienes padecemos enfermedades crónicas

(Traducción de la nota “What the Healthy Can Learn from the Sick - Six lessons from the parallel universe of the chronically ill”. Publicada el 06/11/2013 por Toni Bernhard -afectada por Síndrome de Fatiga Crónica-. en el portal Psychology Today. Traducida por Alejandra Guasp, Red EDA, 07/11/2014)

He estado enferma de manera crónica desde que contraje una enfermedad viral en 2001.

Si me recuperara, me llevaría conmigo estas seis duras lecciones aprendidas a la tierra de la gente sana.

1. Menos es más

Yo solía ser una acumuladora. Mi vida estaba llena de cosas: libros y revistas que no leía; CDs; bijouterie; chucherías y baratijas; ropa y todos sus accesorios (zapatos, cinturones, pañuelos). Desde que me enfermé, he aprendido que menos es más. No necesito la mayoría de las cosas que tengo en mi casa. Por eso, si alguien admira algo de lo que tengo, a menos que sea algo realmente especial que yo esté reservando para mis nietos, lo regalo.

Así que… tené cuidado si venís a mi casa, porque si decís que algo te gusta, existe la posibilidad de que se convierta en tuyo. Me encanta poder hacer esto con mis cosas. Tengo menos, pero siento que tengo más, porque tengo la satisfacción de saber que hice feliz a alguien y que algo que una vez fue mío ahora tiene un mejor uso.

Si recuperara mi salud mañana, no cambiaría esta actitud, porque me brinda una nueva sensación de libertad.

2. Rumiar el pasado y preocuparme por el futuro me hace infeliz

No estoy sugiriendo que no podamos aprender del pasado o que planear hábilmente el futuro no valga la pena.

Pero es sabio prestar atención cuando ese tipo de pensamiento se ha vuelto improductivo y solo está agregándole estrés a nuestra vida.

Cuando recién me enfermé, pasaba la mayoría de mis días rememorando esa vida que ya no podía llevar, y preocupándome sobre una vida que no podía predecir con ningún grado de certeza. Esto me abatió.

Entonces, recordé un libro que había leído a comienzos de los ´90: Present Moment, Wonderful Moment ("Momento presente, momento maravilloso") del monje y maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh. En el libro, él decía:

Cuando nos afincamos en el momento presente, podemos ver las bellezas y maravillas que tenemos delante de los ojos - un niño recién nacido, el sol que asciende en el cielo.

Estimulada por estas palabras, empecé a practicar quedarme en el momento presente. Desarrollé un ejercicio que llamo “cortala” (o “dejémoslo ahí”, descripto en mi libro “Cómo estar enfermo”).

Cuando mi mente se estanca en remordimientos sobre lo que ya no puedo hacer, o cuando me descubro a mí misma preocupándome por lo que me depara el futuro, me dijo en forma gentil pero firme “cortala”. Entonces, inmediatamente dirijo mi atención a alguna sensación momentánea. Puede ser algo que veo, o que huelo. Puede ser la sensación física de mi pie en el piso, o mi respiración, entrando y saliendo de mi cuerpo.

Abandonar el estresante tren de pensamientos sobre el pasado o el futuro y relajarme con el momento presente es como eliminar una pesada carga. Y se siente bien.

Quienes están sanos pueden beneficiarse con esta práctica. Probablemente nadie sea capaz de terminar su día sin que su mente lo acose con algún pensamiento estresante sobre el pasado:

“Tendría que haber sido un poco más comunicativa en el almuerzo de ayer, en lugar de solo sentarme allí como una tonta”.

“No tendría que haberme quedado tanto tiempo en la casa de mi amiga la semana pasada; seguramente la abrumé”.

[Notemos que estos pensamientos sobre el pasado contienen autocríticas potenciales (“tendría que” y “no tendría que”). Esto siempre nos hace sentir mal, porque nos hace sentir incompetentes].

Y probablemente nadie sea capaz de terminar su día sin que su mente lo acose con algún pensamiento estresante sobre el futuro:

“Me preocupa que en la reunión de padres de mañana en el colegio, el profesor pueda decir que mi hijo tiene problemas en clase”.

(Recuerdo cuando mi hijo estaba en tercer grado y se había vuelto bastante terco en casa, desafiando casi todo lo que le decíamos. Durante los días previos a la reunión de padres del colegio, pasé mucho tiempo preocupándome por lo que la maestra iría a decir. En la reunión, ella lo describió como un chico genial, por el que ella sentía mucho afecto. Mi esposo y yo nos miramos con cara de “ella piensa que somos los padres de algún otro chico”. Cuando le dijimos medio en broma que parecía que estaba describiendo a algún otro chico y no al que vivía con nosotros, para mi inesperado placer, ella respondió elogiando nuestras habilidades como padres, diciendo que, como lo dejábamos desahogarse en casa, él estaba más preparado para manejarse en otros ambientes! Toda mi preocupación había sido en vano…).

Todos podemos beneficiarnos al tomar conciencia sobre cuándo es tiempo de dejar de lado el análisis del pasado y las preocupaciones por el futuro. La simple práctica de “cortala” puede ayudar. Con ella, podés sentir el alivio que trae vivir en el momento presente, y ver, como dijo Thich Nhat Hanh, las bellezas y maravillas que tenés delante de tus ojos.

3. Apresurarme a juzgar a los demás puede llevar a dolorosos malentendidos

Al maestro zen koreano Seung Sahn le gustaba decirles a sus estudiantes que mantuvieran una “mente-que-no-sabe”, que significaba no aferrarse a la visión y las opiniones de otras personas sobre el mundo. En un artículo de una revista, él dijo:

“Si mantenés una mente que no sabe, tu mente es transparente como el espacio y clara como un espejo”.

Cuando me enfermé, me apresuré a juzgar a aquellos de mis amigos con los que perdí contacto. Asumí que no se preocupaban más por mí.

Resultó ser que una amiga no contactaba conmigo porque también había desarrollado problemas de salud, y otra se sentía terriblemente incómoda con las enfermedades, porque había tenido una experiencia traumática siendo chica, cuando su mamá se enfermó.

Ya sea que tengamos o no buena salud, todos somos expertos en tejer historias estresantes sobre los demás – historias en las cuales les imputamos motivos e intenciones que la mayoría de las veces son infundados.

De hecho, no sabemos lo que pasa en la vida de los demás, a menos que se los preguntemos.

Y aunque sí; puede ser tiempo de abandonar una relación y seguir con tu vida, antes de hacerlo, pensá en preguntarte si no te apresuraste a juzgar sin saber lo que realmente estaba pasando.

4. Prestarle atención a mi cuerpo es de vital importancia

Antes de enfermarme, yo pensaba que mi cuerpo y mi mente estaban separados y desconectados.

A la mayoría de nosotros nos han enseñado a creer que “la mente domina el cuerpo”, como si el cuerpo fuese esclavo de la mente, ejecutando sus indicaciones.

Yo creía eso, y como resultado, ignoraba las señales de mi cuerpo cuando tenía que escucharlas; ya fuera la necesidad de dormir más o de comer bien.

Estar enferma me ha vuelto más consciente de la inseparabilidad del cuerpo y la mente.

Por ejemplo, ahora puedo sentir cómo mi cuerpo siente las emociones y cómo el estrés mental puede exacerbar mis síntomas físicos.

Si recuperara mi salud, me mantendría “comprometida”. Además de escuchar lo que mi cuerpo me dice, me encanta pensar que es un organismo extraordinario. Incluso cuando estoy luchando contra mi enfermedad con toda mi fuerza, mi corazón continúa latiendo, mi sangre sigue circulando, mis pulmones siguen llenándose de oxígeno. Esto es tan impactante para mí, que he decidido escribir un artículo, que tentativamente se llama “El maravilloso cuerpo humano”.

5. Expandir mi pensamiento más allá de mis problemas personales, me ayuda a aceptar la vida que tengo

Yo solía pensar que había sido “elegida” por mi enfermedad; como si el mundo fuera injusto para mí en forma personal. Esto dio lugar al enojo y el resentimiento.

Con el paso de los años, aprendí el valor de ir más allá del pensamiento egocéntrico y de tener una perspectiva más amplia.

Yo no fui elegida: en cada casa del planeta, en cada generación, en cada era a través de la historia, la gente ha tenido problemas inesperados. Expandir mi pensamiento de este modo me permite aceptar la vida COMO ES. En palabras de Joseph Campbell:

“Debemos dejar de lado la vida que hemos planeado, con el fin de aceptar la que nos espera”.

Si recuperara mi salud, guardaría estas palabras, sabiendo que, como le sucede a todo el mundo, mi vida es una mezcla de experiencias placenteras y desagradable, de éxitos y decepciones, de alegrías y tristezas.

6. Ser amable conmigo misma es la mejor medicina

Cuando me enfermé, definitivamente ¡no fui amable conmigo misma! Yo pensaba que mi cuerpo me había traicionado. Pensé que mi mente era débil, porque no tenía el “poder”·para volver a estar sana. Mi crítica interna era a viva voz.

Me tomó varios años, pero finalmente aprendí a tratarme amablemente.

Una vez que comencé a hablarme a mí misma con cuidado y compasión, me di cuenta de lo mucho que me habría ayudado esta auto-charla ANTES de enfermarme.

Durante mis primeros años en la enseñanza, me sentía incómoda en el salón de clases. Me juzgaba a mí misma en forma severa, incluso cuando había trabajado lo más duro que había podido por ser una buena profesora. Me hubiese gustado poder decirme algo así como: “Soy una profesora dedicada, que trabaja muy duro para lograr lo mejor para sus estudiantes”.

Ya sea que esté sano o no, nadie vive su vida sin golpes en el camino.

Cuando las cosas se tornan difíciles, en lugar de culparte por tus dificultades, tratá de verlas como una parte inevitable de la experiencia humana.

Entonces, tomá la mejor de las medicinas: la autocompasión. Eso dará lugar a una sensación sanadora de paz y bienestar, que viene con el hecho de tratarte a vos mismo amablemente, tal y como tratás a un ser querido que necesita apoyo o ayuda.

Espero recobrar mi salud.

Si ese día llega, las lecciones que aprendí de mis años de enfermedad me acompañarán en el mundo de la gente sana.