Productividad

La productividad se refiere al rendimiento que tiene un recurso gramatical. En nuestro caso nos referiremos a la productividad morfológica. Un patrón morfológico es más productivo que otro cuando una palabra de dicho patrón tiene más posibilidades de ser aceptada e incorporarse a la lengua que una palabra del segundo patrón.

Cuando se crea un neologismo a través de una regla muy productiva, no llama la atención y es difícilmente identificado por otros hablantes. Es lo que sucede con las palabras formadas a partir del sufijo -ble: audible, entendible, vivible, escribible, atendible, comprensible, autorizable, congestionable, etc. Si un hablante crea una palabra con este sufijo, a sus interlocutores no les parecerá una palabra muy innovadora. De hecho, lo más probable es que el creador de este neologismo haya actuado inconscientemente y sin intención. Para algunos investigadores, esta característica es un criterio necesario para considerar o clasificar un procedimiento de formación de palabras como muy productivo. Pero los hablantes también son conscientes de la existencia de patrones poco productivos y pueden hacer uso de ellos a voluntad y sacar provecho en una situación de habla. Cuando un neologismo es formado a partir de un esquema improductivo la palabra es más prominente y de inmediato llama la atención de los interlocutores por novedosa e inusual. Por ejemplo, el sufijo poco productivo –ica forma sustantivos con un sentido iterativo y despectivo: acusica, quejica, llorica, faltica, molestica, etc. Esas palabras adquieren relevancia porque los hablantes de inmediato se dan cuenta de que no la han visto o escuchado antes. Estos neologismos pueden tener un valor estilístico y en ciertos contextos ser útiles porque obligan a los interlocutores a detenerse y reflexionar acerca de dicha palabra con lo que se cumple la función de desautomatizar el discurso.