Apellidos - Generalidades

Unas breves consideraciones sobre la formación de los apellidos en el entorno histórico-geográfico.

Es conocido que la fijación del concepto de apellido tal como se conoce en la actualidad (elemento invariable de la determinación de la personalidad legal del individuo en relación con su origen familiar) tiene su comienzo en la obligación que impuso el Concilio de Trento de mantener Libros Sacramentales en todas las Parroquias, con inscripción de Bautismos, Matrimonios y Defunciones. Dada la obligación “de facto” de pertenecer a la Iglesia Católica, las inscripciones suministran una base de datos con valor identificativo a efectos civil y mercantil, hasta la constitución por ley del Registro Civil.

El registro sistemático propició la consolidación del apellido familiar, de modo que fueron desapareciendo las costumbres medievales de elección de apellido de la madre o incluso de la abuela, con la finalidad de honrar la memoria o buscar favoritismos, no muy extraños en las familias principales.

La situación geográfica en el ámbito de la corona castellana se tradujo en una copia de los usos administrativos con notables particularidades en cuanto a origen y evolución del apellido.

Contrariamente al entorno romance, en el que los apellidos tienen origen muy diverso ( geográfico, toponímico, de oficios, de apodos, de detalles físicos, …), en la Euskal Herria occidental atlántica es generalizada, sin grandes excepciones, la identificación del individuo con el nombre de la casa de la que procede, mientras que en el área mediterránea alavesa, de población agrupada con menor identificación de la casa, es la población la que marca el hilo.

Posiblemente este punto explica la mayor presencia del patronímico en el área alavesa, pues refuerza la identidad de la persona, al aclarar además el nombre paterno. La posterior fosilización que sufre, común a todo el entorno administrativo castellano, reduce pero no elimina este plus identificativo. La situación es distinta en la Gipuzkoa occidental, ya que para la época en que se generaliza la información escrita, el patronímico carece de presencia sustancial, apareciendo residualmente en algunas familias. En nuestro ámbito solamente dos familias con origen en Gellao aparecen regularmente como Garcia-Echabe y Lopez de Echabe , mientras otros como Ruiz de Arana, Ruiz de Mazmela, Ochoa de Lacristegui o Fernández de Ocaranza reducen su frecuencia hasta perderse el patronímico.

Un fenómeno habitual en el oriente de Bizkaia, la adición de apellidos, no es muy frecuente en nuestra geografía y en la mayor parte de los casos viene determinado por la unión del apellido de origen con el nombre de la casa a la que se accede por matrimonio. En general acaba por resolverse con la desaparición de uno de ellos, siendo una excepción significativa el caso de Uribe-echebarria, en sus diversas formas de escritura, que se conserva y ha llegado a ser muy abundante.