Selección de Francisco Garzón Céspedes
En PDF anexo el conjunto de su obra teatral hiperbreve:
TEATRO DI-MINUTO PARA ADULTOS
UNA NANA EN EL METRO
PARA REINVENTARSE
Francisco Garzón Céspedes
HOMBRE:
¡Les he cantado una nana! (Acuna la guitarra.) Una de las más hermosas del mundo. He elegido una canción de cuna para que lleguen a casa, la recuerden, los arrulle y duerman mejor. Una nana para que rememoren a su madre y la infancia. (Deja de acunar la guitarra y la utiliza como bastón cambiándola de mano de vez en cuando.) No toco mal, en mi país me gradué de guitarra clásica en el Conservatorio. No canto mal, también me gradué de canto. Todos ustedes me escucharon... (Pausa.) Cuando he pasado la gorra ninguno me ha dado ni un céntimo. ¡Claro que un céntimo, cinco, hubieran sido ofensivos, pero si algunos no podían darme más…! He ido de un extremo al otro del vagón con la gorra y he regresado: ¡Ni un céntimo! El vagón no va vacío: ¡Y ni un céntimo! (Pausa.) No tengo trabajo. No me contratan. No consigo ningún trabajo. Y tocar y cantar es lo que sé hacer bien. (Pausa.) En mi país, antes de la guerra, yo tenía mujer, hijos. No sobrevivieron. Mi mujer era mi amante y mi amiga y mi madre. Cuando no podía dormirme ella me cantaba esta nana. A mi mujer la conocí en el Conservatorio: Una voz de pozo que podía sonar como un manantial. Una voz, la de mi mujer, de fondo de mar que podía sonar como ola ligera y espumeante. Ella les hubiera gustado más, pero he tocado y cantado la nana con… (Pausa.) No voy a contarles como pasaron de los vivos a los muertos mis hijos, mi mujer. No les provocaré pesadillas después de cantarles una nana para que duerman arropados. (Agarra la guitarra como un puntero.) Ayer, uno de mis compañeros, el de la trompeta, me dijo que no tenía para comprarle las medicinas a su hijo de cuatro años. Le di la mitad de lo que había recaudado. No es extraordinario: Es de humanos. Se llama solidaridad. (Pausa.) Puede que estén cansados, soñolientos, y hasta muy hartos o desesperados… ¡Yo apuesto por ustedes! ¡Por su capacidad para reinventarse! ¡Y nos daré una segunda oportunidad: Volveré a tocar y a cantar la nana con la ilusión de la primera vez! ¡Como si fuera la mamá o el papá o el tío de ustedes en la infancia cantándoles para desearles buenas noches! (Comienza a tocar y a cantar.)
MONÓLOGO DEL SIN TECHO
Francisco Garzón Céspedes
HOMBRE:
(Con una moneda en la mano.) ¡Espere! ¡Acaba de tirarme una moneda de dos céntimos! ¡Usted, sí, espere! (Pausa.) ¿Qué ha querido decirme? ¿O qué se ha dicho a sí mismo? Ah, no me vio a mí sino a mi fantasma, y para un fantasma dos céntimos son mucho. (Pausa.) ¿Está asombrado? Al menos escucha… Y más le vale. (Pausa.) Tome conciencia: ¡Me ha dado una moneda de dos céntimos! No es de un céntimo… tampoco es de cinco o de diez. Si me la hubiera dado un niño… Si un niño me hubiera dado dos céntimos yo estaría agradecido. Es más: Estaría conmovido. (Pausa.) Pero los dos céntimos me los ha dado Usted con chaqueta, gafas al aire, reloj de oro con cronómetro… (Pausa.) Ah, no me vio a mí sino a mi sombra, y para una sombra dos céntimos son mucho. ¿Qué sabe Usted de mí para despreciarme? ¡Para insultarme! ¡Dos céntimos! Póngase en mi lugar. ¿Qué hago? ¿Los escupo, los mastico? ¿Los pisoteo, los tiro a su cara? ¿Qué habría hecho Usted? (Pausa.) Ah, no me vio a mí sino a mi destello y para un destello dos céntimos son mucho. ¡No me diga algo! ¡No he terminado! Vaya, está asombrado… ¿Qué le asombra más? ¿Mi vocabulario o mi dignidad? ¡Qué sabe Usted de mí! Qué sabe de quién era, de por qué terminé aquí o elegí terminar aquí… ¡No se lo diré! No lo merece. Las acciones no se borran con palabras. (Pausa.) Ah, no me vio a mí sino a un sin techo más, y para un sin techo dos céntimos son mucho. No vio al ser humano. ¡Siga callado! ¡Y saque la mano del bolsillo! ¡No se le ocurra darme más dinero! Sólo soy fantasma, sombra, destello… sin techo. ¡Me quedo sus dos céntimos! ¡Usted no los merece! Y de todos modos Usted se los lleva en su conciencia. ¿O no se los lleva? ¡Sí! ¡Su conciencia ha ganado dos céntimos! ¡Qué se le reproduzcan! (Gira y se aleja mientras se guarda la moneda.)
NO SÓLO ESTÁN LOCOS LOS HALCONES
TAMBIÉN ENLOQUECEN LAS PALOMAS
Francisco Garzón Céspedes
MUJER:
Ayer cumplimos un mes de mudarnos juntos. (Pausa.) En la mañana, antes de salir hacia la oficina, me pegaste. Brutalmente. Para que no fuera a trabajar. Para que dejara el trabajo. Para que no saliera sola. (Pausa.) Cuando me pegaste por primera vez me sorprendiste como el halcón a la paloma. Una paloma tiende a negarse a sí misma que los halcones existen. (Pausa.) Cumplí tu voluntad. Por teléfono renuncié al trabajo porque tenía que… volar. No comprendían. Colgué. Lo que sí hice fue salir sola. Aletear hasta… Me disfracé a fuerza de maquillaje. (Pausa.) Cuando me pegaste por primera vez no percibiste que habría segunda sólo si yo lo elegía. (Pausa.) Lo elegí. Elegí que me pegaras por segunda vez para que no hubiera primera vez con otra. Ni tercera conmigo. Ahora tú y yo inauguraremos otra primera vez. Yo, la primera en que mutilaré. Tú, la primera en que serás mutilado. No van a ser tus ojos. Ni tus piernas. Ni tu pene. Voy a cortarte tus manos. Las manos que golpean. (Pausa.) Para eso te drogué. Até. Amordacé. Al mediodía compré el hacha. Algo se sorprendió el vendedor. Pero son tiempos de crisis. Le expliqué de la leña… y de las raíces que degeneran y no crecen hacia dentro, bienhechoras; sino destruyen afuera… No añadí: “… destruyen afuera como dinamitan las nubes los halcones al volar…” Quise decirle que el hacha iba a ser como otra ala de una paloma que… No lo hice porque temí me creyera loca. (Pausa.) Te cortaré las manos. Avisaré a la ambulancia. Y me marcharé. Si no logro volar lejos afrontaré lo que haya que afrontar. Todo será mejor que la humillación, el miedo, la amenaza… y la muerte. Una u otra muerte. Ayer supe que me matarías porque yo no me iba a quedar contigo para que volvieras a golpearme. Y tú me considerabas tu propiedad. ¿Puedes aún considerarme tu propiedad? (Pausa.) Me aseguraré de que no te trasplanten las manos que golpean. Son para los perros. Están afuera. Todos estamos hambrientos. La paloma. La justicia. ¡También está hambrienta mi tercera ala! ¡También está hambrienta el hacha!
La actriz argentina Ana María Alvez en "No solo están locos los halcones...":
http://www.youtube.com/watch?v=M3tO-6V0ONc&noredirect=1
SOLILOQUIO DEL DESEO
Francisco Garzón Céspedes
HOMBRE O MUJER:
En voz baja.) ¿Cuál será tu soliloquio interior? ¡Es imposible que no percibas que te deseo! Por más que yo haya disimulado una y otra y otra vez. Deshaciéndome. Reconstruyéndome. Deshaciéndome… Por más efectivas que al menos de inicio hayan sido mis máscaras. Máscara de indiferencia. Máscara de superficialidad. Careta de prepotencia. Han merecido un: ¡Bravo! (Pausa.) Imposible que no percibas cuán ferozmente te deseo por más que nunca hayamos hablado. Cualquiera ya me habría “hecho el favor”. ¡Me lo hubiera hecho! Se habría dicho a sí en plan de depredación: “Ya que tanto insiste le voy a hacer el…” Tú ni eso. Porque finges ignorar que te deseo. Finges ignorar que estoy. Finges ignorar que existo. ¡Creo que hasta finges ignorar que tú existes! (Pausa.) Una piedra. No, las piedras son algo. Algo. Eres una partícula de polvo. ¡No! De polvo, lo que se dice de polvo, con esa actitud, no… Eres una partícula de granito. ¡Una mezquina partícula de granito! ¿Cuál será el discurso de tu soliloquio frente a la energía que desprende mi brutal deseo? (Pausa.) Cualquiera se acercaría y me diría: “Sé que me desea…” y me explicaría por qué no. Y entonces, ah entonces, yo podría recuperar algo de mi dignidad perdida por este celo que ladra escupiendo espuma rabiosa. Te respondería: “¿Qué yo le deseo? Cómo se le ocurre. Me recuerda a alguien de mi familia, alguien a quien quería, alguien que ha muerto…” ¡Y mi respuesta te hundiría en la miseria! Mientras yo me sentiría culpable con cada miembro de mi familia, todos vivos. Y tendría la satisfacción de saber a qué atenerme respecto a ti. Te haría dudar. ¡Qué ibas a dudar de que te deseo! Es evidente que babeo si estás. Y que si te me acercas te agarraría con una mano algo de arriba y con la otra mano algo de abajo. (Pausa.) ¿Cuál es tu maldito soliloquio interior? Aquí me tienes, relativamente cerca, a unos pasos, hablando a solas, como quienes van enloqueciendo… (A toda voz.) Pues bien, te lo voy a gritar: ¡Mierda de la mierda!, ¿cuál es tu maldito soliloquio interior frente a mi deseo?
MÁS INFORMACIÓN EN
artescomo@gmail.com