ÉTICA Y MORAL

ACTIVIDAD INICIAL: ¡“CAMARERO; UNA CAÑA”!1. INTRODUCCIÓN: LA SOCIABILIDAD HUMANA

2. OBJETO DE LA ÉTICA.

2.1. PROBLEMAS MORALES Y PROBLEMAS ÉTICOS.

2.2. DEFINICIÓN DE MORAL Y ÉTICA.

3. ¿MERECE LA PENA SER MORAL?

3.1. TIPOS DE PERSONAS

3.2. EL ANILLO DE GIGES

3.3. EVITAR SER UN IMBÉCIL MORAL

ACTIVIDADES DE APLICACIÓN

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TEMA 1. ÉTICA Y MORAL

Actividad inicial: "¡Camarero; una caña!" (descargar el texto de Guy de Maupassant)

1. INTRODUCCIÓN: LA SOCIABILIDAD HUMANA

Uno de los mayores desafíos de la educación en todos los tiempos es la educación de niños en situación de total o parcial marginalidad. Hoy día, en nuestros países civilizados, siguen apareciendo niños que por su abandono, malos tratos, encarcelamiento o aislamiento, tienen todas las características de los niños salvajes. El interés de expertos, pedagogos, médicos y psicólogos de socializar a estos niños es un fenómeno común en todo el mundo. A partir de la película El niño salvaje de Francois Truffaut podemos entrar en la problemática educativa de los menores abandonados, de la mano del cine, animando a investigar a partir del film sobre los fundamentos históricos de la película, sus protagonistas, y sobre otras situaciones similares.

El ser humano es un animal. Podemos ubicarlo dentro de la clasificación de los tipos de animales y reconocer en él gran cantidad de características compartidas con otros animales que ocupan lugares cercanos a dicha clasificación. Cuando analizamos la conducta de los animales observamos que responden, en general, al medio de una manera prefijada, de acuerdo con sus posibilidades biológicas; son patrones de acción fijos frente a las diversas situaciones en que se pueden encontrar. En cambio, un ser humano puede cambiar con facilidad su reacción ante una situación dada, escogiendo rápida y conscientemente algunas de las respuestas posibles. Es cierto que también en él existen mecanismos de respuestas automáticos parecidos a los de los animales en general (agresividad, acecho, huida…), pero estos toman formas muy diversas, a veces derivadas del grupo humano del que forman parte los individuos, a veces originales, innovadoras y autónomas. En este sentido se dice que el animal está ajustado al medio, reaccionando de forma instintiva a los estímulos del mismo, mientras que el ser humano está abierto al mundo. El hombre, como ser no programado, como ser no terminado, se realiza en un continuo proceso, por medio de actos libres. Su libertad, característica esencial, se amplía en la medida en que sus conocimientos aumentan y le proporcionan nuevos elementos de juicio a la hora de elegir.

Suele definirse al ser humano como “animal racional”, porque lo que nos diferencia del resto de las especies es la inteligencia. Hablamos, pensamos, inventamos, aprendemos y llamamos cultura al conjunto de invenciones producidas por la inteligencia humana. Esto incluye el lenguaje, el arte, las costumbres, las ciencias, la música, pero también la gastronomía, los modos de vida, etc. Constituyen nuestra herencia cultural.

Comenzaremos el tema con un mapa introductorio para explicar la consideración del hombre como un ser natural o biológico, pero también como un ser cultural, por lo que nos constituimos como “personas”. Abordaremos posteriormente las diferencias entre la ética y la moral, y el problema del “valor”.

El hombre es un ser bio-social. Como ser vivo (bio), debe adaptarse al ambiente y está sometido a las leyes biológicas y físicas. Pero como ser social, debe adaptarse a las normas y reglas de su sociedad. Estas normas y códigos han sido muy diferentes según en qué sociedades y en qué momentos se hayan creado. Pero hay algo que permanece y es la necesidad que tenemos de ellas los seres humanos independientemente de la cultura, religión o sociedad en que estemos inmersos. Llamamos socialización al proceso por el cual los individuos se integran en una sociedad, es decir, al proceso por el cual cada individuo aprende las normas, los valores y las representaciones del grupo en el que ha nacido y vive. Este aprendizaje incluye desde la manera de sentarse o de vestirse hasta la forma de hablar, de valorar. Es un proceso permanente que dura toda la vida, aunque resulta mucho más intenso e importante durante los primeros años.

Cuando los seres humanos se incorporan tarde a la sociedad, no consiguen llegar a ser plenamente humanos. Ejemplo de esto son los casos de bebés abandonados que han sobrevivido entre animales y han sido rescatados posteriormente. Su falta de contacto con los adultos, durante los primeros años, imposibilita la plena integración.

2. OBJETO DE LA ÉTICA

2.1. PROBLEMAS MORALES Y PROBLEMAS ÉTICOS.

En las relaciones cotidianas de unos individuos con otros surgen constantemente problemas como estos: ¿Debo cumplir la promesa que hice ayer a mi amigo, a pesar de que hoy me doy cuenta de que su cumplimiento me producirá ciertos perjuicios? Con referencia a los actos criminales cometidos por los nazis en la segunda guerra mundial, ¿los soldados que cumpliendo órdenes militares, los llevaron a cabo, pueden ser condenados moralmente? ¿Debo decir la verdad siempre, o hay ocasiones en que debo mentir? Quien en una guerra sabe que su amigo está colaborando con el enemigo, ¿debe callar, movido por su amistad, o debe denunciarlo como traidor? Si un individuo trata de hacer el bien, y las consecuencias de sus actos son negativas para aquellos a los que se proponía favorecer, ya que les causa más daño que beneficio, ¿debemos considerar que ha obrado correctamente, desde un punto de vista moral, cualesquiera que hayan sido los resultados de su acción?

En todos estos casos se trata de problemas prácticos, es decir, problemas que se plantean en la relaciones efectivas, reales de unos individuos con otros. Se trata, a su vez, de problemas cuya solución no sólo afecta al sujeto que se los plantea, sino también a otra u otras personas que sufrirán las consecuencias de su acción.

En situaciones como las que acabamos de señalar, los individuos se enfrentan a la necesidad de ajustar su conducta a normas que se tienen por más adecuadas o dignas de ser cumplidas. Estas normas son aceptadas íntimamente y reconocidas como obligatorias; de acuerdo con ellas, los individuos comprenden que tienen el deber de actuar en una u otra dirección. En estos casos decimos que el hombre se comporta moralmente, fruto de una decisión reflexiva y los demás juzgan, conforme a normas establecidas, y formulan juicios como estos: “X hizo bien en mentir en aquellas circunstancias”, “Z debió denunciar a su amigo traidor”, etc.

Así pues, tenemos por un lado actos o modos de comportarse los hombres ante ciertos problemas que llamamos morales y, por otro, juicios con los que dichos actos son aprobados o desaprobados moralmente. Pero, a su vez, tanto los actos como los juicios morales presuponen ciertas normas que señalan lo que se debe hacer. Así, por ejemplo, el juicio “Z debió denunciar a su amigo traidor”, presupone la norma “pon los intereses de la patria por encima de la amistad”.

A este comportamiento práctico moral que se da ya en las formas más primitivas de la sociedad, sucede posteriormente, muchos milenios después, la reflexión sobre él. Los hombres no sólo actúan moralmente, sino que también reflexionan sobre ese comportamiento práctico, y lo hacen objeto de su reflexión o de su pensamiento. Se pasa así del plano de la práctica moral al de la teoría moral, o también de la moral efectiva, vivida, a la moral reflexiva. Cuando se da este paso, que coincide con los albores del pensamiento filosófico, estamos ya propiamente en la esfera de los problemas teóricos morales, o éticos.

A diferencia de los problemas prácticos morales, los éticos se caracterizan por su generalidad. Si al individuo concreto se le plantea en la vida real una situación dada, el problema de cómo actuar de manera que su acción pueda ser buena, o sea, valiosa moralmente, tendrá que resolverlo por sí mismo con ayuda de una norma que él reconoce y acepta íntimamente. Será inútil que recurra a la ética con la esperanza de encontrar en ella lo que debe hacer en cada situación concreta. El problema, por tanto, de qué hacer en cada situación concreta es un problema práctico moral, no teórico ético.

En cambio, definir qué es lo bueno es un problema general de carácter teórico que toca resolver al investigador de la moral, es decir, al ético. Cierto es que esta investigación teórica no deja de tener consecuencias prácticas, pues al definirse qué es lo bueno se está señalando un camino general, en el marco del cual los hombres pueden orientar su conducta en diversas situaciones particulares. Sin embargo, no cabe duda de que las respuestas acerca de lo que sea lo bueno varían de una teoría a otra; para unos, lo bueno es el placer, para otros la felicidad o lo útil, el poder, etc.

Pero, junto a este problema central, se plantean también otros problemas éticos fundamentales, como son los de definir los rasgos esenciales del comportamiento moral, a diferencia de otras formas de conducta humana, como el derecho, la religión, la política, etc. El problema de la esencia del acto moral remite a otro problema importante; el de la responsabilidad. Sólo cabe hablar de comportamiento moral, cuando el sujeto que así se comporta es responsable de sus actos, pero esto a su vez entraña el supuesto de que ha podido hacer lo que quería hacer, es decir, que ha podido elegir entre dos o más alternativas, y actuar de acuerdo con la decisión tomada. El problema de la libertad de la voluntad es pues inseparable del de la responsabilidad. Problemas éticos son también el de la obligatoriedad moral, es decir, el de la naturaleza y fundamentos de la conducta moral como conducta debida.

Pero, como hemos dicho, los hombres no sólo realizan determinados actos, sino que además los juzgan o valoran; es decir, formulan juicios de aprobación o desaprobación de ellos, y se someten consciente y libremente a ciertas normas o reglas de acción. Todo esto toma la forma lógica de ciertos enunciados o proposiciones. Aquí se ofrece a la ética un ancho campo de estudio y cuya tarea consiste en estudiar la naturaleza, función y justificación de los juicios morales, es decir, el de examinar si pueden darse razones o argumentos para demostrar la validez de este tipo de juicios, y particularmente de la normas morales.

2.2. DEFINICIÓN DE MORAL Y ÉTICA.

Partiendo del hecho de la moral, es decir, de la existencia de una serie de morales concretas, que se han sucedido históricamente, podemos intentar dar una definición de la moral válida para todas ellas: la moral es un conjunto de normas, aceptadas libre y conscientemente, que regulan la conducta individual y social de los hombres. Ya en esta definición vemos que se habla por un lado de normas y por otro de conducta. O más explícitamente, en la moral encontramos un doble plano; a) el normativo, constituido por las normas o reglas de acción e imperativos que enuncian algo que debe ser; b) el fáctico, o plano de los hechos morales, constituido por ciertos actos humanos que se dan efectivamente, es decir, que son, independientemente de cómo estimemos que debieron ser.

Al plano de lo normativo pertenecen las reglas que postulan determinado tipo de comportamiento: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, “respeta a tus mayores”, “no mientas”, “no te hagas cómplice de alguna injusticia”, etc. Al plano de lo fáctico corresponden siempre acciones concretas; el acto por el que X se muestra solidario con Y, actos de respeto a los padres, la denuncia de una injusticia. Todos estos actos se ajustan a unas determinadas normas morales y por eso afirmamos que cobran un significado moral. Son actos morales positivos, o moralmente valiosos. Consideramos otro tipo de actos: el incumplimiento de una promesa dada, la falta de solidaridad con un compañero, la complicidad con la injusticia, etc. Son actos moralmente negativos porque implican una violación o un incumplimiento de la norma.

Lo normativo se encuentra también en una estrecha relación con lo fáctico, ya que toda norma, al postular algo que se considera debido, apunta a la esfera de los hechos puesto que entraña una exigencia de realización. Lo normativo postula una conducta que se considera debida, es decir, que debe realizarse, aunque en la realidad efectiva no se cumpla la norma.

Según la base de lo que hemos expuesto, podemos dar una definición más concreta: la moral es un sistema de normas, principios y valores, de acuerdo con el cual se regulan las relaciones mutuas entre los individuos, o entre ellos y la comunidad, de tal manera que dichas normas, que tienen un carácter histórico y social, se acaten libre y conscientemente, por una convicción íntima, y no de un modo mecánico, exterior o impersonal.

De la misma manera que, estando estrechamente vinculados, no se identifican los problemas teóricos morales con los problemas prácticos, tampoco pueden confundirse la ética y la moral. La ética no crea la moral. Aunque es cierto que toda moral efectiva supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la ética la que en una comunidad dada, establece esos principios o normas. La ética se encuentra con una experiencia histórico-social en el terreno de la moral, o sea, con una serie de morales efectivas ya dadas, y partiendo de ellas trata de establecer la esencia del acto moral, su origen, las fuentes de la valoración moral, la naturaleza de los juicios morales, etc.

La ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad. La ética se ocupa de las conductas buenas o malas para la felicidad de las personas y para la justicia de la convivencia. La ética se ocupa de un objeto propio: el sector de la realidad humana que llamamos moral, constituido por un tipo peculiar de hechos o actos humanos. La moral no es ciencia, sino objeto de la ciencia, y en este sentido es estudiada, investigada por ella. La ética no es la moral, y por ello no puede reducirse a un conjunto de normas y prescripciones; su misión es explicar la moral efectiva, y, en este sentido puede influir en la moral misma. Su objeto de estudio lo constituye un tipo de actos humanos; los actos conscientes y voluntarios de los individuos que afectan a otros.

“En cada comunidad, incluso en la tripulación de un barco pirata, hay acciones obligadas y acciones prohibidas, acciones loables y acciones reprobables. Un pirata tiene que mostrar valor en el combate y justicia en el reparto del botín; si no lo hace así, no es un buen pirata. Cuando un hombre pertenece a una comunidad más grande, el alcance de sus obligaciones y prohibiciones se hace más grande; siempre hay un código al cual se ha de ajustar bajo pena de deshonra pública”.

Bertrand Russell, “Sociedad humana: ética y política”

Para José Antonio Marina, el conjunto de las mejores soluciones que ha encontrado la inteligencia humana constituye la ética, que por eso es una moral universal, adecuada a todas las culturas. No es una imposición arbitraria, sino el resultado de un continuado proceso de búsqueda de la justicia y del bien.

3. ¿MERECE LA PENA SER MORAL?

Sólo los humanos somos capaces de escoger nuestra acción y por acción entendemos todo aquello que hacemos de una forma consciente y voluntaria (hacer la digestión, respirar o caer enfermo no son acciones). Desde esta perspectiva, los animales no realizan acciones pues su conducta no es consciente ni voluntaria, sino genéticamente determinada. También los humanos estamos genéticamente determinados, pero hemos llegado, en nuestro proceso evolutivo, a ser capaces de interponer el pensamiento entre el estímulo y la respuesta.

Una acción moral

Acción moral

Se entiende por “acción moral” cualquier acto que haya sido ejecutado obedeciendo a los mandatos de las leyes morales (el estornudar no puede merecer ninguna valoración moral propiamente dicha, salvo que lo hagamos encima de una persona para fastidiarla, con lo cual lo valorable moralmente sería nuestra intención de dañar a esa persona, no el acto de estornudar en sí). Sólo podemos hablar de acciones morales o inmorales cuando cumplan al menos un conjunto de condiciones:

  • Ser una acción que afecte a normas, principios o valores morales.

  • Haber sido realizada con libertad, es decir, haber tenido la oportunidad de elegir entre varias opciones antes de realizar la acción.

  • Que haya sido realizada voluntariamente y siendo consciente de los efectos que iba a producir esa acción. Por ejemplo, si yo realizo un acto, y sin que yo lo sepa, ese acto causa trastornos graves a una persona, no puedo ser considerado responsable moral del daño causado involuntariamente.

  • Las intenciones o fines con los que yo he llevado a cabo esa acción, puesto que puede darse el caso de realizar un acto bueno en sí mismo aunque las intenciones que motivaron ese acto fueran inmorales (por ejemplo, alguien que ayuda económicamente a una familia pobre, aunque lo hace con la secreta intención de obtener favores sexuales). O la inversa, provocar un daño aunque mis intenciones eran buenas.

En las acciones humanas confluyen elementos como motivos, intenciones y fines, resultados y consecuencias; todos queremos que nuestras acciones tengan sentido y que éste sea comprensible por quienes nos rodean. Por todo eso, nos es preciso justificar o “hacer justa” nuestra elección

3.1. Tipos de personas

Según como asumamos nuestra posibilidad de escoger y justificar nuestras acciones podemos hablar de diferentes tipos de personas.

I. Personas morales. Personas que se plantean problemas morales, que quieren justificar su comportamiento, razonando su decisión y actuación.

II. Personas inmorales. Personas que reconociendo las normas y los valores de su sociedad, los infringen y viven de espaldas a ellos, poniendo el propio interés por delante de todo. Sólo respetan las normas si de eso se desprende un beneficio. Para los inmorales es imprescindible que los demás sí respeten las normas, de lo contrario tendrían que replantear la situación.

III. Personas amorales. Personas que no aceptan la necesidad de justificar su comportamiento, indiferentes a cualquier cuestión moral e incapaces de preocupación moral por las otras. Todo vale mientras se obtengan buenos resultados, especialmente económicos.

IV. Personas desmoralizadas. Personas que habían aprendido y asumido pautas morales pero que ahora, por factores como falta de coraje o de resistencia, por desorientación en un mundo cambiante o por simple contagio social, se han devaluado o soterrado sus exigencias. Se ha difuminado el norte que antes guiaba sus vidas.

¿Con cuál de estos tipos de personas querríamos ser identificados? Quizás sea el momento de hacernos otra pregunta: “¿por qué hemos de ser morales si no serlo parece ser que puede comportar ventajas?” Es la misma pregunta que de una forma más concreta ya se formulaba de pequeño el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein: “¿por qué tendría que decir la verdad si me puede ser beneficioso decir una mentira?” En realidad, se trata de una cuestión que todos los filósofos se han planteado.

3.2. El mito de Giges.

Platón cuenta en su diálogo la República la historia de Giges, un hombre que era moral o justo porque no tenía otro remedio, pero que va a ser inmoral o injusto cuando se invierten las circunstancias.

El mito de Giges ilustra el punto de vista según el cual todo el mundo, si puede, es inmoral en beneficio propio. Más aún, si alguien dotado de un poder parecido al de Giges se abstiene de cometer injusticia y de apropiarse los bienes de otros, sería considerado un desgraciado y un tonto, porque nadie es justo voluntariamente: todo el que puede es injusto y la injusticia es más ventajosa que la justicia.

Pero, como podemos sospechar, no es este el punto de vista que defiende Platón. El portavoz de su pensamiento, Sócrates, está convencido que por muchos beneficios que aparentemente se puedan sacar de una actuación injusta, ésta no es respetada ni por su mismo autor. El comportamiento del hombre injusto es insostenible. Avanzado el diálogo, Sócrates afirma que los humanos no podemos sino esconder las acciones injustas; quien las hace, sólo puede vivir disimulando, protegiéndose y temiendo que los otros actúen como él. Vivir así no es un vivir feliz.

Por otra parte, este mito insinúa el modelo de comportamiento del hombre moral; el que actúa con justicia pudiendo actuar injustamente, como si poseyese un anillo. Dejando de lado el mito de Giges, es innegable que una persona puede actuar injustamente y no pasarle aparentemente nada. Es por ello que, independientemente de los móviles religiosos, de las imposiciones por parte de alguna autoridad, de premios o castigos, aún seguimos preguntándonos por qué merece la pena ser una persona moral.

En nuestros mejores momentos, sabemos el tipo de personas que nuestro yo desea ser. No nos importa sólo el tipo de persona que somos sino también el tipo de persona que, como seres racionales y libres, pensamos que estamos llamados o destinados a ser.

3.3 Evitar ser un imbécil.

Uno de los retos que toda persona tiene en la vida es la de evitar ser un imbécil. No imbécil en el sentido psicológico de persona que sufre una patología mental, sino imbécil en un sentido original, de persona físicamente sana pero que necesita un bastón de soporte para ir por la vida. Es sabido que la palabra “imbécil” deriva del latín “baculus”, que significa “bastón”. Así que un imbécil moral es aquella persona que necesita un apoyo exterior a ella misma (como por ejemplo, la opinión de las otras) porque tiene su capacidad crítica o su consciencia desactivadas.

Ser moral implica buscar racionalmente la manera de vivir mejor, de llevar una buena vida junto con los otros seres humanos. Esta exigencia sólo se satisface siendo una persona reflexiva, responsable y libre, lo cual nos aleja de toda imbecilidad moral.

El anillo de Giges

El anillo de Giges

Giges, un pastor que servía al rey de lidia, estaba un día con su rebaño en las montañas cuando se desató una fuerte tormenta. Repentinamente, de un seísmo se abrió un trozo de tierra y se hizo una honda grieta. El pastor, maravillado, bajó por aquella hendidura y entre otras cosas prodigiosas contempló un caballo de bronce vacío, con unas pequeñas puertas. Asomó la cabeza y se encontró con un cadáver de talla superior a la humana. Estaba desnudo y sólo tenía en un dedo un anillo de oro. Giges sacó el anillo y salió de allí. Pasados unos días, asistió, llevando el anillo, al encuentro mensual de los pastores para preparar la notificación al rey del estado de sus rebaños. Sentado entre los otros, hizo girar por azar el anillo encarando su grabado con la palma de la mano.

Acto seguido, sus compañeros se pusieron a hablar de él como un ausente; se había hecho invisible. El pastor, maravillado, se daba cuenta de que cuando el grabado del anillo miraba hacia el interior de la mano, se hacía invisible, y cuando miraba hacia el exterior, volvía a ser visible. Comprobada la eficacia de su anillo, maniobró para ser uno de los mensajeros enviados a palacio para informar al rey. Una vez en palacio, utilizando el poder del anillo, accedió a las habitaciones de la reina y la sedujo. Con la ayuda de ella preparó una trampa al rey, lo asesinó usurpándole la corona.

Ética para Amador

«Hay imbéciles de varios modelos, a elegir:

a) EI que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual, el que vive en un perpetuo bostezo o en siesta permanente, aunque tenga los ojos abiertos y no ronque.

b) el que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajos y dar besos sublimes, todo a la vez.

c) el que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está dictado por la opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa.

d) EI que sabe qué quiere y sabe lo que quiere y, más o menos, sabe por qué lo quiere, pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. A fin de cuentas termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para mañana, a ver si entonces se encuentra más entonado.

e) EI que quiere con fuerza y ferocidad en plan bárbaro, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la buena ida con aquello que va a hacerle polvo.

Todos estos tipos de imbecilidad necesitan bastón, es decir, necesitan apoyarse en os as de fuera, ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias. Siento decir que los imbéciles suelen acabar mal, crea lo que crea la opinión vulgar".

[ ... ]

Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia. ( ... ) ¿En qué consiste esa conciencia que nos curará de la imbecilidad moral? Fundamentalmente en los siguientes rasgos:

a) Saber que no todo da igual porque queremos realmente vivir y además vivir bien, humanamente bien.

b) Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos corresponde a lo que de veras queremos o no.

c) A base de práctica, ir desarrollando el buen gusto moral, de tal modo que haya ciertas cosas que nos repugne espontáneamente hacer (...).

d) Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos libres y por tanto razonablemente responsables de las consecuencias de nuestros actos»,

Fernando SAVATER Ética para Ama