LA PROSTITUCIÓN DE UN TEMPLO DEL TOREO

Miren, el toreo tiene la total y absoluta obligación de distinguirse, de borrarse de esta actualidad, de esta sociedad de cristal putrefacta y extremista en todos los sentidos. Y la tiene porque en su significado y en su magno desarrollo se pone en escena la vida y la muerte con todo lo que ello supone: valores que no destila ningún otro tipo de espectáculo que tenga vida ahora mismo. Pues bien, con Las Ventas, con el templo taurómaco por antonomasia, Plaza 1 y el Centro de Asuntos Taurinos de Madrid que comanda el tan nombrado Miguel Abellán están metiendo a la tauromaquia madrileña en el mismo saco en el que patalean todos los desfases habidos y por haber que se ponen en pantalla telediario sí y telediario también. Y agarrándola por el pescuezo, sin que tenga opción de soltarse.

Entre las muchas preguntas que saltan en mi cabeza destaco una, sólo una y dirigida al señor Abellán: ¿no le duele su plaza? ¿No le duele el edificio con el que transmutó muchas penas en su máxima alegría por aquel sonado 1998 cuando salió a hombros de ella Permítame que le diga que ha traspasado usted sus propios límites. Toda esa liturgia en la que creyó mientras se enfundaba el traje de luces y llegaba al patio de cuadrillas de la Monumental se la ha cargado de un plumazo. Ese respeto del que ha hecho gala tantísimas veces al que está tragando delante de dos puntas con el público más exigente del globo, usted lo ha hecho trizas. Y lo ha hecho trizas porque ha permitido, por ejemplo, que mientras operaban a Román cuando se le iba la vida por treinta centímetros de su muslo allá por el diecinueve, hubiera una terraza atestada de gente bebiendo y bailando. Se lo repito por si no lo ha comprendido usted: mientras operaban a un torero de un tabacazo había un jolgorio con todos los permisos en el mismo edificio, casualmente el más importante de la tauromaquia. El suceso de ayer con las carreritas de jóvenes sedientos de alcohol no fue nada diferente a esto. Fue menos grave de hecho. Lo que ocurre es que fue la gota -enorme- que hizo que el vaso colmara, que se derramara con un caudal de desfachatez que no hay quien le encuentre parangón en la historia.

Y a Plaza 1, al señor Garrido, al creador de todo este esperpento, mencionarle mi asombro. Mi asombro al ver cómo añade más leña al fuego. Fuego creado en corrales por ejemplo, con el 35% de los festejos de este año necesitando un remiendo como el comer. No tiene usted suficiente con el baile continuo que además ve como su personal se ve ahogado por una ola de esos jóvenes que quiere atraer al toreo mediante la fiesta y el discotequeo.

Es lógico que los abonados a Las Ventas vean una usurpación de su lugar de culto, del sitio donde se desarrolla la afición que con tanto respeto y admiración cuidan. Hablamos de Madrid. De la Plaza de toros Monumental de Las Ventas. Donde late el toreo continuamente. Con la que sueñan y tienen pesadillas todos y cada uno de los que sienten la necesidad de pasarse por la barriga al animal más bello del planeta. No le hagan daño. Amenla de verdad. Respeten a sus aficionados. Respeten al torero. Respeten al toro.