ANTE LA CONMEMORACIÓN DE LA TOMA DE GRANADA POR LOS REYES CATÓLICOS EL 2 DE ENERO DE 1492

UNA vez más, en los últimos años, al aproximarse el 2 de enero se producen conatos de ciertas minorías, algún que otro comunicado en prensa, conferencia, recital, etc., planteados con el prioritario objetivo de liquidar la conmemoración de la Toma de Granada por los Reyes Católicos con el argumento de que representa la intolerancia, y, para colmo de dislates, se empeñan en mostrarla como celebración propia del franquismo. Ni lo uno ni lo otro. No se cansan, a pesar de la rotunda repuesta que año tras año le da la ciudadanía granadina a sus tergiversaciones. Sencillamente porque pocas festividades trascendentales son tan populares y están tan profundamente arraigadas en los granadinos como la de la Toma, después de más de 500 años de celebraciones ininterrumpidas, por encima de regímenes y conflictos. Y esto porque tiene rasgos propios, escenas que todos los años se repiten, siempre con algún punto de novedad, y que generan entusiasmo en todas las clases sociales, sencillamente porque despierta el recuerdo de tiempos de grandes sacrificios y enormes logros: Aquí, en Granada, por esta ciudad, entró a raudales el pensamiento europeo a través de las cortes de los Reyes Católicos y su nieto Carlos I; aquí, en la Granada renaciente, se ultimaron los planes que extendieron el Humanismo por el inmenso continente americano que hoy piensa y se expresa en español.

Hay realidades intocables y sin duda una de ellas es la conmemoración del 2 de enero de aquel extraordinario, "admirabilis", 1492. ¿Con qué insolencia se nos puede pedir que olvidemos estos hechos? La Tolerancia que se demanda, hoy es práctica habitual entre nosotros y desde luego no es negociable. Sobre este tema podríamos hablar largo y tendido.

Cuando a la hora establecida de hoy 2 de enero, salga al balcón principal del Ayuntamiento, lleno de orgullo, el concejal encargado de tremolar el glorioso estandarte a los gritos de "Granada, por los ínclitos reyes Don Fernando V de Aragón y Dª. Isabel I de Castilla", provocando la colectiva respuesta de los cientos de granadinos entusiasmados por el recuerdo de un fecundo pasado, que se transmite de generación en generación conmemoraremos, una vez más, la liquidación de un largo período de ocupación de la Península por una cultura ajena a nuestra tradición clásica grecorromana, enriquecida con la aportación judeocristiana, que constituyen la esencia de la Civilización Occidental, y nuestra definitiva incorporación al escenario europeo y de la razón científica y la lógica, que hicieron posibles el Renacimiento, la Ilustración, el Liberalismo y el Marxismo, y las sucesivas revoluciones de toda naturaleza que alumbraron un oasis de prosperidad, en su más amplio sentido, culminada por la irrenunciable declaración de Derechos Humanos, que aseguran libertades y derechos de toda condición para la plena realización del ser humano.

Ante una realidad histórica innegable, cuando cada año se acerca el momento del recuerdo de la rendición de Granada a los Reyes Católicos se suceden los despropósitos y falsedades. Cansados de tanta charlotada los denunciamos porque es ilegítimo interpretar los hechos ocurridos hace cinco siglos con criterios políticos de hoy, y deformarlos para que se ajusten a prejuicios ideológicos actuales: porque los Reyes Católicos no fueron más belicistas que sus contemporáneos, ni remotamente comparables con los sultanes del mundo musulmán, y, finalmente, porque la Historia de Andalucía no se reduce a su pasado islámico ni mucho menos, que seguro no nos habría conducido a un mundo más feliz.

Durante los años del franquismo, en particular hasta finales de los cincuenta del pasado siglo, se vivió una exaltación de la figura de los Reyes Católicos y se decía que la guerra civil había sido el final de la Reconquista. Una mentira estúpida, pero no menos que andar diciendo hoy que el 2 de enero de 1492 fue como el 18 de julio de 1936 o que la conquista fue un genocidio.

Hace algunos años le leí a Antonio Muñoz Molina un artículo sobre esta absurda polémica del que tomo el párrafo que sigue: « Basta ya de embustes, que no son menos dañinos porque pretendan cubrirse con coartadas progresistas, basta ya de modificar el pasado al gusto de una especie de abertzalismo que se aprovecha de la ignorancia en beneficio de un oportunismo político de quinta categoría. Ante la mentira no se debe tener miedo a repetirse porque es una ofensa para las víctimas de los verdaderos genocidios. Pero ya es el colmo comparar un episodio militar y diplomático medieval con un golpe de mano contra una República democrática y una política posterior de terror planificado, con la eficacia de los medios del siglo XX, es un disparate, incluso añadiría que una frivolidad, pero el respeto que me merecen las víctimas me impide usar la expresión adecuada».

Me uno a la petición tan frecuente de que los demagogos del victimismo y el abertzalismo andalusí estudien un poco más de Historia, alguna conclusión extraerían, por ejemplo, cuando al revisar la salida de Granada del rey Boabdil leyeran el respeto con el que lo trataron, como pudo retirarse con sus servidores, más íntimos colaboradores, su hacienda y toda la tristeza que el Romanticismo le adjudicó, y la compararan con la salida del Ayuntamiento del último alcalde republicano José Fernández-Montesinos después de la otra "toma" del 18 de julio de 1936, punto de partida de ese régimen que se empeñan en comparar con aquel estado moderno creado por aquellos irrepetibles soberanos. No se puede establecer un arco de 500 años sobre los mismo hombros ideológicos.

Decía María Zambrano que España es un país que acepta con enorme dificultad su propia historia y la suele entender como sombra, como culpa, y esto en un país cuyos ciudadanos tiene un gran pasado aunque no lo sientan con el entusiasmo que lo viven los países de nuestro entorno europeo. ¡Cuánta vigencia tiene hoy la pregunta que se hacía Lope de Vega en La Dragontea (1598)!:

«¡Oh, patria! cuántos hechos, cuántos nombres,

cuántos sucesos y victorias grandes

Pues que tienes quien haga y quien te obliga,

¿por qué te falta, España, quien lo diga?».