El drama musical y Wagner

Richard Wagner llevó a la perfección a la ópera romántica alemana con la creación del drama musical, en el que desarrolló su concepto de obra de arte total. Fue un maestro del color orquestal, que renovó el lenguaje musical romántico, hasta llegar a la disolución de la tonalidad clásica.

El mismo escribía en lengua alemana sus propios libretos basados en mitología, germana y nórdica, folklore o leyendas medievales .De esta manera se establecía la relación perfecta entre poeta y compositor, redundando en una mejor expresión musical del drama. Para Wagner la función de la música era basicamente la expresión dramática, de ahí que sus únicas composiciones importantes sean óperas y dramas musicales. Siguiendo los ideales de Beethoveen creó un nuevo lenguaje teatral, vinculado a los temas musicales, que sirviera al espectador para seguir el contenido musical y  narrativo del drama.

Entre sus recursos técnicos más destacables están el empleo del Leitmotiv, un motivo musical asociado a algún personaje o idea perteneciente al drama, que aparece de forma recurrente, y la  melodía infinita, que contribuyen a dar unidad y continuidad a la obra.

Wagner llegó al convencimiento de que la base de su teatro musical debía estar en la orquesta y no en la voz. Las exhibiciones virtuosísticas de los cantantes no tenían cabida en su nueva concepción musical; la voz tenía que ser tratada como un instrumento más.

En la primera etapa de su producción, representada por sus óperas Las hadas(1833), La prohibición de amar (1834) y Rienzi se evidencia la influencia de Meyerbeer y de Weber. La vocalidad es aún tributaria de la tradición que la ha precedido, pero progresivamente irá introduciéndose el uso de un largo texto declamado, en detrimento de una linea de canto más explícita.

El holandés errante (también conocido como El buque fantasma, 1843) ya presenta las lineas maestras del desarrollo que seguiría Wagner en sus obras posteriores. La acción tiene lugar en un mar tempestuoso, cobrando gran animación la música en la descripción de la tempestad y en las ideas contrastantes de maldición y salvación. La música en Tannhäuser (1845), al igual que en El holandés errante, evoca los mundos opuestos del pecado y de la santidad, pero con mayor exaltación emocional y con recursos más exuberantes de armonía y color.

Lohengrin es la última obra de Wagner que aún se puede considerar una ópera, y encarna los cambios que profetizan los dramas musicales del siguiente periódo de Wagner. En Lohengrin  la música fluye con mayor continuidad, con huellas menos marcadas de la división en números separados. Los coros se combinan con el canto solístico y con el fondo orquestal, para introducir extensas escenas musicales totalmente unificadas. La técnica de los temas recurrentes sigue desarrollándose y refinándose, mientras la tonalidad va tomando importancia en la organización dramática además de musical.

Figurín de la ópera Rienzi de Wagner.Archivio Storico Ricordi © Ricordi & C. S.r.l. Milano"

   

Durante su exilio en Suiza publicó sus teorías acerca de la ópera en el ensayo Ópera y drama (1851) , y escribió un ciclo de cuatro dramas cuyo título colectivo era El anillo del nibelungo. La música de los dos primeros, El oro del Rin y La walkiria, y parte del tercero, Sigfrido, estaba concluída hacia 1857; el ciclo íntegro se completó con El ocaso de los dioses, en 1874. El primer montaje completo tuvo lugar dos años más tarde en el teatro, construído según especificaciones de Wagner, en Bayreuth. En este periódo además compuso Tristán e Isolda y Los maestros cantores de Nüremberg. Su última obra fue Parsifal (1882).

Ilustración de Brunilda, personaje de la ópera El anillo del nibelungo de Wagner

El ideal que gobierna la forma wagneriana es la unión absoluta de drama y música. A diferencia de la ópera convencional, en la que el libreto sirve principalmente para dar estructura a la música y predomina el canto, Wagner articula sus dramas musicales en torno a ideas dramáticas.

La obra de Wagner, especialmente la tetralogía El anillo del Nibelungo y Tristán e Isolda, marcó todo el género operístico posterior. Su visión de la mitología y del simbolismo no pudo ser imitado con éxito, pero su modelo de ópera, en el que el texto, la escenificación, la acción de los personajes y la música están en perfecta armonía y al servicio de la obra de arte total (Gesamtkunstwerk), tuvo una gran influencia.

Su música, que ejercía un poder arrollador, capaz de suscitar en sus oyentes un estado total de éxtasis, entre sensual y místico, se impuso a finales del siglo XIX. Compositores como Mahler, Bruckner o Schonberg encontraron inspiración en Wagner, e incluso la música compuesta para  películas y musicales se impregnó del espíritu wagneriano.

Imagen del tenor Jean de Reszke como Tristán, 1895