“Caballito de batalla”
Sencillo pero muy eficiente.
Es un recurso invaluable. Ademan sencillo de un solo movimiento. Muy especial.
La frase “El caballito de batalla” se refiere a cuando usamos algo para muchas o variadas ocasiones; o ese algo: objeto, cosa, animal o planta se prefiere sobre otros, para uno o varios usos frecuentes.
Nos da a entender, que “El caballito de batalla” ofrece resistencia o temple al uso habitual o rudo. Supone una comodidad, un complemento o adición y en cierta medida un vínculo entre quien lo utiliza y el recurso. Llega a ser el preferido.
¿Será qué los guerreros en las batallas preferían ciertos ejemplares ecuestres cuya adaptación a la guerra los hacia ser primera opción? ¿o será qué, había caballos entrenados para el trabajo duro o la batalla y con ello fueran un recurso constante y especializado?
En oratoria, al menos para nosotros, nos referimos a un ademan especifico. Es el que nos saca de apuros cuando, sobre todo, aun no estamos muy entrenados en el uso de los ademanes, “Va con todo”, se adapta a cualquier situación. Algunos dicen: es elegante. Puede ser. Pero es muy útil, ¡pruébelo!
Comentar. Los ademanes son un apoyo al hablar, nos pueden ayudar, consciente o inconscientemente, a controlar la intensidad con la que nos expresamos. La rapidez o el énfasis. Son un apoyo que hoy lo recomendable es hacerlos menos. Muchas personas suelen hacer muchos gestos con las manos. Es correcto. Solo habrá que aprender a controlar esos movimientos a voluntad. Sigo.
“El caballito de batalla” … Recomendable para quien se inicia en oratoria, para los jóvenes participantes en los certámenes de oratoria, amén de los jurados; y presentaciones escolares o laborales.
Ese gesto es un movimiento vertical preferentemente con una mano, juntando los dedos índice, medio y pulgar. Haciendo una cucharita con la o las manos, una cazuelita. Puede ser solo una o ambas manos. A una distancia no mayor a 20 cm, separada y por delante de nuestro cuerpo.
Movemos, trasladamos, subimos de abajo hacia arriba y “como” si la dejáramos caer o regresar a su posición inicial, a la altura del ombligo o estómago. Sin mover el codo ni la muñeca.
Hacemos una trayectoria vertical, por el eje central del cuerpo, frente a nosotros, delante nuestro. Puede ser con la palma hacia arriba o poniendo la palma en dirección a nuestro cuerpo. El desplazamiento puede ser rápido, lento, velocidad media; corto, largo.
Pruebe hacerlo como si fuera un martillo: de un solo golpe sin que la mano pase de la cintura ni más alto que los hombros. O con movimientos cortos, del esternón al ombligo como un martinete. Recuerde, separado del cuerpo unos quince, veinte, hasta veinticinco centímetros delante de nuestro cuerpo, en frente.
Suba, baje; cuente uno, respire; dos, respire; en cada respiración suba y baje la mano. Lleve el ritmo. Haga énfasis; suave, fuerte; rápido, lento; de abajo hacia arriba y regrese a su posición. Pruebe con un discurso, un poema, una frase. Ejercite con una serie: una lista de cinco palabras cualquiera. Un movimiento por palabra.
A ver, pruebe esto: la mano con los dedos ya indicados: índice, medio pulgar; haciendo cazuelita con la palma hacia el estómago; a una distancia de cinco a siete centímetros. Ahora imagine el andar de un caballo. Ritmo y velocidad lento. Imite con la boca el sonido de los cascos cuando el brioso corcel cabalga. Siga el ritmo con la mano. Alterne y luego ambos brazos…
Ese es el “El caballito de batalla”
¿Me comenta cómo le fue?
Ahkin Luciano Ceballos
© Ahkin Luciano C. Todos los derechos reservados.
Prohibida su reproducción sin consentimiento del autor.
CdMx. México 2023