Tras media hora de trayecto, llegaron al palacio de los gnomos del norte, probablemente el lugar más hermoso que había visto Maku en su vida.
Se metieron al jardín, donde cuatro unicornios esperaban en la entrada, les ofrecieron unos dulces y siguieron su marcha.
Después pasaron al lado de unas majestuosas fuentes llenas de agua de manantial que fluía intensamente por unos canales que hacían un recorrido desde las fuentes hasta el lago de la parte de atrás, el que después bordearon por debajo de un camino de palmeras altas y frondosas.
Tras ese recorrido por el jardín llegaron a la puerta, una puerta para nada modesta, era una gigante plancha de madera de la mejor calidad tallada a mano y decorada con hilos de oro y platino.
- Usted primero - dijo el oficial.
Maku entró y se dirigió al salón principal, donde estaba su antiguo conocido Venusi el gnomo, entró y en lo primero que se fijó fue en que todo estaba lleno de criaturas: unicornios, centauros, patos con alas gigantes, hormigas enormes, ogros, piñas con cara, y todo tipo de seres fantásticos. Venusi estaba sentado en un trono de oro con dos cortinas de seda de la mejor calidad a los lados.
El joven se acercó a él:
- Hola Venusi, te has convertido en un miembro muy importante de esta región, y como veo, te sobra el dinero, no como a mí. Te querría pedir refugio y comida durante unas semanas; si me lo otorgas te perdonaré la incalculable deuda que me debes.
Venusi permaneció en silencio.
- Además, trabajaría para ti el tiempo que esté aquí. -añadió Maku.
- Amigo, no quiero tus servicios en mi palacio, yo te daré refugio no solo por unas semanas, sino de por vida si consigues matar a la criatura de la montaña Elburin.
- ¿Qué criatura? - dijo el joven intrigado.
- La criatura. Vive en la montaña Elburin y es terrorífica. Tiene tres cabezas, tres enormes cabezas, y lo peor es que cada una tiene vida propia y un modo distinto de matarla.
- ¿Cuánto tiempo tendría para matarla?
- Un mes y medio, te daré las armas y el ejército que necesites, por favor, sé que eres capaz.
- Está bien - Maku salió y le dijo al oficial que fuera con él. Recorrieron los pasillos del palacio durante un rato hasta que llegaron a otro gran salón, pero este más amplio y colorido. En las paredes había grandes mosaicos, con representaciones gráficas de las peleas más importantes que había habido en los reinos del norte. El oficial le dijo a Maku que se sentara en uno de los sillones de la parte de atrás del salón mientras le decían en qué habitación se podría alojar.
Pasaron unos minutos, y llegó una extraña criatura parecida a una jirafa, pero más pequeña. Le dio un papel enrollado al oficial, y llamó a Maku.
- Ya tienes una habitación asignada, la cena es a las once, no llegues tarde - Le dio las llaves de la habitación y se fue.
El joven se puso a recorrer los pasillos, de nuevo quedándose asombrado por la decoración del palacio. Llegó a la puerta 302, su habitación, metió la llave y la giró mientras pensaba en lo que le esperaba, la buena vida en el palacio y la obligación de ir a por la criatura para pagar su estancia. Suspiró, y luego pensó en que si se lo dijeron a él fue porque todos los que habían ido antes, que seguramente fueran muchos, no lo habían conseguido.
Terminó de girar la llave y la puerta se abrió. Maku se asombró al ver lo amplia que era la habitación. Tenía una cama de matrimonio al lado de un inmenso balcón, un baño con bañera y tres lavabos, además tenía unas escaleras que daban a una bodega con los mejores vinos del norte.
También tenía una pequeña cocina de gas y una pared con hermosos cuadros pintados por los mejores pintores de la zona.
Maku salió al balcón, se deleitó con el canto de los gorriones de la zona y volvió a pensar en todo lo que le esperaba.
Se hacía tarde, y Maku bajó a la cena. Se comió un enorme chuletón con setas del monte Teyn y una copa de helado de mango y piña. Después se fue a dormir.
Dueeee, dueeee, dueeee… Maku se despertó incómodo al oír una sirena pitando.
Alguien llamó a su puerta, el joven abrió y era el oficial.
- Los Pak nos están atacando - dijo un poco angustiado.
- ¿Y qué quieres que haga yo? - preguntó molesto el joven Maku.
- Si te vas a enfrentar a la criatura del monte Elburin, unos pocos Pak no serán nada para ti.
Maku cogió una espada de un armario de su habitación y salió con el oficial.
Llegaron al patio de atrás, estaba lleno de guerreros Pak. Maku sacó su espada y se puso a luchar contra ellos. Estuvieron un rato luchando, pero llegaron los refuerzos del bando enemigo, tres carrozas con catapulta se posicionaron detrás de los soldados y empezaron a disparar.
La tierra empezó a temblar, de repente se pudo observar como un enorme gigante del Este se aproximaba, los Pak habían conseguido domar uno.
En ese momento Venusi se asomó por el balcón de su cuarto y vio al gigante.
- ¡Retroceded! - gritó al ver lo que les esperaba.
Todas las fuerzas armadas de Venusi volvieron al castillo, y Maku pensó que era un buen momento para partir a por la criatura, la verdad es que Venusi nunca supo por qué pensó eso.
- Venusi, dame dos escuadrones de soldados espadachines y diez de tus mejores arqueros; además, dame un carro lleno de comida y agua para unos meses. Después de ese tiempo volveré victorioso y cargado con las tres cabezas de la criatura. - le dijo Maku con voz firme.
- Está bien, tendrás todo listo en 20 minutos.
La sala tembló: habían llegado más gigantes Pak.
Venusi salió a luchar junto a su ejército y le dijo a unos soldados que prepararan lo que había dicho Maku.
Pasaron veinte minutos, y todos los soldados que iban a ir a por la criatura estaban preparados. Maku estaba armado hasta los dientes, tenía una espada de oro forjada por los mejores herreros del Norte, un arco con una cuerda hecha de pelo de unicornio, un cuchillo en la bota por si se le rompía la espada y una honda.
Llegó la hora de salir, Maku y su nuevo ejército se montaron en carros y empezaron el viaje a las montañas del Norte, donde se encontraba el monte Elburin.
El viaje no se hizo muy pesado, pero fue lo suficientemente largo como para que Maku pudiera conocer a sus soldados y saber los puntos fuertes de cada uno.
A unos veinte kilómetros del hogar de la criatura se encontraron una pequeña caseta, Maku y uno de los soldados se metieron a ver si había alguien dentro.
- Hola, ¿hay alguien? - preguntó el soldado.
Sonó un ruido metálico y una pequeña cabeza asomó de un armario, era un erizo alargado con bastantes patas.
- Emmm, hola, ¿qué os trae a vosotros, viajeros, por mi humilde morada? - dijo el ser vergonzoso.
- Hola, hemos venido a por la criatura. Acabaremos con ella. - le respondió Maku.
- Ah, otros simples viajeros que se creen que podrán derrotar a la criatura. Yo que vosotros no me metería en asuntos tan peligrosos, sobre todo sabiendo que a muchos viajeros que decían ir a por la criatura y pasaron por mi casa, no les volví a ver.
- Ya, pero no somos viajeros cualquiera, nos manda el rey Venusi. - le contestó Maku confiado.
- ¿El mismísimo rey Venusi? En ese caso os ayudaré, pero, aunque os haya enviado Venusi no quiere decir que seáis inmortales.
- Ya, somos conscientes del peligro, pero, ¿en qué nos podrías ayudar?
- Bueno, lo primero, me llamo Juxamelet. Soy un patizo, una especie híbrida entre un ciempiés y un erizo. - dijo Juxamelet acomodándose.
- ¿Pero en qué nos ayudarás? - contestó Maku impaciente.
- Espera que te lo cuente todo. Sabréis que la criatura tiene tres cabezas, tres cabezas que representan las áreas principales de la tierra. La cabeza de la derecha, que representa los reinos del Este, donde habitan los gigantes y los centauros, es una cabeza de león ardiendo que representa la guerra del Este y la destrucción de la zona. La cabeza del centro, que representa el reino del Sur, un reino de estafadores y comerciantes habitado por serpientes y elfos, es representada con forma de serpiente, te puede controlar la mente y hacer que cometas todo tipo de barbaridades, y la cabeza de la izquierda, que representa las tierras del Oeste, tierras deshabitadas dadas las altas temperaturas, esta cabeza no tiene una forma fija, está hecha de arena y va cambiando. Y bueno, como ya sabréis si la criatura llega al palacio del Norte, pues bueno la cuarta cabeza representaría la desesperación del último reino caído… Pero yo os puedo dar un arco, y sus flechas. El arco lanza flechas de hielo que serían capaces de derrotar la primera cabeza, una poción que hace que fortaleza tu mente por un tiempo para que no te la puedan controlar, y un tubo que absorbe, para meter la arena.
- Pues…, te agradeceríamos mucho si nos dejas todo eso - le respondió Maku patidifuso.
Después de eso, Juximelet les dijo que le siguieran y les dio una caja con el arco de hielo, la pócima de la mente y el aspirador.
Salieron de la casa después de hablar un rato con el patizo y siguieron el camino al monte Elburin.
- ¡Ahí está! Se puede ver la cueva de la criatura - gritó Maku desde su carro.
Llegaron al monte Elburin, todos se bajaron de los carros y montaron unas tiendas de acampada para dormir y atacar por la mañana. Después se durmieron.
- A despertar, después de dos semanas de viaje estamos aquí, hoy derrotaremos a la criatura - gritó animado Maku.
Todos se despertaron y se armaron, después procedieron a escalar el monte.
- Ahí está, en unos minutos llegaremos a la guarida de la criatura.
Terminaron de subir, un calor abrasador salía del interior de la guarida, además, todo estaba lleno de humo negro que les cegaría si intentaran pasar.
- Ahí no podemos pasar, tendremos que atraer a la bestia hacia aquí. Todos coged un poco de la poción para la cabeza de la serpiente, el mejor arquero que coja el arco de hielo, y yo me encargaré del aspirador. Ahora, poneos todos a gritar, así conseguiremos atraer a la bestia
Estuvieron un rato gritando y de repente el suelo empezó a temblar, a eso le siguió un rugido y después la bestia salió de la cueva.
- Nadie me dijo que tuviera alas - gritó uno de los arqueros.
Después la criatura se puso a volar y los arqueros empezaron a dispararla. El arquero con el arco de hielo lanzó su primera flecha, no le dio a la cabeza de león, pero le dio al cuerpo.
- Tomaos todos la poción de la mente, en cualquier momento la cabeza de la serpiente empezará a controlaros - les ordenó Maku. El soldado con el arco de hielo se la tomó el primero, después Maku, pero cuando el resto se la iba a beber, la criatura empezó a controlarles la mente. Los soldados empezaron a disparar a Maku y los espadachines se abalanzaron sobre él. El joven pensó qué hacer, y tras meditarlo pensó que si no hacía algo, sus soldados le matarían, pero, el soldado con el arco de hielo no perdió tiempo, y disparó su segunda flecha, esta directa a la cabeza león del dragón.
- Soldado, ahora intenta darle a la de la serpiente, creo que has matado a la cabeza león, pero no te confíes…
- Vale, lo intentaré.
El soldado empezó a disparar a la serpiente, mientras Maku corría para que sus soldados no le alcanzaran, y para no tener que matarlos. La criatura ya se estaba cabreando y empezó a crear fuertes corrientes de aire que hacían que Maku casi no pudiera seguir corriendo. En ese momento el arquero acertó a la segunda cabeza, pero, aunque los soldados ya no atacaban al joven ni al arquero, se quedaron entumecidos.
- Tendremos que acabar con la criatura nosotros solos - añadió el arquero.
La criatura se posó en una roca y empezó a llenar todo el aire de arena.
- Su cabeza está en todos lados, literalmente, la arena que la forma se ha extendido por todos lados.
Maku cogió el aspirador y empezó a recoger los granos de arena.
- ¡Ahhhhhh, la arena se me está metiendo en los pulmones! - gritó el arquero.
- ¡Corre!, ponte la camiseta enfrente de la nariz en forma de filtro - le respondió el joven.
En un nulo intento de ponerse el filtro, el arquero cayó al suelo.
- ¡Noooooo! - exclamó Maku.
Se acercó al arquero aún meneándose en el suelo, y se quedó viendo como intentaba respirar por última vez.
El joven aún dolorido volvió a coger el aspirador y siguió aspirando la arena.
La criatura ya estaba muy dolorida, había perdido dos de sus tres cabezas, y la cabeza de arena no era tan fuerte como para sujetar todo el cuerpo, así que en unos instantes empezó a caer rápidamente. La arena empezó a expandirse y toda la cordillera comenzó a llenarse de una espesa nube de arena.
Los soldados que iban con Maku empezaron a cobrar la consciencia de nuevo y rápidamente iban tapándose la nariz. Maku terminó de coger toda la arena que pudo, pero no fue toda, algunos granos de arena seguían por ahí flotando, pero esos se escaparon.
- Bien hecho, cortad las dos cabezas del cuerpo de la criatura, yo tengo aquí la arena.
Eso hicieron los soldados, montaron las cabezas en los carros y descansaron.
- Bien, en tan solo dos semanas desde que partimos hemos conseguido “derrotar “a la criatura, o por lo menos anularla por un tiempo. - dijo Maku.
- En una semana y media estaremos de vuelta en el palacio - añadió uno de los soldados.
- Pero hemos tenido una baja… - comentó otro de los soldados.
- Ahora dormid, lo tenemos bien merecido. Por la mañana partiremos de vuelta.
Todos se metieron en los carros y se durmieron.
Se hizo de día, empezaron el viaje, fue un trayecto muy aburrido, no pasó nada importante y en once días llegaron al palacio donde les recibió un gnomo: Estapguc el nuevo rey.
- ¿Quién eres? - preguntó Maku.
- Es difícil de contar, cuando os fuisteis Venusi salió a luchar. La batalla la ganamos, pero entre los que enterramos al día siguiente estaba él. - les comentó Estapguc.
- Venusi escribió en un pergamino el día que llegaste que si volvías con las tres cabezas de la criatura, cuando él muriese, tú, Maku serías el nuevo rey.
- ¿Y tú? - preguntó curioso el joven.
Estapguc se encogió de hombros y contestó
- Es lo que dijo Venusi. En tres días, si aceptas, serás el nuevo rey del Norte.
- Bueno, pues supongo que no me puedo negar.
Estapguc acompañó a Maku a la habitación del rey.
- Aunque no seas el rey hasta dentro de tres días, ya te puedes alojar aquí, esta es tu nueva casa.
Pasaron tres días, todo el ejército y los habitantes del norte estaban allí: hadas, gnomos, ogros, incluso Juximelet estaba allí.
- Yo, el consejero del rey, que llevo sirviendo a la realeza desde hace más de veinte reyes, te nombro rey del Norte, el rey Maku I.