Entre la primera y la segunda entrega de los dos portafolios ha pasado un tiempo que me ha permitido aprender varias cosas sobre el mundo de la filosofía.
De manera general, he aprendido que, a lo largo de la historia, muchos pensadores, filósofos e intelectuales se han planteado las mismas preguntas o muy similares, pero han llegado a conclusiones bastante diferentes. Podría decirse que he comprendido cómo han intentado darle un significado a lo que nos hace seres humanos y, en primer lugar, se habla del alma.
Hay muchas teorías y pensamientos distintos sobre este tema. Aristóteles decía que el alma es el principio vital, pero que solo existe en el mundo sensible y desaparece con la muerte. En la Edad Media, en cambio, se creía que Dios era el creador del ser humano, un ser parecido a él, pero marcado por la tentación de la carne, donde la fe era el único camino hacia la salvación.
En cuanto al humanismo renacentista, definió al ser humano como una criatura dotada de libertad y razón, la única capaz de pensar entre todas las demás. Más adelante, la teoría cartesiana estableció que el alma es una sustancia pensante creada por Dios, mientras que el cuerpo es solo un mecanismo, una máquina puesta en marcha por el alma.
Pero, ¿por qué digo todo esto? ¿Qué es lo que realmente he aprendido? Creo que los humanos necesitamos explicaciones racionales sobre nuestra existencia para poder creer en algo. A lo largo de la historia, hemos intentado dar respuestas a quiénes somos y qué nos hace diferentes, pero ninguna ha sido definitiva. Cada época ha interpretado la idea del alma según su manera de entender el mundo, y eso me hace pensar que tal vez nunca haya una única verdad absoluta. Sin embargo, después de todo el trabajo realizado en clase, he llegado a la conclusión de que sí hay algo en nosotros que va más allá de lo físico. No sé exactamente qué es ni cómo funciona, pero creo que hay algo en cada persona que la hace única, que le da identidad y que permanece a lo largo del tiempo. Puede que algunos lo llamen alma, conciencia o esencia, pero lo que he aprendido es que esa parte de nosotros existe, y es lo que nos impulsa a pensar, sentir y buscar nuestro propio sentido en el mundo.