Los seres humanos somos seres tecnológicos y, como tales, creamos herramientas que nos ayudan a superar las diferentes dificultades que nos trae nuestro día a día. Sin embargo, nuestras herramientas han ido evolucionando hasta el punto de realizar tareas completamente variadas, desde algo tan simple como cortar un pedazo de papel hasta tareas tan complejas como construir un avión. Aunque seamos seres tecnológicos, tenemos la necesidad de ser útiles, de tener una razón de existencia, algo que nos diferencie y por lo que merezcamos ser especiales. La existencia de los humanos no puede limitarse a darle órdenes a máquinas, no tendríamos razón de ser.
Una de las capacidades que nos hace especiales como seres humanos es la de ser creativos, el arte es algo que nos sale por instinto, tenemos la necesidad de, a través de este, plasmar nuestros sentimientos, pensamientos, etc. Sin embargo, estas IAs ya son capaces de crear fotografías, logos, pinturas… en segundos, trabajos antes hechos en horas por numerosos puestos de trabajo ahora se hacen en minutos por una sola persona. Pero entonces, ¿esto es una herramienta o una plaga que se extiende a diversos ámbitos, acabando con todo? Si terminamos sirviendo únicamente para pedir lo que queremos ¿no somos cada vez más incapaces?¿Estamos ganando o perdiendo en calidad de vida? Vamos a intentar analizarlo a continuación.
El arte sigue vivo. No en un cuadro, no en una canción. Somos las personas las que, en la comodidad de nuestra vida abundante, comenzamos a dejar un pedacito de alma en lo externo. Sin ese pedacito, ¿puede ser llamado arte? ¿Un artículo seguiría siéndolo sin un agente que tenga opinión? ¿y un poema con un agente sin sentimiento?
Todo se resume en ese pedacito, cuya humanidad se asoma en cada obra, haciéndonos, aunque sea por un momento, más unidos como humanos. Eso es lo que nos conecta.
Pero lo preocupante es cuando estas máquinas se dedican a recrear lo que es intrínseco del ser humano, nuestra identidad: el arte, aquello que enseña nuestro concepto de belleza, que nos hace llorar pero que también, enseña, informa y divierte. Aunque no hay que confundirse, las IAs, de momento, no dejan de ser una herramienta a la que tu les das órdenes y esta intenta corresponderte. El ser humano pone la creatividad y las IAs ponen los medios. A fin de cuentas, somos nosotros los que le pedimos qué queremos que nos represente. Sin embargo, como sociedad, tenemos que adaptarnos a esta nueva tecnología. Cuando observamos un cuadro realizado por una IA y pensamos que está realizado por un humano, despreciamos las horas de trabajo que otros artistas han empleado con esfuerzo. Debemos asegurarnos de que los artistas estén amparados por la ley y reciban su merecido reconocimiento. Las obras realizadas por IAs tienen que tener un sello o algo que las caracterice. Así quedará claro quién es el creador de cada trabajo y será más difícil que se cometan injusticias.
Rodeados de un barullo incesante de información nos vemos obligados a taparnos los oídos y quedarnos con lo poco que llega a ellos, el exceso de noticias superficiales, provoca que nos quedemos sin la capacidad de pararnos a ver la veracidad de nuestra información.
Esta situación se agrava ya que cada vez aumenta más el tiempo que pasamos pegados a nuestros dispositivos electrónicos. No solo la información que recibimos no es contrastada sino que está diseñada para nuestros gustos, es una completa manipulación de nuestra realidad, si nos gusta tal partido político veremos noticias que lo apoyen, no que vayan en su contra. La información rápida integra la Inteligencia Artificial para polarizarnos como sociedad e incapacitar nuestra habilidad para ponernos de acuerdo. Además, se convierten en una herramienta para facilitar bulos, suplantamientos de identidad… En cierto sentido, las IAs nos están dificultando navegar por toda la información disponible y nos están condicionando e incluso mintiendo. Hay que tener en cuenta que la culpa no es exclusivamente de las IAs, ya que estas solo son una herramienta en manos de personas con malas intenciones. Y todo lo que se puede usar erróneamente, se puede usar también para hacer el bien.
La llegada de las Inteligencias Artificiales al terreno científico ha causado una sacudida en los cimientos de universidades. Un ejemplo de esto es el caso de un estudiante que presentó un texto escrito por el chat GPT y consiguió sortear la agudez del profesor, que no se percató.
Sin embargo, esta tecnología también nos facilita trabajos pesados, como el procesamiento masivo de datos.. que nos ahorran tiempo para poder invertir en trabajos donde es necesaria facultades, hoy en día, imposibles para un conjunto de programas informáticos como el desarrollo de fármacos, diagnósticos médicos,... o que nos dan instrumentos, antes inexistentes, como modelos y simulaciones de sistemas complejos, haciéndonos mejorar en la creación de nuevos resultados.
Pese a que todas estas labores pueden causar que se pierdan puestos de trabajo, siempre y cuando encontremos un equilibrio entre el uso de estas máquinas y los trabajos ofrecidos a los estudiantes que quieran formarse, todo es un mar de ventajas en el que nadar hacia una sociedad más conocedora de las incógnitas de la naturaleza.
Autores: María Ceballos Morillo, Violeta Jordana Roldán, Xenevra García Fernández, Elena Picón Aguilera y Juan Escalona Jiménez.