Como hija de una inmigrante asiática, entendí la importancia de la apreciación cultural y el bilingüismo desde muy temprana edad. Ambos mi mamá, que emigró desde Indonesia, y mi papá, el hijo de un inmigrante de las Filipinas, me enseñó la belleza de mezclar culturas– pero también los obstáculos de lenguaje que enfrentaron en su vida cotidiana. Cuando cumplí cinco años de edad, y era hora de empezar la escuela, mis padres decidieron inscribirme en un programa de inmersión. Vivíamos en el sur de California (Orange County para ser específico), una región muy cerca al borde de México, y con una gran población de hispanohablantes. Aunque nadie en mi familia inmediata hablaba español, mis padres creían que sería relevante e importante para mí aprender un segundo idioma, especialmente uno que sería útil para comunicarse con un gran porcentaje de los Estados Unidos y además, al extranjero.
Trece años después, al graduarme de la escuela secundaria, no sabía si iba a continuar con el español en la universidad. Ya era una parte tan grande de mi vida, y una clase que siempre disfrutaba, pero no estaba seguro si quería tomar algunas clases de español para no perder mi habilidad, o si quería continuar mi viaje con el lenguaje en serio. En el fin de mi primer año en Amherst, me di cuenta de que no quería parar con las clases. En realidad, quería especializarme en el español. Aunque mi viaje de español empezó como una obligación de mis padres, ha cambiado la trayectoria de mi vida completamente.
A través de mi tiempo en Amherst, la clase de español que más me destacó fue el “SPAN 303: Camino de Santiago” con la Profesora Carmen Granda. La idea de esta clase fue tomar un semestre entero para aprender sobre la historia y significancia de esta peregrinación y analizar cómo este viaje ha cambiado sobre los siglos. Al final del semestre, la clase entera viajó a España por ~12 días. Para nuestro primer día, llegamos al centro de Madrid, donde pasamos un día gratis para visitar diferentes atracciones y explorar las varias tiendas y calles. El resto de la semana fue dedicada a nuestra peregrinación de Vigo a Santiago de Compostela. El camino fue muy duro, largo, y sudoroso– a la misma vez, fue una experiencia hermosa, llena de momentos y memorias indispensables para mi como persona y estudiante.
Tener la oportunidad de hablar con las personas autóctonas de los pequeños pueblos y ver los edificios y los monumentos en la vida real valió la pena caminar. Era surrealista dar cuenta de que todas las iglesias y los lugares históricos que hemos leído eran tan hermosos y cosas tangibles, no sólo fragmentos ficticios del pasado. A través de mis varias interacciones con mis alrededores y la gente que conocí en mi viaje, fuí más consciente de las diferentes identidades que ocupé en estos espacios: una turista, un estudiante, una persona bilingüe, una mujer, una persona birracial, etc. Concluí que, inconscientemente, estas partes de mi identidad me han influido casi cada aspecto de mi trayectoria académica. Especialmente mi identidad como una ser femenina y persona de cultura mezclada– siempre han sido constantes en cada uno de mis clases y los proyectos de investigación. ¡Y aún en mi tésis que estoy escribiendo! Viajar a España, dónde había pocos rastros de mi identidad asiática, me hizo pensar sobre varias novelas que leí en mis clases de español. Las autoras hablaron mucho sobre el concepto de comunidad, la
pertenencia, y su identidad. Además, el papel de la mujer en estos espacios y en la sociedad como un entero. Ir al extranjero con estos temas en el frente de mi mente fué muy distinto de viajar con el propósito simple de relajar y disfrutar el escenario. Esta experiencia me solidificó la idea clave que me ensañado la aprendizaje de Español: la conciencia cultural.
Todas mis experiencias en Amherst, ambas personales y académicas, me han mostrado una y otra vez que la intención de aprender otro idioma e inmersar en otra cultura traiga varios lecciones valiosas. Para mi, cuando digo ‘la consciencia cultural’ significa varias cosas. Primero, una apreciación general para los varios países y regiones hispanohablantes. Aprender sobre ideas o vidas muy distintas de la suya es importante para tener empatía y ser receptivo a diferentes valores y experiencias. Además, tener fluidez en dos lenguajes abre la posibilidad de accesibilidad para más comunidades. Mis planes después de la universidad es ir a estudiar medicina. Creo fuertemente que todos merecen una calidad alta de cuidado de salud, y si los recursos son más comprensibles, entonces serían menos intimidantes y más accesibles para todos. Finalmente, el español me ha dado algo insustituible: la comunidad. Pertenecer a una comunidad de gente tan amable, apasionada, y maravillosa me empuja cada día para seguir aprendiendo español.