Consejos

AL DAR LA CLASE...

1. Es fundamental que se te oiga

Dar bien una lección en clase es relativamente difícil si se quiere organizar bien los conceptos y los contenidos, buscar buenos ejemplos, ser claro. Resulta sorprendente en cuántas ocasiones la clase fracasa simplemente porque no se oye al profesor. No se trata de gritar (cosa que hay que evitar a toda costa), pero dentro del volumen de voz normal, hay diferentes grados; se trata sólo de alcanzar un grado claramente audible para una persona situada en las filas de atrás en una clase vacía o en completo silencio.

2. No es necesario gritar

Ciertamente, las condiciones en que damos clase no siempre son ideales y nuestros alumnos/as (sobre todo si son muchos) puede que no muestren mucha inclinación al silencio. En ningún caso se debe dar una clase intentando en todo momento gritar más que ellos. Si hay ruido, hay que buscar otra solución al problema.

Aunque antes de ejercer parezca que no, es bastante fácil fatigar o estropear la voz. La mayoría de la gente no tiene aptitudes vocales extraordinarias, y abundan los vicios de uso adquiridos. Cuando uno empieza a dar clases se da cuenta de que está haciendo un esfuerzo para el que generalmente no está preparado. El volumen normal —pero audible— al que hacíamos referencia antes debe ser una constante; si no se nos oye así, hay que negociar con otras variables, no ceder continuamente en ésa.

3. No te quedes inmóvil

Un profesor totalmente quieto durante toda la clase aburre y resulta más difícil de entender, ya que no aprovecha el lenguaje visual para transmitir ideas de comienzo o terminación de argumentaciones, cambios de tema o relaciones entre conceptos. Hay que aprender a utilizar los gestos de manera relajada y natural, pero si eso no resulta fácil, a veces puede bastar con cambiar de posición de vez en cuando. Dar unos pasos para señalar algo en la pizarra, volver al frente de la clase cuando se va a hablar durante unos minutos, dirigirse a un extremo de la clase y más tarde a otro. Igual que instintivamente cambiamos de postura cada cierto tiempo, es necesario que el alumno/a no vea en todo momento la misma imagen del profesor.

4. No te muevas continuamente

Este consejo parece contradecir al anterior, pero no lo hace. Siguiendo con el símil del cambio de postura, cambiarla cada cierto tiempo es natural, pasa desapercibido y sin embargo hace que uno esté más cómodo. Cambiar de postura de manera contínua pone nervioso a quien lo hace (y distrae a quien lo mira, si es que no lo saca de quicio directamente). Debes evitar:

.Caminar continuamente. Una cosa es cambiar de posición cada cierto tiempo, y otra no parar nunca

.Moverte continuamente en el sitio. Hay que dejar las piernas quietas y usar gestos de las manos y la cara y volver a usar las piernas cuando uno quiera desplazarse.

.Los movimientos involuntarios y repetitivos.

5. No hables de espaldas a la audiencia

Cuando uno/a se da la vuelta, lo que dice se oye mucho menos. Si uno tiene que escribir en la pizarra, es mejor darse la vuelta para hacerlo pero hablar después (mirando nuevamente a la clase) sobre lo que ha escrito. Si no, los alumnos/as pueden perderse frases enteras.

Si la situación lo permite, en general también es bueno no romper mucho tiempo el contacto visual con la clase, aunque puedan oírnos. Piensa que si los alumnos/as no suelen hacer preguntas en condiciones normales, les resultará aún más difícil interrumpir a alguien que está de espaldas, a lo suyo.

6. Mira a tu público

Aparte de no dar la espalda, que es una cuestión de colocación, es importante mirar a la gente. No necesariamente todo el tiempo, pero sí con frecuencia (si necesitamos leer o mirar una pantalla durante un rato, por supuesto podemos hacerlo con toda la naturalidad del mundo). Dar la espalda coarta a los alumnos cuando quieren hacer preguntas, pero hay más formas de conseguir el mismo efecto; por ejemplo, mirar contínuamente al suelo o a un punto indeterminado. Deben ver claramente que les hablamos a ellos (y además será más fácil que mantengan la atención).

En este sentido, también es importante no mirar siempre al mismo alumno. Es muy habitual que si una persona del público asiente un par de veces la elijamos como oyente preferido y nos olvidemos del resto, dando la clase para esa única persona. Hay que evitarlo y conviene mirar a los asistentes repartiendo nuestra mirada entre diversas zonas de la clase. Ponte como objetivo mirar a los ojos a todos y cada uno de tus alumnos al menos una vez en cada clase.

7. Cuidado con la velocidad

Por mucho que nos esforcemos no conseguiremos hablar a la velocidad a la que pensamos; y, de hecho, sería contraproducente. No sirve de mucho que se nos oiga si nos saltamos vocales o palabras enteras o si en cualquier caso hablamos más de lo que los cerebros de nuestro alumnado puede procesar en una unidad de tiempo.

La técnica actual permite grabar el sonido de nuestras clases con mucha facilidad. Hazlo: escucharse es una buena forma de averiguar si hay que hacer algún esfuerzo por ralentizar el habla.

8. No te obsesiones por rellenar los silencios

No pasa nada si dices que vas a buscar una página en el libro y te callas tres segundos mientras lo haces. Esos segundos son eternos para el que habla, pero no para el que escucha.

9. Sé preciso y respeta las reglas del lenguaje

Di frases que empiecen y terminen. No digas frases sin verbo. Pon el sujeto si se necesita. Es difícil resumir todo esto en un solo consejo, pero no es tan difícil de conseguir. Simplemente, piensa lo que vas a decir y no te atropelles. En una clase es mejor decir una sola frase con calma (pero que tenga sentido) que intentar bombardear a los alumnos con información que de todas formas no van a asimilar.

10. Repite las preguntas que te hagan, antes de responder a ella

Supongamos que la clase la da un profesor avezado que domina las artes escénicas y mantiene la atención del alumno/a. En cierto momento difícil, cuando está intentando digerir algo complejo, un compañero hace una pregunta, que casi se le estaba pasando por la imaginación (o al contrario, una pregunta que no se le había ocurrido). Es una gran ocasión para aprender. Pero sólo oye la respuesta del profesor/a. Por eso, cuando un alumno/a hace una pregunta, conviene repetirla de modo que todos la oigan: “La pregunta es. . . ”. Así la pregunta servirá para todos, y además nos aseguraremos de haberla entendido bien.