Descubre todo lo que debes saber sobre el queso Mahón, un queso con denominación de origen que se elabora en la isla de Menorca con leche de vaca. Aprende cómo se hace, cuál es su historia, dónde se produce, cómo se cata y cómo se marida. Además, te contamos algunas curiosidades que te sorprenderán.
Elaboración del Queso Mahón
El queso Mahón se elabora siguiendo una tradición milenaria que se ha transmitido de generación en generación. El proceso comienza con la coagulación de la leche a baja temperatura, a la que se añade cuajo natural de cordero o cabrito. La cuajada se corta en trozos pequeños y se introduce en un paño de algodón llamado «fogasser», que se anuda y se cuelga para que escurra el suero.
Después, el queso se prensa manualmente para darle forma paralelepipédica con los cantos y las aristas redondeados. Se sala por inmersión en agua con sal marina y se deja madurar en locales adecuados, donde se voltean y se untan con aceite de oliva y/o pimentón. La maduración puede durar desde 21 días hasta más de dos años, según el tipo de queso.
Características organolépticas del Queso Mahón
El queso Mahón tiene unas características organolépticas que lo hacen único e inconfundible. Su aspecto exterior es de color anaranjado o marrón, según el grado de maduración y el tratamiento con aceite y/o pimentón. Su corteza es dura y rugosa, con marcas del paño o del molde. Su pasta es firme y compacta, de color blanco marfil o amarillo pálido, con algunos ojos pequeños e irregulares. Su sabor es intenso, ligeramente ácido y salado, con notas dulces y afrutadas. Su aroma es complejo y penetrante, con recuerdos a mantequilla, frutos secos y hierbas. Su textura es cremosa y fundente en boca.
Cata del Queso Mahón
Para apreciar todas las cualidades del queso Mahón, se recomienda seguir unas pautas básicas de cata. Lo primero es observar el aspecto externo e interno del queso, fijándose en el color, la forma, la corteza y la pasta. Lo segundo es tocar el queso con los dedos, para percibir su textura, su elasticidad y su humedad. Lo tercero es oler el queso con la nariz, para captar su aroma y su intensidad. Lo cuarto es probar el queso con la boca, para saborear su gusto y su persistencia. Lo quinto es valorar el queso con el paladar, para apreciar su equilibrio y su armonía.