El pájaro rojo
El vigilante
Un ave roja como metal caliente, extraña en estas y otras tierras.
No recuerdo exactamente cuántos lugares he visto, ya que, si me preguntas, creo que en una vida tan larga como la mía, se pueden llegar a olvidar algunos detalles que al parecer carecen de sentido y, aun así, hay otros que parecerían pequeños, pero que nunca dejan de ser tan claros como cuando sucedieron.
El día que los conocí sobrevolaba el pasaje de dásos rumo a la ciudad de Aliepolis, había pasado largo tiempo desde mi última visita y ya me apetecía enterarme de las noticias que llegaban al puerto por boca de los marinos que comercian y se embriagaban en los muchos hostales del puerto. Si bien, muchas veces eran cuentos repletos de mentiras fantasiosas sobre sirenas y monstruos marinos, una que otra que otra vez lograba enterarme de algún pequeño rumor que quizás podía llevarme a una pista para iniciar mi próxima búsqueda.
Al haber cruzado el bosque, unas pocas millas al oeste, mientras decidía qué camino seguir para llegar al puerto, algo me distrajo de tal manera que perdí la corriente en la que me desplazaba y decidí bajar a un árbol para recuperar control y poder mirar detalladamente que pudo haber sido eso que distrajo mis sentidos de aquella manera tan poco común.
Bueno ese sería el inicio que recuerdo vívidamente, del resto puedo apostar a que olvidaré bastantes detalles.
«Entonces ya estás viejo» dijo quién con inmensa atención atendía al relato que con mucha pasión contaba el viejo pájaro rojo.
«Insolente» replico en ave.
No te puedo decir cuántos años viviré, pero después de tanto he llegado a creer que la muerte o es algo ajeno a mí, o que soy ella y aún no he terminado de entender cómo. Dijo el pájaro mientras reía sarcásticamente.
«Está bien, pero entonces ¿seguirás con la historia? Pero, si lo haces, empieza desde el principio así no me perderé»
Está bien, dijo el ave tratando de retomar el hilo de su relato.
Yo no sé cómo debe iniciarse una historia, ella es buena en esto, no yo, recuerdo que solía sentarse por horas en las noches frías frente a la chimenea, claro, cuando lograron tener una y entre balbuceos, palabras y gestos contar infinitas hazañas, muchas en verdad. Sabía demasiadas historias y ya que escucharla hablar es raro siempre me atrapo en el sin sentido de sus cuentos. Pero no debes decirle nada, no quiero que lo sepa ¿o. k?
Como te he dicho soy malo en esto, no sé cómo debe iniciarse una historia, pero hagamos algo, te contaré lo que vivimos mientras cuidé de ellos, todo lo que vi desde el día que los encontré, claro, a modo de conversación y si olvido algún detalle entonces empezara a ser un cuento, una leyenda de dos niños tontos, testarudos y muy valientes, y yo, su poderoso protector, mentor y guía, es lo mejor que puedo hacer.
Un día como cualquiera de esos miles que he vivido, mientras desde lo alto divisaba a la luna el horizonte, por las nubes vestida de un naranja intenso, mis sentidos se sobresaltaron al percibir que algo estaba cerca, en ese momento no me percate del todo, pero sería algo importante. No sabía qué, pero todo en mí decía que era eso lo que estaba buscando desde hacía siglos, que era la pista que busque durante años en las tabernas y hostales de Aliepolis.
Aunque debía ser prudente, me ha pasado antes, me he equivocado. Pero no puedo dejar pasar la oportunidad, nunca he sabido como explicarlo, pero suelo hacer caso de mis instintos y ese chico no parecía ser cualquier cosa, debía investigar más.
Escondido en un árbol vi a lo lejos que se aproximaban, supe que dirección tomarían pues solo había un camino posible en las cercanías, el paso de dásos que lleva al arco de dracaena, viejo y antiguo arco del cual dicen las leyendas que bebe la sangre de quienes se pierden en el bosque alimentándose por sus raíces, dándole el típico color rojo que posee la sabia de los dracacenos más antiguos. Este arco era la entrada al bosque de Socrotra, ese el nombre que los hombres le dieron, sinceramente no entiendo a los humanos, perdí la cuenta de los muchos nombres que ha recibido el bosque con el pasar de las eras.
Seguí observando atentamente, pero la niña se percató de mi presencia, Súbitamente al ver lo joven de ese chico me paso por la mente que quizás lo que sentía en él, era locura, pues atravesar el bosque sin conocerlo es casi un suicidio y mi curiosidad solo era porque quería salvarlos de un destino fatal, ya que solo eso les podría esperar.
Yo sabía que las leyendas eran patrañas, pero los niños no y como mi curiosidad por el muchacho era grande no tuve de otra que guiarlos por el bosque hasta el claro pasando el bosque y así tener tiempo de seguir investigando. Miles de árboles y pocas formas de cruzar la espesura a salvo, aunque eran patrañas las leyendas de monstruos mágicos en el bosque, sabía que era un lugar peligroso y después de todo, me da que hacer; pasaría mucho tiempo hasta que viera otra oportunidad como la que podía suponer ese chico.
En la entrada del bosque fue necesario esperar, ya que pensaron mucho antes de cruzar, pues la niebla no dejaba ver más allá de unos metros. La niña olía a miedo, pero aun así llevaba la delantera al tomar la decisión de continuar, no dejaba de señalar, de ver, de tocar todo lo que le generaba curiosidad, quizás no sea muy valiente o inteligente, pero si es curiosa. Les dejé algo de fuego azul para guiaros, este no se extinguiría y me ayudaría a mantenerme a cierta distancia de ellos.
Ese fue mi plan inicial, pero claro, nunca funciona así con ellos, ya que por un momento vieron extrañados el fuego y debatieron de usar la lámpara, pero al final no la tomaron. Encendieron una propia y partieron dejando la llama azul allí. Dudé de seguir tras de ellos pues dejar la llama azul me pareció una mala decisión, pésima en verdad, ahora tendría que guiarlos personalmente. Casi estaba seguro de que si era osadía y no valentía lo que los movía.
Aunque se notaba que sabían sobrevivir, luego de varias horas les di una mano guiándolos a un árbol de fruta de fuego, solía ser la comida más común de estos parajes y en lo personal mi favorita. Mientras se preparaban para comer mis ojos se detuvieron en ellos, tratando de descubrir que escondían, escudriñando cualquier detalle que me diera una pista, pero nada podía ver. Ya caída la noche noté que la niña hacía ruidos extraños con un pedazo de madera, esa primera noche embelesado en mi tarea, posado en las ramas de un árbol de fruta de fuego en el frío de la noche. Pude oír atentamente los ruidos que hacia la niña, tranquila como en pocos momentos, se entregó a lo que hacía y aunque me pueda equivocar creo que dedicaba sus ruidos a la noche y a todos los que en ella morábamos.
Suena loco, lo sé, pero sus melodías infantiles y quizás simples se mezclaban con el susurro del viento frío, con las hojas que caían en el agua del arroyo, incluso con mi propia respiración, pienso que es como si ella lograra entender el ritmo del mundo y acompañarlo sutilmente algo que es increíble pues es solo una niña. Por otro lado, su hermano solo observaba, quizás al igual que yo hipnotizado, pero en un momento sin perturbar el momento saco otro pedazo de madera del cual no me percate y se sentó a su lado, inmutable en su labor ella continuo en una melodía lánguida que seguramente solo yo sabía entender, pues en cientos de años de vida, había comprendido que el mundo es dinámico a una velocidad que muchos humanos e incluso seres como yo no comprenden su intrínseca templanza.
Súbitamente su hermano se unió a ella e hicieron ruidos juntos, el logro sacarme de mi abstracción, dándole a ese momento un toque más terrenal, dirá que más humano. Me parecía interesante esto de los de su especie y ella, como pocos, lo hacía muy bien. Cuando nos conocimos más me contaron que se llamaba música y con ella los humanos intentaban imitar muchas veces los cantos, de los que son como yo.
Inmediatamente después, eleve el vuelo para vigilar la zona, intentando concentrarme pues había dejado que me distrajeran de mi tarea. Ya en vuelo al filo de noche mientras patrullaba el lugar, note un aroma extraño y me alarme, aunque seguro era un cadáver cercano de algún animal, algo en él no parecía algo típico, pero lo deje pasar y seguí mis rondas.
Después de unos días llegamos a la salida, al claro poblado, escuche que me agradecieron, pues la niña grito eufórica e intento atraparme para jugar conmigo o darme las gracias, ya que intento darme algo de esa sucia comida humana, en verdad no recuerdo un ser más irritante que ella. Escabulléndome de sus intentos me alejé sin mencionarles que podía hablar, pero dejando un mensaje claro al seguirlos y darles una que otra señal, ese mensaje sería, que debían atender a mis consejos, además, estar lejos me ayuda a evadir a esa niña (esa mocosa, es escurridiza).
Desde el fondo del espeso bosque mientras nos acercamos al final del trayecto, un brillo amarillo casi naranja, nos llamaba a que lo siguiéramos, había pasado miles de veces por ese bosque, pero desde el accidente no pude y aún no puedo dejar de preocuparme y maravillarme al ver la herida de luna, ellos también lo notaron, era la primera vez que la veían, la luna por estos lados es peculiar, solo muestra su herida por aquí y en otras partes oculta su dolor al resto de los seres vivos y peculiarmente ese día su brillo era especial.
Al terminar, ante nosotros se abrió el inmenso claro, verde y hermoso como en los viejos días, aunque odio las construcciones de los hombres sabía que necesitarían fuego, comida y Teélmerald sería un buen lugar para comenzar su travesía. Ese pensamiento me recordó que no sabía que hacían por allí, ¿Qué buscaban? ¿Qué podía llevar a dos niños a atravesar una frontera, un bosque a abandonar lo que sea que dejaran atrás? Sería algo que
tardaría mucho en responder.
A lo lejos el reino llamaba la atención con su luz, aroma y ruido que atraía a los pocos visitantes que lograban llegar atreves del bosque, pero nada más imponente, nada más magnifico y raro que la luz que nos llevó a este reino, la luna; una luna rota que dejaba escapar su brillo casi como derramando sangre en el horizonte de los verdes paramos al fondo de la ciudad esmeralda. Me apena en verdad ver el sufrimiento de la luna, pero es indiscutible que es un espectáculo, que no había visto en ningún otro lugar en mis viajes.
Ya de noche casi llegando al castillo decidí dejarlos solos, pues no es de mi gusto estar al lado de los hombres y sus odiosas costumbres. Además, no podía bajar la guardia pues percibí a lo lejos un repugnante aroma, uno igual al que llamó mi atención la primera noche en el bosque, al parecer nos seguía desde entonces y no estaba solo, pero mantienen mucha distancia, parecen prudentes y quizás expectantes, lo cual no deja de extrañarme.
Los viajeros
Fuerte y valiente, o temerario y tonto. Acompañado siempre de una flauta hecha de madera y metal. Precavida, curiosa y siempre con una sonrisa sujeta con cariño una viola vieja y escondido, un abrigo Vinotinto que solo usaba mientras tocaba. En su otra mano, fuertemente sujeta a su compañero de viaje.
Inmerso en la belleza del lugar y luego de haber caminado tanto no podía dejar de ver esos panes, carnes el queso de Aarul, los mil olores de especias, el sinfín de personas que corren, gritan y ríen; están por todos lados a pesar de la noche. Había perros, gatos, hombres montando ciervos de tres colas, dentro de las murallas no hay frío y una cálida luz envuelve todos esos panes que brillan como si fueran de oro, «¡Hoooo deben ser deliciosos!» Dijo un muchacho desaliñado y alegre mientras no podía contener la emoción que trasmitía estar en ese lugar.
El aroma de las galletas, la leche de sésamo y canela embargaba su imaginación y sus sentidos mientras en su mente se repetía, imaginen todo lo que puedo cocinar, cientos de nuevos sabores que combinar podría hacerme rico con los miles de panes que puedo hacer… Voy a morir si no pruebo esta comida. Mientras que al final terminaba por pensar, a ella le encantara, al mismo tiempo volteaba a ver dónde estaba.
No en todos lados, pero puedo ver en los niños sonrisas de vez en cuando, no es igual que en nuestra antigua casa, allí había muchos niños, pero solo una sonrisa. Saliendo de mis pensamientos ella y yo nos miramos y aunque no decimos nada, puedo sentir que trata de decir algo, un poco más que un susurro que pude entender como un alegre y cansado «llegamos».
Feliz por terminar el largo viaje que emprendimos, quise darle ánimos, aunque ella siempre sonríe no fue así todo el tiempo y después de todo lo que pasamos creía que valía la pena intentarlo. Acercándome a ella le dije «sé que tenías miedo en el bosque, pero fuiste fuerte y aquí estas, llegamos, descubrimos muchas cosas en el bosque ¿recuerdas los árboles de sabia roja? Mira todo esto, imagina todo lo que podremos comer, los juguetes que puedes tener, te apuesto a que aquí si les gustara tu música, es más, estoy dispuesto a acompañarte más seguido ¿qué dices?».
Ella solo me devolvió una sonrisa y me tomo de la mano, supe que eso era una buena señal, quizás ya había olvidado todo lo que nos llevó a estar aquí, mientras continuábamos explorando en mi cabeza me repetía, yo sé que quizás esta noche tengamos que dormir en la calle, pero la protegeré pase lo que pase, pues ella me protegió cuando nadie más quería ni siquiera verme. De nuevo, quizás hoy tenga que dormir en la calle, pero sé que mañana será un mejor día.
Tomando fuertemente mi mano mientras nos adentramos en los patios el castillo, veía en sus ojos su típica alegría, pero esta vez también asombro, pues no dejaba de jalarme para que viera algo diferente y preguntarme que era esto o aquello, siempre en la peculiar forma que ella tenía de hacerlo. En un momento se detuvo y muy atenta señalo a la luna diciendo «a la luna le duele» no sabía que decir, me tomo por sorpresa y atine a agregar que las rocas no sienten dolor y sin más, continuamos explorando, (la verdad no sé si fue una pregunta o una afirmación, ya que no entiendo su interés por todo lo que le rodea, tiene un corazón inmenso y pocas palabras, es rara lo sé, pero también es mi amiga).
Adentrándose en las inmensas murallas del castillo símbolo, de la ciudad de Teélmerald, dejaban atrás sus miedos, al igual que su pasado, comenzando así una nueva aventura en tierras extrañas, pero esta vez no estarán solos.
Un aroma a frutas podridas.
A lo lejos, expectante, va y viene un aroma pútrido, pero sutil, es casi desagradable.
«Continúa la historia por favor» dijo a su narrador mientras este en gestos, se quejaba.
«De acuerdo, déjame ver… ¿En dónde me quede?»
«Los dejaste en el castillo, pues percibiste peligro. Allí quedaste»
No dije que fuera peligroso, dije que me intrigaba, pero bueno, sigamos.
Lo interesante de esa niña es que casi no habla, a pesar de su edad, solo juega y hace ruidos en las noches con esa cosa de madera, pero eso es tema de otra historia. Con el tiempo luego de empezar a tener un poco de confianza, en una oportunidad la niña me pregunto, de la nada, debo agregar «¿Quién le hizo daño a la luna?» Fue una de las pocas cosas que me dijo esa niña molesta por aquellos días, bueno, admito que siempre traté de estar lejos de ella, tenía la mala costumbre de tocar mis plumas y detesto eso, le respondí lo mismo que pienso hora «Yo no sé qué ver, no entiendo como sucedió, solo paso y ya. La noche estaba oscura como ha de ser, pero esa noche extrañamente no hubo ningún ruido, los animales sabíamos que algo estaba por ocurrir, algo andaba mal y de repente, una luz azul incendio la noche y seguida de un ruido como mil truenos ensordeció todo. De allí en más la luna exhibe su dolor frente a los que viven en estas tierras» desde aquel momento no dejo de preguntarme qué sucedió, de buscar una respuesta a quien o que hirió a la luna, y porque no hay ninguna pista.
Me lo pregunté varias veces, pero aparte de mí, casi nadie se interesaba en eso, nadie creía que existiera algo que pudiera dañar a la luna. Todos pensaron que pasó y ya, no le dieron más importancia, pero ella si tenía curiosidad (incluso pienso que pena), así deben ser las crías humanas supongo. Recuerdo que el muchacho ese día estaba junto a nosotros y escuchó todo, luego de pensar un poco, agrego «mi abuela me decía que cuando pase algo que no sepa explicar y que no pueda descubrir, recuerde que desde que nacemos unos seres extraños a veces buenos y otras no tanto, nos siguen e interfieren en nuestras vidas. Cuando algo cambia de lugar o algo desaparece, cuando tenemos suerte o cuando no», luego de un pequeño silencio agrego «ella lo supo desde qué vio a uno de ellos, aunque nunca me dijo como lo vio».
La niña lo escuchó atentamente, pero solo le dijo «estás loco» y siguió en sus cosas. No recuerdo en verdad haber conocido dos seres más extraños en mis muchos días, pero ese comentario me saco una leve sonrisa.
«¡un momento!» agrego inoportunamente quien escuchaba y el ave, sin decir palabra alguna apelando a lo último de su paciencia, con un gesto le indico que continuara.
«No me dijiste que paso cuando se enteraron de que podías hablar»
«si no lo dije es porque odié haber tomado esa decisión, perdí tres plumas de mi cola ese día y para colmo esa niña aun las conserva»
«¿Quieres que continúe o no?» agrego nuestro exasperado narrador.
Ante el silencio este decidió continuar.
Pese a compartir un poco más con ellos seguí atento, intentando saber qué hacía especial a ese muchacho y el porqué de mi presentimiento, comencé a seguirlos día a día y sin poder evitarlo a sacarlos de los miles de problemas en que se metían. No pueden solo comer frutas o peces, tienen que hacer cualquier cosa por esa comida humana (¿qué tiene de especial esa comida?) en una ocasión tuve que fingir que era una gallina para que pudieran escapar, todo por unas pocas especias.
Ha pasado tiempo en verdad, aun continuo a la expectativa en cuanto al chico, pero con el tiempo comencé a pensar que quizás solo cometí un error, que solo es un chico cualquiera y que solo movieron un poco mi soledad, pero es extraño que el día en que llegaran, cosa que seguro olvide mencionarte, la luna brillara casi tanto como la noche que perdió su corazón, casi parecía celebrar su llegada dejándose ver de día, a pesar de que al eclipsar al sol en la plenitud del día eso no suele suceder, en fin, puede que no sea lo que estoy buscando, pero hay algo en él, o en ellos y no sé qué pueda ser.
Tarde o temprano descubriré que esconde el muchacho si es que hay algo que encontrar y si antes esa mocosa no me deja sin plumas también descubriré que está buscando ese vigilante de olor asqueroso y su acompañante, solo espero que, si me están buscando o esperan una oportunidad para enfrentarme, sean un digno oponente de mi poder y de mis viejas plumas.
Descarga nuestro contenido y cuéntanos que te parecido en nuestras redes
Movidos por la necesidad de un mejor futuro, dos niños inician un viaje a través de un mundo extenso y maravilloso que les dará muchas aventuras como pago por atreverse a cambiar su aparente destino. En un punto de ese viaje cruzarán sus caminos con una poderosa ave roja como la roca hirviendo, que movida por la misma curiosidad que ellos, será su guía, protector y en las muchas ocasiones, su amigo, pues sus aventuras cruzaran caminos con seres que pueden ser ayuda o perdición.
Un gran mundo nos espera, desconocido, misterioso y mágico. Una canción guarda un sueño que aún no ha sido soñado. Una pregunta escondida detrás del dolor de la luna parece no tener respuesta.
Muchas maravillas esperan a estos tres aventureros que, aunque estén perdidos en lo más oscuro, estarán siempre bajo la luz, del corazón perdido de la luna.