Justificación

Al reflexionar sobre los requisitos necesarios para llevar a cabo una vida saludable, inconscientemente tendemos a pensar en hacer ejercicio físico diariamente, no comer bollería industrial, refrescos ni gominolas y seguir una dieta completa y equilibrada, pero, ¿en qué consiste realmente este último punto?
 
De acuerdo con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), una buena dieta tiene que cumplir diez principios básicos: variedad, abundancia de frutas y verduras, incluir leguminosas y frutos secos, priorizar el consumo de pavo o pollo antes que carnes rojas, utilizar cereales, preferiblemente integrales, como base de la mayoría de las comidas, regular el consumo de azúcar, evitar las grasas saturadas, reducir la cantidad de sal que tomamos y que está siempre sea yodada, tomar lácteos a ser posibles desnatados de forma diaria, y finalmente beber agua. 
A pesar de tener interiorizado que es necesaria una ingesta diaria de agua, en muchos casos olvidamos integrar esta última clave en nuestra rutina, relegándola a un plano secundario cuando en realidad se trata de una cuestión esencial para el correcto funcionamiento de nuestro metabolismo. El agua permite la digestión, absorción, transporte y eliminación de residuos, actuando como disolvente de nutrientes, así como mantener una temperatura corporal constante. Este tema nos lleva a una segunda cuestión, ¿cómo ingerimos el agua?