Teatro Barceló

Madrid 1930

Luis Gutiérrez Soto, el arquitecto más reconocido de la época –y artífice del estilo de construcción del Barrio de Salamanca o el edificio del Ministerio del Aire entre otros- construye en la calle Barceló de Madrid un edificio de inspiración naval en honor al marino que da nombre a la calle.

El edificio, que comenzó albergando una sala de cine y un teatro, terminó por dar cabida en los años 80 a la discoteca más emblemática y clásica de Madrid; eje del movimiento de la movida y punto de encuentro de todo aquel que tras una época de represión y “pudor” social quería ver y ser visto.

La Movida…

Tras varios años de transición política y en una época en la que España comienza a abrirse al exterior, surge la necesidad de dejar atrás los protocolos y los prejuicios sociales. Era el momento de desinhibirse y explorar nuevas experiencias. Comenzaba el movimiento hoy célebre en el mundo entero: La Movida.

Con el apoyo público del Alcalde Tierno Galván -apodado popularmente como el alcalde de La Movida- se inaugura en 1980 en aquel imponente teatro de la calle Barceló una discoteca que recuerda al Studio 54 de Nueva York. Un espacio que desde su apertura marcó la diferencia, un espacio en el que dentro podían convivir todos los ámbitos de la sociedad porque solo tenían un objetivo común: pasarlo bien.

Ese espíritu de cambio que experimentaba la ciudad comenzó a atraer a numerosos turistas y personalidades que querían conocer de primera mano el movimiento variopinto que se estaba fraguando en Madrid.

Muchas historias tras sus paredes…

Muchas son las caras conocidas que han pasado por sus puertas y muchas las historias que se guardan tras ellas.

Artistas internacionales de la talla de Andy Warhol, músicos consagrados como Prince o los Rolling Stones o miembros de la realeza extranjera como Estefanía de Mónaco o Sofía de Habsburgo podían acabar la noche bailando junto a personajes destacados de la cultura, la sociedad, la política o la música española como Miguel Bosé, Pedro Almodóvar, la Duquesa de Alba o los miembros de Mecano.

Pasados los años álgidos de la Movida, el Teatro Barceló nunca perdió el espíritu de glamour y transgresión que le caracterizó durante los 80 y siguió siendo el símbolo de la noche madrileña acogiendo innumerables fiestas y convirtiendo la tarjeta VIP de la sala un auténtico objeto de deseo que solo estaba al alcance de los más privilegiados.

Hoy, en una época de cambio en la que es necesario reactivar el espíritu de convivencia y libertad, Teatro Barceló vuelve acoger entre sus paredes, nuevos generaciones que cojan el testigo de un pasado con mucha historia; ofreciendo diversión y ocio de manera ininterrumpida.


El autor define así su obra, una de las más logradas de la arquitectura racionalista madrileña y uno de los mejores locales de espectáculos de Europa en aquel momento: "1930. Construyo mi cuarto cine, el Barceló, de marcada personalidad y acierto". La adaptación en diagonal de su planta a un pequeño solar en esquina es puesta como ejemplo de buena utilización del espacio y forma favorable de la sala por Ernst Neufert en su conocida obra "El arte de proyectar en arquitectura". Constaba el proyecto de una sala de fiestas en planta sótano, patio de butacas y anfiteatro para proyecciones cinematográficas y representaciones teatrales en el resto. En la cubierta se dispuso un nuevo local para cine al aire libre con anfiteatro en dos niveles. La composición de los alzados, así como la decoración interior, están en la línea más avanzada de la arquitectura racionalista, en relación con las obras de Mendelsohn y dentro de un grupo de proyectos contemporáneos del mismo Gutiérrez Soto, como la piscina La Isla, el antiguo aeropuerto de Madrid o el cine Europa de la calle Bravo Murillo -los dos primeros han desaparecido y del tercero sólo conservamos la alterada reconstrucción de su fachada, pues fue vaciado interiormente-. El mismo cine Barceló se transformó profundamente para albergar una discoteca; afortunadamente, nos queda su fachada, exquisita y moderna.