19 de mayo, 2024

Oración Inicial

Oración utilizada por San Eugenio de Mazenod antes de la Meditación

Oh María, Virgen Inmaculada, fiel adoradora del Padre, Madre admirable del Hijo de Dios, Esposa del Espíritu Santo, suscita en mi alma los sentimientos que tú experimentabas al meditar en tu corazón los misterios que se te revelaron y hazme vivir plenamente el misterio de tu Hijo, mi Salvador, en unión con todos los fieles que honran a la Santísima Trinidad en la oración. Amén.

Texto Oblato

¿Qué necesidad hay de lenguas de fuego para ver, de alguna manera, la presencia del Espíritu Santo? En estas ocasiones, su presencia me es perceptible y me siento penetrado de ella hasta el punto de no poder contener mi emoción. Tengo que esforzarme para no llorar de alegría y, a pesar de mis esfuerzos, ¡muy a menudo las lágrimas involuntarias delatan el sentimiento con el que estoy animado y que es sobreabundante en todos los sentidos del término! (San Eugenio de Mazenod, Diario, 18 de febrero de 1844).

Del Evangelio Según S. Juan:

“Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré a ustedes de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí y ustedes también darán testimonio, pues desde el principio han estado conmigo. (15, 26-27).

Reflexión:

Durante su tiempo en el Seminario de San Sulpicio, San Eugenio tuvo la oportunidad de reflexionar a menudo sobre un cuadro de Carlos Lebrun del acontecimiento de Pentecostés. Es una imagen que le acompañó a lo largo de su peregrinación e influyó en su celo misionero. El Espíritu Santo ya había infundido a San Eugenio el carisma que le llevó a fundar nuestra familia misionera. Ahora seguiría inspirando una fidelidad creativa y un celo misionero que se extenderían al resto del mundo. Pentecostés celebra el nacimiento de la Iglesia. Esta es la misma Iglesia por la que Cristo dio su vida por amor, y por lo tanto, la Iglesia que San Eugenio amaba. Pentecostés es para San Eugenio una celebración del amor. San Eugenio nos recuerda que ya no es necesario ver lenguas de fuego. Como peregrinos que viven el carisma mazenodiano, ese fuego se revela ahora a través de los esfuerzos misioneros creativos de muchos cuyas vidas han sido testimonio de celosos esfuerzos misioneros. El fuego del Espíritu Santo sigue manifestándose en los Misioneros Oblatos y en otros miembros de la Familia Mazenodiana que viven el carisma en fidelidad creativa y misión. Con San Eugenio, hemos estado con Cristo y damos testimonio del poder de su salvación y de su amor por la Iglesia y el mundo. Al recibir al Consolador, nos encendemos de nuevo para testimoniar siempre el poder del amor del Padre que se nos revela en Cristo, el Salvador. El acontecimiento de Pentecostés hizo peregrinos de la Iglesia. Somos peregrinos que ahora hablamos en lenguas que antes no conocíamos. Somos peregrinos que vivimos la misión de maneras que nunca creímos posibles. Somos peregrinos que seguimos las huellas de San Eugenio que, abierto a la acción del Espíritu Santo dejó que el carisma, el don del Espíritu inspirara su corazón para buscar a los pobres y a los más abandonados. 

Preguntas para reflexionar:

1. ¿Qué valores del carisma de San Eugenio ves manifestados en tu vida o en la vida de tu comunidad mazenodiana local?

2. Qué nuevos desafíos te presenta Pentecostés al reavivar el fuego de tu peregrinación personal y comunitaria como miembro de la familia mazenodiana?

3. ¿Quiénes son algunos de los modelos, pasados o presentes, que te ayudaron a convertirte en peregrino en el carisma de San Eugenio? ¿Qué "lenguas de fuego" invisibles de ellos te inspiran un celo misionero creativo?

Oraciones Finales

Oración de la Familia Mazenodiana:

Padre Santo, venimos a ti porque Jesús nos ha pedido que oremos para que envíes obreros a tus mies. Envíanos hombres y mujeres generosos, apasionados por Jesús, dispuestos a hacer de toda su vida una oblación total a ti, y hacerse cercanos a los más pobres y abandonados, y a anunciar el Evangelio. 

Envíanos, Señor, personas dispuestas a compartir el carisma de nuestro Fundador, San Eugenio de Mazenod, conscientes de la llamada de Dios a formar parte de la Familia Mazenodiana y a servir a los pobres y a los más abandonados. 

Bajo la inspiración y la protección de María Inmaculada, ayúdanos a encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas y a ofrecerles a Jesús, fuente de nuestra esperanza, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Salve Regina:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, 

vida, dulzura y esperanza nuestra. 

Dios te salve. 

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, 

a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. 

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, 

vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, 

y después de este destierro, muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. 


V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, 

R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


Versión en Latín de la Salve Regina

La cantan los Misioneros Oblatos al final de sus servicios de oración, normalmente la oración de la tarde, y después de exequias de los Oblatos.

Salve, Regina, Mater misericordiæ,

vita, dulcedo, et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevæ,

Ad te suspiramus, gementes et flentes

in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos

misericordes oculos ad nos converte;

Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,

nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.


Bendición: 

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos conduzca a la vida eterna. Amén.


V. ¡Alabado sea Jesucristo!         

R. ¡Y María Inmaculada!   


O

V. Laudetur Jesus Christus!

R. Et Maria Immaculata!