16 de junio, 2024

Oración Inicial

Oración utilizada por San Eugenio de Mazenod antes de la Meditación

Oh María, Virgen Inmaculada, fiel adoradora del Padre, Madre admirable del Hijo de Dios, Esposa del Espíritu Santo, suscita en mi alma los sentimientos que tú experimentabas al meditar en tu corazón los misterios que se te revelaron y hazme vivir plenamente el misterio de tu Hijo, mi Salvador, en unión con todos los fieles que honran a la Santísima Trinidad en la oración. Amén.

Texto Oblato

El desánimo es una debilidad. Si lo analizas bien, descubrirás que está causado por el amor propio. El Señor, al encomendarte la alta misión de sembrar, plantar y regar, se ha reservado para sí la concesión del crecimiento y la madurez cuando le plazca y como le plazca. Haced, pues, lo que se os ha encomendado y dejad a Dios lo que sólo a Él pertenece, (San Eugenio de Mazenod, Carta al Padre Mille, 13 de diciembre de 1840).

Del Evangelio Según S. Marcos:

“¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”. (4: 30-32).

Reflexión:

Existe una oración popular erróneamente atribuida a San Óscar Romero llamada "Profetas de un futuro que no es el nuestro". En esta oración, el autor desafía la idea de que, como ministros, con demasiada frecuencia podemos confiar en nuestros propios esfuerzos de evangelización por el deseo de ver los resultados de nuestros esfuerzos. Sin embargo, la comparación que Jesús nos hace en la parábola del grano de mostaza nos recuerda que nosotros somos simplemente las semillas de la posibilidad. Como peregrinos con San Eugenio, estamos llamados a ser cooperadores con Cristo, el Salvador. Nosotros simplemente plantamos la semilla. Me maravilla la gente que tiene la capacidad de cultivar plantas hermosas. Requiere paciencia, determinación, cuidado y, sobre todo, confianza. Estas son las características que también debemos poseer como peregrinos misioneros. A veces significa también apartarse del camino de Dios y hacer lo que se nos ha encomendado: plantar la semilla y dejar que Dios sea Dios. Lo que San Eugenio comprendió es que el ego a menudo puede ser perjudicial en nuestra misión. El amor propio nos hace débiles porque ya no permitimos que el grano de mostaza crezca hasta convertirse en posibilidad. Es posible que nunca veamos en qué se convertirá ese pequeño grano de mostaza. Sin embargo, Cristo nos promete que se convertirá en la más grande de las plantas. Esta es nuestra esperanza como peregrinos: que las semillas que plantamos con fervor crearán un lugar en el Reino para todos los que buscan el amor de Cristo. Hay una rama para todos. Primero, sin embargo, debemos permitir que la semilla crezca. Volvamos a centrarnos, a lo largo de este viaje peregrino con San Eugenio, en la misión de Cristo, y no en una que busca ver los resultados de nuestros propios esfuerzos. Como escuchamos al final de esa hermosa oración: "Puede que nunca veamos los resultados finales, pero esa es la diferencia entre el maestro de obras y el obrero. Somos obreros, no maestros de obras; ministros, no mesías".


Preguntas para reflexionar:

1. ¿Qué elementos de la espiritualidad de San Eugenio te ayudan a confiar en los dones que te ha dado el Espíritu para la evangelización y no en tu propio éxito?

2. ¿Qué desafíos encuentras como peregrino misionero que te impiden caer en la trampa de ver triunfos personales?

3. ¿Qué te ayuda a ser más intencional a la hora de dejar que el grano de mostaza crezca como debe en tu espiritualidad y misión?

Oraciones Finales

Oración de la Familia Mazenodiana:

Padre Santo, venimos a ti porque Jesús nos ha pedido que oremos para que envíes obreros a tus mies. Envíanos hombres y mujeres generosos, apasionados por Jesús, dispuestos a hacer de toda su vida una oblación total a ti, y hacerse cercanos a los más pobres y abandonados, y a anunciar el Evangelio. 

Envíanos, Señor, personas dispuestas a compartir el carisma de nuestro Fundador, San Eugenio de Mazenod, conscientes de la llamada de Dios a formar parte de la Familia Mazenodiana y a servir a los pobres y a los más abandonados. 

Bajo la inspiración y la protección de María Inmaculada, ayúdanos a encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas y a ofrecerles a Jesús, fuente de nuestra esperanza, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Salve Regina:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, 

vida, dulzura y esperanza nuestra. 

Dios te salve. 

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, 

a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. 

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, 

vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, 

y después de este destierro, muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. 


V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, 

R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


Versión en Latín de la Salve Regina

La cantan los Misioneros Oblatos al final de sus servicios de oración, normalmente la oración de la tarde, y después de exequias de los Oblatos.

Salve, Regina, Mater misericordiæ,

vita, dulcedo, et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevæ,

Ad te suspiramus, gementes et flentes

in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos

misericordes oculos ad nos converte;

Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,

nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.


Bendición: 

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos conduzca a la vida eterna. Amén.


V. ¡Alabado sea Jesucristo!         

R. ¡Y María Inmaculada!   


O

V. Laudetur Jesus Christus!

R. Et Maria Immaculata!