Oraison
21 de enero, 2024

 Oración de apertura: 

Oración utilizada por San Eugenio de Mazenod antes de la Meditación

Oh María, Virgen Inmaculada, fiel adoradora del Padre, Madre admirable del Hijo de Dios, Esposa del Espíritu Santo, suscita en mi alma los sentimientos que tú experimentabas al meditar en tu corazón los misterios que se te revelaron y hazme vivir plenamente el misterio de tu Hijo, mi Salvador, en unión con todos los fieles que honran a la Santísima Trinidad en la oración. Amén.

Texto Oblato

El fin de nuestro Instituto es el mismo que el del Hijo de Dios cuando vino a esta tierra, es decir, la gloria de su Padre celestial y la salvación de las almas. Él fue enviado especialmente a predicar el Evangelio a los pobres, y nosotros hemos sido fundados precisamente para trabajar por la conversión de las almas, y particularmente para predicar el Evangelio a los pobres. Los medios que empleamos para alcanzar este fin comparten su excelencia. Son indiscutiblemente los más perfectos, puesto que son los mismos que utilizaron nuestro divino Salvador, sus Apóstoles y Discípulos (S. Eugenio de Mazenod, Apuntes de retiro, 8 de octubre de 1831).

Del Evangelio Según S. Marcos:

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. (1, 16-18).

Reflexión:

A menudo es fácil reducir el carisma de San Eugenio de Mazenod a ser simplemente misioneros de los pobres y los más abandonados. Sin embargo, como miembros de la familia mazenodiana, debemos descubrir la raíz de esa misión. El primer artículo de la Regla de Vida de los Oblatos es el punto de partida para comprender cómo entendía San Eugenio su vocación de trabajar por la conversión de las almas: "El llamamiento de Jesucristo, que se deja oír en la Iglesia a través de las necesidades de salvación de los hombres, nos congrega y nos invita a seguirle.., (C.1). Antes de plantearnos la misión entre los pobres y los más abandonados, debemos escuchar la llamada de Cristo y responder como peregrinos dispuestos a recorrer con Él los caminos del Reino. Cristo nos invita a este viaje sagrado. Como peregrinos con Cristo, aprendemos "su" estilo de evangelización, dejando atrás nuestras agendas personales para que sea el Reino de Dios el que se lleve a cabo y no un reino demasiado a menudo moldeado por nuestros prejuicios personales. Los peregrinos, pues, comienzan con una conversión personal. Como los apóstoles y San Eugenio, la conversión requiere dejar atrás las redes que pueden impedirnos responder plenamente a la invitación de Cristo. Te invito a meditar sobre el icono en la página siguiente, escrito por un miembro de nuestra Familia Mazenodiana en EE.UU. Representa a San Eugenio como uno de los pescadores llamados por Jesús. Nos muestra una actitud de apertura para convertirnos en peregrinos con él mientras escuchamos la llamada de Cristo y hacemos el fin de la familia Mazenodiana de predicar el Evangelio como cooperadores de Cristo, el Salvador y evangelizador, invitando a otros a arrepentirse, y creer en el Evangelio. 

Preguntas para reflexionar:

1. ¿Cuáles "redes" te impiden todavía responder plenamente a la invitación de Cristo a seguirle?

2. La invitación de San Eugenio a ser peregrino con Cristo tuvo lugar en oración ante Cristo crucificado. Cuál fue para ti ese momento de escuchar la llamada de Jesucristo a ser peregrino anunciador del Reino?

3. Meditando sobre el icono de la llamada de San Eugenio como pescador de hombres, nombra qué elementos del icono hablan a tu corazón sobre cómo responder a la invitación de Cristo a unirte a él en el sagrado viaje del Reino como peregrino.

Oraciones Finales

Oración de la Familia Mazenodiana:

Padre Santo, venimos a ti porque Jesús nos ha pedido que oremos para que envíes obreros a tus mies. Envíanos hombres y mujeres generosos, apasionados por Jesús, dispuestos a hacer de toda su vida una oblación total a ti, y hacerse cercanos a los más pobres y abandonados, y a anunciar el Evangelio. 

Envíanos, Señor, personas dispuestas a compartir el carisma de nuestro Fundador, San Eugenio de Mazenod, conscientes de la llamada de Dios a formar parte de la Familia Mazenodiana y a servir a los pobres y a los más abandonados. 

Bajo la inspiración y la protección de María Inmaculada, ayúdanos a encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas y a ofrecerles a Jesús, fuente de nuestra esperanza, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Salve Regina:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, 

vida, dulzura y esperanza nuestra. 

Dios te salve. 

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, 

a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. 

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, 

vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, 

y después de este destierro, muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. 


V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, 

R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


Versión en Latín de la Salve Regina

La cantan los Misioneros Oblatos al final de sus servicios de oración, normalmente la oración de la tarde, y después de exequias de los Oblatos.

Salve, Regina, Mater misericordiæ,

vita, dulcedo, et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevæ,

Ad te suspiramus, gementes et flentes

in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos

misericordes oculos ad nos converte;

Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,

nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.


Bendición: 

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos conduzca a la vida eterna. Amén.


V. ¡Alabado sea Jesucristo!         

R. ¡Y María Inmaculada!   


O

V. Laudetur Jesus Christus!

R. Et Maria Immaculata!