Alda Merini
Padre...
(a Juan Pablo II)
Padre,
pareces una hiedra lejana
con tu dulce alegría
al acariciar el rostro del Señor
para sosegar su lenta rabia
por las iniquidades del hombre.
Dios es el enorme tragafuegos del mundo,
lleno de ternura por aquellos
que admiten el pecado
y el engaño de los hombres.
Tú eras el títere predilecto,
un hombre débil que logró
convertirse en Santo.