Alda Merini

David, hágase el silencio...

David, hágase el silencio

en torno a tu gran clamor

contra los impíos.

Cómo gritabas el nombre de María,

la mujer que felizmente entró

en la cueva del demonio

para arrebatarle los secretos

de la muerte.

Pero tú no mueres

porque tu raíz está enterrada

hasta en mi vientre.

Cada maternidad te sonrió,

veías al Señor como a un padre.

También tú

que temblabas ante la muerte

te alzaste como un monumento.

Estabas armado de espada y justicia,

caíste como héroe en tu tumba

de donde surgen todavía plegarias.

Ruega por nosotros, David,

estamos llenos de dolor,

nos manchamos la cara con el pecado,

pero tu cara es limpia y solemne:

es la lágrima absorta del buen Dios.

Recibe a cada uno de nosotros

en tus rodillas

como un hombre crucificado,

un palo que arde

de oscura miseria

y de nuevo se vuelve niño en tus brazos.

Alda Merini en Padre mio [2009] 

Trad. Jeannette Lozano Clariond