Alda Merini
Adiós, viejo profundo...
(a Juan Pablo II)
Adiós, viejo profundo,
hecho de vértices
que todos han visto.
Eran espinas
que entraban en el alma
y se convertían en flores.
Hemos perdido el corazón de Dios,
su lenguaje:
y sin embargo por la noche,
cuando duermo sola,
tiendo mi mano hacia ti.
Y aún estás allí palpitante,
y no quieres y no puedes morir.