13/05/2022
El día de hoy ha sido sin duda el más emotivo de todo el viaje. Al hacer el checkout, hemos puesto en valor todo lo que ha supuesto esta experiencia para nosotros. Abandonamos el piso sobre la bocina, y aprovechamos el paso por recepción para coger nuestros últimos caramelos de toffee que tenían allí (están de escándalo). El clima alemán nos despidió por todo lo alto y cayó lo que no había llovido en las dos últimas semanas. Aprovechamos la mañana para dar la última vuelta por la ciudad, comprar algún detalle que se nos hubiera quedado pendiente y salir hacia Múnich.
El viaje en tren fue toda una experiencia: tardamos una hora en salir, porque resultó que no saldría hasta que se llenara. Cuando arrancó tuvimos que lidiar con el equipaje como si se tratara de un toro de lidia, porque en cada curva nuestras maletas daban tumbos por todo el vagón. Luego tuvimos que hacer un trasbordo. Lamentablemente no nos tomaron la velocidad a la que nos movíamos por la estación, pero estoy seguro que era de récord. En el carrerón destacó Enrique, que tuvo que cargar con dos maletones por los diversos tramos de escaleras para ayudarnos con nuestros equipajes.
Al llegar al aeropuerto comimos rápidamente y pasamos por los controles sorprendiendo a algunos policías con un picnic muy completo con el que más tarde cenaríamos. Aún no nos creemos que pasara intacto por los arcos. De Múnich volamos hasta Frankfurt para hacer escala. Mientras esperábamos el segundo vuelo, Bruno y Pepe hicieron su "last dance" en la terminal mientras sonaba el Gran Vals de Tárrega. Ni siquiera la seriedad que caracteriza a los alemanes (que no por ello dejan de ser muy amables) pudo evitar algunas sonrisas entre los presentes.
Ya en el segundo vuelo empezaron las emociones fuertes. Fueron tres horas llenas de abrazos, agradecimientos y relatos anecdóticos del viaje. Nadie quería que el avión aterrizara, pero si lo pensamos en frío, mejor que ocurriera a que se quedara sin combustible y nos estrelláramos. Recogimos los equipajes con algún sustillo, porque parecía que se pudo hacer extraviado la maleta de Jonás, y nos dirigimos hacia el recibimiento de nuestros padres, que tenían una sonrisa en la cara. No daba la impresión ni de que llevaran un buen rato esperando, ni de que fuera medianoche. Nos despedimos todos temporalmente (porque más que acabar una experiencia, empiezan unas bonitas amistades) y nos marchamos a tener nuestro merecido descanso en casa.
Antes de cerrar este blog, nos gustaría agradecer a Elena, Enrique y Estefanía su presencia y acompañamiento en el viaje; a Silvia Mahedero porque la hemos sentido en todo momento con nosotros y nos hubiera gustado que hubiera disfrutado con nosotros del viaje. A la universidad y al Leopold Mozart por abrirnos sus puertas; y queremos mencionar especialmente a Nélida, Andreas y los profesores que nos han dado clase en la facultad, además de todos los profesores que tan bien se han portado con nosotros en el LMZ. Tampoco nos olvidamos de los profesores del Carra y de los institutos que se han mostrado comprensivos con nosotros, la comisión Erasmus del Carra y la Unión Europea. Hemos de mencionar a todas las personas que se han cruzado por nuestro camino, como el concertino Raudales, un gran violinista y un hombre muy amable, el director del coro de góspel, los coreógrafos del ballet...además de todos los alemanes, que se han portado como anfitriones de lujo. Por último, agradeceros a los lectores vuestro seguimiento y animamos encarecidamente a que todos los alumnos del Carra participen en el proceso de selección de la próxima movilidad.
Un abrazo muy fuerte, y esperamos veros formando parte de la familia Erasmus+.