juan josé asín orduña

HORAS QUE PASAN

mi blog de poesías y artículos en castellano y francés.

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Notas para una biografía

« On n’est jamais si bien servi que par soi-même »

Comenzaré con este proverbio francés, que aunque parezca una evidencia no lo es tanto. Quiero, además, empezando con una frase en francés, alegar que llevo estas dos culturas muy ahondadas en mi ser; soy español porque nací en España, me crié en España y las bases de mi cultura las saco de la enseñanza española que la escuela pública, en mi niñez y un colegio de religiosos en mi mocedad me inculcaron; porque tengo DNI y pasaporte español; y soy también francés (tengo CNI francesa), pues el roce con la vida de adulto me ha enseñado la dura realidad de construir una familia, ganarse la vida y comprender el mundo que nos rodea.

Hubiera podido decir que soy español y que fui, en Francia, un mero exilado económico, pero no es tan sencillo; llevo también en mi, este espíritu francés de la libre conciencia, de la ciudadanía responsable y participativa y tengo mucho agradecimiento a este pueblo por lo que he podido conseguir con mi trabajo, par mí y para mis hijos.

Aunque ahora, que el tiempo que la vida me ha impartido ya va mermando, siento también una inmensa desgarradura de haber estado ‘obligado’ (nunca el hombre libre está obligado de hacer lo que no quiere, eso se dice…) de vivir (no diré sin España pero sí) fuera de España.

Nací en Peralta (Navarra) en 1948 en una familia humilde. Niño en Peralta, por aquellos tiempos era ir a la escuela y pasar el resto en las calles, el monte y el río, con bandas de compañeros de barrio. Creo que me gustaba leer, y de mis lecturas (aunque sean los tebeos) aprendí algunas palabras que todavía me vienen a mi mente. También tocaba “ir al campo”, a cosechar lo poco que mi padre producía: algunas verduras, un poco de trigo, entrar la paja en el granero, desgranar pinochas (mazorcas) de maíz con una maquinilla de a mano que tenía mi abuelo. Días felices bajo “ese sol de la infancia” (A. Machado).

Un día pasó un fraile (siempre llevo en mi corazón al Padre Carlos) y como yo tenía la edad de ir al colegio (10 años) me llevó consigo; así me encontré en un colegio de pasionistas en Zuera (Zaragoza) donde hice mis estudios segundarios que naturalmente conducían al noviciado para comenzar una vida de misionero. Pero la adolescencia acarrea cosas que uno se imagina imprescindibles y que deben cambiar el rumbo de su vida. Con 18 años me salí del convento y (yo que quería ser poeta, periodista y escritor) me encontré en Francia donde mis padres –emigrantes- residían.

Sin saber la lengua (cuatro palabras sueltas de francés que un Padre belga nos había enseñado en el colegio) qué otro remedio que de echarse a trabajar donde fuera.

Así fui obrero en metalurgia trabajando a turno (mañana, tarde y noche); aprendí el oficio de electricista y trabajé como mandrinador en la fábrica donde trabajaba mi padre de peón.

Con el futbol, en el cual era algo bueno (a nivel de pueblo), entré en relación con la juventud francesa y con las chicas que admiraban a los jóvenes futbolistas. Naturalmente, toda la enseñanza católica que había insuflado mi mocedad, continuaba en mí y la misa de los domingos era una obligación.

La misa y el futbol, ambos, me llevaron a encontrar una chica adorable que quiso ser mi mujer. Del Norte donde vivíamos, nos trasladamos a Paris. Llegaron los hijos. Trabajé para mejorar mi condición con estudios de informática, oficio que luego ejercí durante más de 30 años.

Retorno al Norte (1980). Me apasiona la pintura y sigo cursos en la Escuela de Bellas Artes de Valenciennes (1990) y luego en la Escuela de Arte de Denain donde un duende del grabado (con nombre Patrick Vernet) me acapara y hechiza. Desde entonces el grabado y la pintura han sido y son mis compañeros de ricas horas.

También la poesía (ya en el colegio había tenido inicios balbucientes) era compañera mía, pero como se dice, en diletante. En grabado descubro los “Libros de Artista” y esa aventura de crear bellos libros de grabado y poesía me acaparan de nuevo y hacen que mi amor a la poesía renazca de las cenizas donde se encontraba para complementar mis grabados.

Naturalmente, en la colisión con el francés, mi castellano se va desmoronando ya que sólo llevaba en mi mochila las palabras de mis 20 años.

Llega la hora de la jubilación (2008). La poesía resurge con palabras más escarbadas con intención de mantener una dicción clara pero más elaborada. Son palabras que quieren emprender el arriesgado viaje de la publicación; yo les digo que llegan a deshora, que no interesan a nadie; que hoy ya no se lee poesía… Ellas me dicen que una palabra en el viento ¿quién sabe donde irá a parar?

Así va la cosa.

Una vista de Peralta

Una vista de Peralta