Dra. Gisela Saint Martin
Departamento de Radiobiología, GAATEN, CNEAOmar Alberto Bernaola, “físico” (a secas) como él decía cuando le preguntaban por su título, nació en la ciudad de Cruz del Eje, Pcia. de Córdoba, el 7 de abril de 1937. Su temprana vocación por la física lo llevó al Instituto de Matemática, Astronomía y Física de Córdoba (entonces IMAF, actualmente FAMAF) donde estudió entre 1957 y 1960. Ahí fue su primer contacto con Enrique Gaviola, por cuya iniciativa se creara dicha institución en 1956. Luego pasó al Instituto Balseiro de Bariloche, completando su carrera de Física en 1963. Tuvo allí la oportunidad de desarrollar su habilidad experimental, ayudado por una gran intuición física y motivado por la cercanía de importantes figuras de nuestra ciencia, como Balseiro, Gaviola, Beck, Maiztegui, Thieberger y muchos otros.
Ya egresado, con beca de post grado de la CNEA, trabajó en electrónica nuclear y contribuyó al desarrollo de un equipo de efecto Mössbauer, muy poco tiempo después de que la importancia de este fenómeno fuera reconocida, en 1961, con el otorgamiento del Premio Nobel a su descubridor, el físico alemán Rudolf Ludwig Mössbauer. Algo más tarde en Buenos Aires, en la Sede central de la CNEA, Omar participó en la gran tarea de extraer el haz de partículas aceleradas por el Sincrociclotrón, que, tal como había sido adquirido, permitía sólo disponer de un haz interno. Al mismo tiempo comenzó su carrera docente en la UBA, en la Facultad de Ingeniería.
Como consecuencia del golpe de Estado de Onganía en 1966 y de la intervención de las Universidades, debió buscar nuevos horizontes, como muchos otros. Bernaola trabajó durante 13 años en el exterior. En la Universidad de Oriente de Cumaná, Venezuela, y luego en Caracas, completó su doctorado, teniendo que cambiar su línea de trabajo reemplazando la física nuclear por temas asociados a problemas biológicos o medicinales. En su actividad aplicó métodos de la física en una enorme labor multidisciplinaria que iba desde el estudio de variables asociadas con la calidad de los huevos de gallina, hasta la resistencia a la ruptura de suturas dérmicas (United State Patent 3.847.155. Methods for the elimination of scars using copolymer films in place of surgical sutures. USA November 12, 1974) y al estudio físico del ciclo pulmonar humano (Tesis. Ciclo pulmonar humano. Consideraciones para su funcionamiento Universidad Católica A. Bello. Caracas. Venezuela). En ambas Universidades, y posteriormente en la Universidad Metropolitana de Caracas continuó su carrera docente llegando a ser Profesor Titular en diversas asignaturas y Jefe de Cátedra. De los años pasados en Venezuela, que según creo constituyeron una de las etapas más felices de su vida, atesoró innumerables y valiosas experiencias, que no se cansaba de relatar, y amigos con los que mantuvo estrecho contacto aún a la distancia hasta poco antes de su muerte.
Omar regresó a la Argentina hacia fines de 1980, reincorporándose como investigador en el Departamento de Radiobiología de la CNEA (del que años después fue Jefe, entre 1991 y 1993). Sus estudios de daño por radiación en sistemas vivos le llevaron al problema de la dosimetría, y éste al campo de la utilización de detectores orgánicos e inorgánicos de trazas nucleares. Para ello Omar impulsó numerosos estudios destinados a entender la física ligada a las trazas, formando un grupo de trabajo de físicos jóvenes. Numerosas publicaciones en revistas internacionales sobre este tema, incluyendo artículos de review, convirtieron a Omar en un referente internacional y lo llevaron a organizar y a participar en varias conferencias internacionales y a convertirse en Regional Representative of the Office Bearers of the International Nuclear Track Society entre 1988 y 1998 y en miembro del Executive Committee and Regional Representative de la International Nuclear Track Society, teniendo que renunciar por enfermedad en 1994.
Su participación fue decisiva en la creación de SAFIM (Sociedad Argentina de Física Médica) de la que fue uno de los fundadores, tras haber organizado el Primer Workshop de Física Médica en San Carlos de Bariloche, en 1988. En esta Sociedad ocupó los cargos de Tesorero, Vice Presidente y posteriormente Presidente, en 1994.
Respecto del Primer Workshop de Física Médica en Bariloche, en 1988, quiero remarcar su empeño en que jóvenes investigadores, becarios y estudiantes pudieran participar de estas reuniones, debido a su constante preocupación por las nuevas generaciones de científicos. En aquella oportunidad todos los del grupo del laboratorio colaboramos con él en la parte operativa de la organización. Recuerdo particularmente su esfuerzo en lograr fondos para poder brindar ayuda económica o “becas” a estudiantes y jóvenes profesionales que estuvieran interesados en asistir al Workshop. Algunos de los que participaron de la organización recuerdan haber recorrido con él montones de hosterías de bajo precio a ver si se podía alojar allí a estudiantes de Argentina y de toda América Latina, y realmente lo lograron en buena medida. Hizo malabares para conseguir alojamiento para todos ellos, con bolsas de dormir, o como fuera. Su pasión porque pudieran participar era contagiosa y lograba que los jóvenes se entusiasmaran con estas iniciativas. Incansable en la organización, integraba también a todos socialmente a través de las reuniones nocturnas con música y baile de los distintos países.
También fue miembro fundador de la SARRF (Sociedad Argentina de Radioterapia Oncológica, Radiobiología y Física) en 1983. Participó como miembro de otras Sociedades Científicas, entre ellas: AATN (Asociación Argentina de Tecnología Nuclear), AFA (Asociación Física Argentina, de la que fue nombrado Miembro Honorario en 2011), ASOVAC (Asociación Venezolana para el Avance de las Ciencias), NYAC (New York Academy of Sciences), SAR (Sociedad Argentina de Radioprotección) y APCNEA (Asociación de Profesionales de la CNEA, en la que formó parte del Comité de Ética).
Su incesante actividad también se ha visto reflejada en la redacción de libros técnicos, o en la excelente traducción de la edición bilingüe del tomo II de “Lectures on Physics” de Richard Feynman (que todos los físicos hemos tenido en nuestras manos), en la que participó.
Desde muy joven Omar destacó la importancia de los valores humanos, y eso lo llevó, más adelante, a intentar rescatar la figura de científicos sobresalientes, no solo por sus logros académicos, sino también por sus cualidades humanas. De ahí surgió el libro “Enrique Gaviola y el Observatorio Astronómico de Córdoba” [NdE: ver Enrique Gaviola]. Emprendió esa tarea (que le demandó varios años) con verdadero rigor científico y compromiso, recopilando documentación valiosísima a partir de distintas fuentes y en los diversos lugares por donde pasó Gaviola. Su labor lo llevó también a conocer personalmente a la hija del científico y a su nieta. Sentía gran admiración por el Gaviola que había conocido, pero ésta se acrecentaba a medida que iba encontrando información y descubriendo los diferentes aspectos de la fecundísima vida de este hombre notable. Según decía, en su libro había abarcado sólo algunas facetas de la vida y sólo una parte de la obra de Gaviola, pero hubiera tenido material para dos libros más...
En los últimos años de su vida, nuevamente con la intención de rescatar la memoria de una figura que también había sido clave en su formación como físico, y en el desarrollo de la física teórica en Argentina, Omar dedicó innumerables horas a la redacción de una biografía de Guido Beck (Don Guido, como lo llamaban sus alumnos). Este trabajo, realizado en colaboración con colegas argentinos y brasileños, se basó en una entrevista de varias horas a Guido Beck llevada a cabo en Río de Janeiro, Brasil, durante 1988. Este notable científico, su profesor en Bariloche, fue enormemente admirado por Omar, que atesoraba y contaba anécdotas de Don Guido con respeto y cariño. [NdE: ver Guido Beck ]
También intentó rescatar del olvido otros nombres que fueron importantes en la creación y crecimiento de instituciones científicas o que aportaron al conocimiento en la Argentina. De ahí la última obra de Bernaola: “Al rescate de Georg Nicolai y de su gran obra: el Manifiesto por la Paz de 1914 y Biología de la Guerra de 1915”. Este libro fue editado en 2014, a un año de la muerte de Omar, acaecida el 24 de marzo de 2013.
A estos textos se suman numerosos artículos de divulgación aparecidos en diversas publicaciones (p. ej. “Ultrasonido y Doppler shift en aplicaciones biológicas y médicas. Contribución de investigadores latinoamericanos en los trabajos pioneros en esta disciplina, particularmente en la medición de flujos sanguíneos”, G. Pinardi y O. A. Bernaola. Bitácora-e Revista Latinoamericana de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, 2010, No. 1, o “La CNEA y la tabla de Nucleídos”, O. A. Bernaola. Energía Nuclear Hoy. Año 2. No. 5. Agosto 2010).
En el trabajo del laboratorio siempre fue un experimental nato, para nada dogmático, y atento a los resultados de la experimentación. Una de sus frases era “Datos, Datos”. Ese era el fundamento. La explicación de los resultados vendría después, o la harían otros. Con gran capacidad docente, sus charlas siempre eran claras y podía transmitir los conceptos más complicados de forma que pudieran entenderse. Como Jefe del grupo, para él era esencial la armonía entre los integrantes del laboratorio y priorizaba la calidad humana al “nivel” de un grupo de trabajo. A aquellos que se acercaban a consultarlo por lugares donde ir a trabajar siempre les aconsejaba de esta manera. La puerta de su laboratorio estuvo siempre abierta y así ayudó a varios profesionales jóvenes que acudieron a él por consejo, a que encontraran el lugar que les permitiera desarrollar su talento, dentro o fuera del país.
Omar ha sido una persona honesta y solidaria que permanentemente ha apoyado y ayudado a quienes acudieron a él. Era uno más con el auxiliar, con el técnico, o en los talleres, y sobre todo era evidente su respeto por todo miembro del personal, aun aquellos cuya tarea pasara más inadvertida. A todos les compartía el objetivo y el porqué de cada trabajo, para que tuvieran conciencia de la importancia de su participación dentro del experimento, y de todos escuchaba sugerencias, convencido de que podían aportar mucho desde su experiencia.
Lo dicho refleja apenas algunos aspectos de este hombre de personalidad excepcional. Una persona con una inagotable capacidad de asombro y de entusiasmo por los sucesivos temas de estudio y trabajo en los que se vio involucrado. Ávido lector, también fue un estudioso de la historia y de los diversos aspectos de la cultura y de la realidad actual. Capaz de vivir los obstáculos como desafíos y los reveses como oportunidades, su frase “¡Qué interesante!” se convirtió en un clásico cuando el resultado de un experimento no era el esperado, o cuando su salud no respondía a los tratamientos. Cada vez que era sometido a algún procedimiento o estudio médico no perdía la oportunidad de interesarse por la tecnología involucrada, con una mirada científica, y terminaba haciéndose amigo del técnico, del operador del equipo, o de los cirujanos cuando le extrajeron gran parte del estómago en 2009 a causa del cáncer.
De excelente sentido del humor, siempre se rió primero de él mismo, pero también le divertían las bromas inocentes. Vivió y disfrutó plenamente de la amistad de sus incontables amigos, dispersos por todo el mundo. Definitivamente, una persona comprometida en la construcción de un mundo mejor, apreciado, respetado y querido por todos los que pasamos a su lado. Creo que se podría decir de él que era lo que llamaríamos “un tipo fuera de serie”.
Nota: Conocí a Omar en 1983, cuando ingresé como becaria al grupo de Irradiación y Dosimetría del Departamento de Radiobiología de la CNEA, del que era Jefe. Continué trabajando en el Laboratorio luego de mi doctorado y hasta el día de hoy. Trabajar con Omar, hasta que su enfermedad se lo permitió (2012- principios de 2013), fue un verdadero privilegio.