SEGUNDO DOMINGO
Acoger... porque viene el Señor
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú, que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos,
entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos el rumbo
como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia
nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones se guíen
por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos
por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO Sal 125. 1-2ab. 2cd-3. 4-5- 6 (R:3)
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R.
Recoge, Señor, a nuestros cautivos, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. R.
MEDITACIÓN: La oración de agradecimiento y la fuente de las lágrimas
LECTOR 1: El agradecimiento es la respuesta al amor fiel del Señor, a su misericordia y fidelidad. En este segundo domingo respondemos con este salmo sintiéndonos agradecidos, pues en medio de nuestras ansias y luchas diarias «el Señor ha estado grande con nosotros». El Señor nos llama en la primera lectura de Baruc a quitar de nosotros todo sentimiento negativo, a purificarnos de lo que nos oprime y entristece. Nos pide que dejemos de mirar al suelo de nuestros problemas y contemplemos desde la altura de la fe, desde la confianza en su amor fiel, que el Señor nos guía con su justicia y su misericordia. Es la confianza que va a manifestar San Pablo en la segunda lectura de la carta a los Filipenses, una confianza que comparte con los demás estando en prisión. Y esta confianza es su alegría y su esperanza de encontrarse al final con Cristo, limpio e irreprochable.
LECTOR 2: Este salmo 125 nos enseña a confiar y a agradecer en medio de nuestras opresiones. Con este salmo podemos preguntarnos sobre lo que nos oprime en este momento, sobre nuestras lágrimas. ¿Dónde está la fuente de nuestras lágrimas? ¿Sólo sufro ante las humillaciones y sufrimientos personales? ¿Sólo lloro ante mis frustraciones y deseos no logrados? ¿O sufro y lloro ante mi anhelo de justicia, con los que de verdad sufren y lloran? ¿Dónde está la fuente de mis lágrimas? Cuando en medio de nuestras dificultades y sufrimientos, de nuestros anhelos de justicia, vivimos con esperanza y con alegría, ese es nuestro testimonio.
Al Señor le pedimos que recoja a los cautivos de este mundo, a tantas personas que conocemos y acompañamos y que están esclavizados por tantas dependencias materiales y anímicas. Nosotros podemos estar dentro de este grupo de cautivos también. Que el Señor pueda transformar nuestras vidas como los torrentes del Negueb, que son esas ramblas secas que atraviesan el desierto del sur de Israel, y que cuando en la época de lluvias se llenan de agua bajan como un río, dejando un lecho en donde brotan plantas y flores.
LECTOR 3: Nuestros sufrimientos y lágrimas pueden ser semillas de evangelio cuando las ponemos ante el Señor: «Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío, mis fatigas en tu libro» (Sal 55,9). Pero sólo desde la oración de agradecimiento humilde, como fruto de la confianza, podremos «cosechar entre cantares».
Que sepamos acoger a tantas personas que pasan por la prueba del dolor y del sufrimiento y que por nuestra acogida sus lágrimas se conviertan en agradecimiento al Dios de la vida.
MOMENTO DE ORACIÓN PERSONAL
Relee de nuevo el salmo. Presenta al Señor tu sufrimiento, tus lágrimas, el dolor y el sufrimiento de los que nos rodean, y dale gracias porque él siempre está en medio de nosotros y hace posible que sigamos soñando, haciendo realidad nuestros sueños. Pídele saber acoger el sufrimiento y las lágrimas de toda la humanidad.
Canción: Grandes cosas hizo el Señor – Athenas
COMPARTIMOS LA ORACIÓN
Es el momento de compartir juntos esta oración y lo podemos hacer comentando alguna luz que el Espíritu Santo nos haya sugerido, haciendo alguna petición o dando gracias.
Oración final
Señor, tú has estado grande con tu Hijo
cuando lo arrancaste del poder de la muerte;
renueva, pues, tus antiguas maravillas
en bien de la Iglesia.
Aleja de nosotros todo aquello que nos hace llorar
y haz que después de participar con Cristo en su pasión, experimentemos también como él,
el gozo de una abundante cosecha.
Ayúdanos a acoger a todos aquellos
que pasan por la prueba del dolor,
a todos aquellos necesitados de una mano amiga,
de una comunidad viva,
para gloria de tu nombre
y bien de toda la humanidad.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén