CATEQUESIS DE ADVIENTO
El tiempo de Adviento es un tiempo propicio para la esperanza. Esperamos la venida del Señor que viene a nosotros, a nuestra vida, a nuestro mundo. Este es el gran motivo de nuestra esperanza. Esperamos que mejore la situación de la pandemia; que cesen las injusticias, las explotaciones y las guerras; que tomemos conciencia de la necesidad del cuidado del Planeta, que construyamos puentes en lugar de muros… Pongamos de nuestra parte lo poco o mucho que podamos aportar, porque toda piedra hace pared, todo grano hace granero. Lo que no hagamos nosotros quedará por hacer. Sabiendo que somos limitados, pero tenemos la fuerza del Espíritu con nosotros. Tenemos que salir, acoger, discernir e integrar.
Son verbos que atraviesan la Biblia y que el Papa Francisco nos ha refrescado.
Salir
Abraham salió de su lugar a una tierra nueva obedeciendo a Dios. El pueblo de Israel salió de la esclavitud de Egipto para conseguir la libertad y llegar a la tierra prometida. Jesús y los apóstoles salieron a sanar y predicar la Buena Noticia. Los primeros cristianos salieron a comunicar la Buena Noticia de Jesús y a crear comunidades cristianas por todas partes…
Los cristianos somos las personas del camino, como los discípulos de Emaús. Como nos indica el Papa Francisco: “Todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.” (EG 20)
Salir al encuentro del hermano necesitado, como María salió al encuentro de Isabel y los pastores salieron a ver a aquel niño envuelto en pañales. El Señor que viene nos tiene que encontrar en salida, para que lo encontremos en el camino, allí donde Él se quiera hacer presente.
Acoger
Abraham acogió a aquellos ángeles que llegaron a su tienda. Los apóstoles fueron acogidos en pueblos donde llegaban. El buen samaritano acogió y cuidó al herido en el camino. Al final seremos juzgados del amor: “Venid vosotros, benditos de mi Padre… porque fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25,34-35). María acogió a Jesús en su seno: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Como nos invita el Papa Francisco: “Que la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos.” (EG 86).
Los cristianos tenemos que ser personas acogedoras: acoger en nuestro corazón al Señor que viene a nuestra vida en su Palabra, acogerle en las personas y situaciones donde viene a nuestro encuentro.
Discernir
Jesús, cuando tenía que tomar una decisión importante, subía al monte a orar y discernir cual era la voluntad del Padre. Lo hizo hasta el final, en el huerto de los Olivos: “si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. María escucha al ángel, acoge su propuesta en su corazón y se abre a la voluntad de Dios.
Como sugería el Papa Francisco: “Reconozco que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, «lugares donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales». (EG 77)
El tiempo de Adviento es un buen momento para discernir, a la luz de la realidad y de la Palabra, por dónde y en qué realidades sigue viniendo hoy el Señor a nuestro mundo, a nuestro pueblo o barrio, a nuestra comunidad parroquial, a nuestra vida. Discernir por dónde y a qué nos llama el Señor.
Integrar
Jesús atendía a todos sin hacer acepción de personas: se relacionó con la samaritana, acogió, tocó y curó a todo tipo de enfermos, incluso a los leprosos, se dejaba invitar por publicanos y pecadores y comía con ellos… Los primeros cristianos entendieron esto, y así, san Pablo dice a la comunidad de Galacia: “Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gál 3,27-28)
Así nos dice el papa Francisco: “Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida… Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias.” (FT 217)
El Señor viene para todos, para dignificar a todas las personas. Para un cristiano no hay fronteras, todos somos hijos del mismo Dios, todos hermanos. Somos llamados a construir puentes que unan y acerquen a las personas y no muros que separan. Que el Señor que viene a nuestra vida nos ayude a ello.
Este Adviento es tiempo propicio para la presencia de Dios en nuestras vidas. El Señor viene, procuremos que no pase de largo sin enterarnos, abramos nuestro corazón a su venida, a su Palabra, a su presencia en las periferias de nuestro mundo. Él viene en tantas personas con las que nos encontramos. Salgamos en su búsqueda, acojámoslas, seamos capaces de discernir y, desde la cultura del encuentro, integrar y crear espacios donde quepamos todos.
Que como María nos abramos a la voluntad del Señor.