ESCENARIO DEL CRIMEN

Aquella parte del salón era capaz de ofrecer destinos a medida en la vida. Mientras se apagaba la luz del poniente, era un lugar donde poder oír el latido de la tormenta alojado en la fragilidad clandestina de la conciencia. Allí donde la eternidad cabe en un negroni.

Desde la biblioteca llegaba un rumor de psicofonías con instrucciones del pasado. Anotaciones en la libreta de la mesa camilla: a los doctrinarios les sobra soberbia y a las perplejidades metafísica. Hubo un tiempo en el que el escepticismo era una forma de decencia.

La decoración espacio-temporal nos sitúa ante una encrucijada ética, aunque se echa de menos una jarra con zumo Tang y un kimono. En la hornacina de cristal, entre bolas del algodón, descansa el cerebro de un héroe.