EL ENAMORADO

No hacía mucho tiempo que había llegado a la localidad en busca de un trabajo que le permitiera encauzar una vida que le había llevado dando tumbos por diferentes rincones.

Joven, cercano a la treintena, de ánimo alegre, era fuerte, alto, su ensortijado pelo moreno le daba un aspecto muy atractivo y su rostro masculino sin ser rudo le granjearon la atención de sus vecinos. No le resultó muy complicado conseguir un trabajo en un taller del pueblo en el que mostró sus habilidades con las herramientas. Poco a poco fue integrándose en la vida social del lugar y comenzó a ser una persona conocida en cierto modo. tenía una gran voluntad de crecer y progresar en la vida y labrarse un futuro que le permitiera tener una vida cómoda.

Una idea rondaba por su mente desde el mismo instante en el que comenzó a tener uso de razón y creía llegado el momento de llevarla a cabo. Los planes que pretendía poner en práctica iban a suponer un cambio radical en su vida.

El peor asesino literario, el más letal, es aquel que se oculta en los ramales del lenguaje, entre la hojarasca tupida de la metáfora y la amarga sinceridad de una paradoja. Tras salir del libro, con la noche azul fija en la mirada, camina hacia la casa ayudado por la complicidad de los perros que aullaban sin ruido, igual que los portugueses bostezan con la boca cerrada, y protegido por el secreto de las sombras. La soledad era comestible.

Cuando estuvo dentro, comenzó la botánica del asesinato. Avanzó con paso lento, levitando por estancias y habitaciones, sin detener la mirada, mientras latía desbocado su corazón de papel.

Tras asestar la puñalada asesina, dejó, como justificación de su crimen, una nota manuscrita y firmada en aquella boca ya sin aliento: “El mundo es un lugar infernal y la mala escritura está destruyendo la calidad de nuestro sufrimiento”. Tom Waits