Hoy podría iniciar con “erase una vez, en un lejano castillo al norte de Italia” y contarles la cliché historia de príncipes y finales felices, pero no, esta historia ya ha llegado a su fin. Esto solo serán bellas memorias de momentos efímeros de cualquier persona en algún lugar del mundo.
- Recuerdo bien aquellas mañanas, tú de pijamas preparando el desayuno, yo tu ayudante contemplándote a cada instante, y entre risas, caricias y besos juntos despreocupados del tiempo que fluía sin regreso.
- Recuerdo bien cada ocaso entre tus manos, cada sueño que tuvimos, cada deseo que pedimos, esos momentos de locura como aquella vez que imaginábamos si fuéramos perros para vivir des afanados, que nuestra ropa fuera el pelo para salir desnudos a la calle sin ser juzgados y correr libres al viento para perdernos en el atardecer bajo el cielo azulado.
- Aún recuerdo cada noche a tu lado, juntos entrelazadas tus piernas con las mías, sentir tu piel en mi cuerpo y fundirnos hasta el amanecer, despertar vestidos de nada tal como nos gustaba, arrunchados disfrutando de cada lucha por cobijas que al final nunca usábamos, pues tu siempre fuiste mi abrigo; y recuerdo cada amanecer en que le dábamos envidia al sol, pues ni la luna le amaba tanto como yo a ti.
- Recuerdo cada momento a tu lado disfrutando de las pequeñas cosas de todos los días y lo extraordinario que fue vivirlas con la mejor compañía. Amor, hoy te digo adiós con lágrimas en los ojos, pero alegría en el corazón por haber compartido tu vida con la mía.
Un gran silencio se hace presente en la habitación de aquel hospital, el monitor cardiaco se detiene emitiendo un punzante pitido que marca el inicio de una nueva carrera, una a contra reloj donde ahora tendrá que ser feliz sin su compañía, pero recordando cada momento que fueron felices juntos.