Roberto Manzano
LA ESFERA GNÓSTICA
Estamos dentro de la esfera: aunque no quieras, marchas
adentro de la esfera: eres una esfera misma, vas dentro de dos conos
inclinándote hacia el horizonte íntimo que amas: son dos conos
cosidos por las puntas: grano loco y breve, no pisas superficie
jamás, ni ves por fuera: es adentro que ves, viendo desde ti mismo:
si de pronto te giran los conos de mirar, qué vértigo!:
quieres volver al punto que te marcaba el astrolabio,
pero han cambiado los embudos de mirar, los conos con que giras
adentro de la esfera!: oh la esfericidad sin fin del universo!
Por favor, no permitas que torvos ademanes
y acordadas palabras te zarandeen los planetas, las firmes clepsidras
que tú mismo has marchado descubriendo: despliégate tus conos
de contrastada luz, porque para qué has sufrido?: cómo fue que creciste
desde arriba hacia abajo, desde abajo hacia arriba, siempre en aros
más grandes y contrarios de luz?: no fue zafando ojos
que se hallaban cegados, manos que se encontraban anudadas?:
no fue siendo con años, contra muros sutiles, entrando en la visión
propia de tu destino, dentro del azimut de tu sangre y del mundo?
Pero vienen, ya vienen, mira, ya vienen con su pupilaje
por el espacio público, a través de sus hojas enroladas,
sus mirajes exactos, sus praderas de calco sucesivo: pero ahora mismo
vamos a columbrarnos de una mejor manera, y vamos
a redimir los conos, y a engrandecer sus círculos
cada vez más remotos, y a captar lo mayor de lo pequeño,
la pequeñez de lo mayor!: yo creo en mí, y poseo mucha fe
en mí, porque yo soy para ti, oh semejante mío, y tú eres
para mí, oh semejante mío: somos apenas unos pulsos concéntricos!
Este grano que soy, sensible y solo, acompañado y justo,
que en medio de dos conos gira como un planeta, amando y conociendo,
que tiene la palabra para parlar contigo en medio de la sombra,
tan ansioso de saber —oh Dios, cuánto quiero saber—,
buscando a los demás que tienen conos y palabras, indagando
con una sed tremenda, aquí estoy, bajo el cielo, aquí estoy,
entre los animales y las plantas, aquí estoy, con los otros
que giran con sus conos, aquí estoy, con lo que regresa y vuelve,
aquí estoy, conociendo que el Amor es un gran conocimiento!
EL DOLOR Y LA ESPERANZA
Ah vida,
en la misma medida
que adelanto regreso: me colmo de andadura
y torna la partida: y estoy en aquel punto
de aquel día en aquella hora
saliendo y regresando,
como un obseso,
sin comprender del todo qué sucede,
pero sabiendo:
aquí donde me quedo me voy yendo.
Ah vida,
cuántas veces la brida
era más bien espuela
y en el arco celeste del impulso
la amalgama terrestre me embridaba:
he visto que a lo largo del trillo va el badén,
y en el mismo brotar
del agua ya la ausencia
del agua late, como si el solo fluir
acendrase la nuez rugosa del morir!
Ah vida,
la música cernida
te llene el pífano: con canto dale
al fósforo invisible,
y si puedes también dale con otro canto
al muro que establece
su congruencia, que el día
te ofrezca su tañido:
entre compases finos
teje con el minuto tus dilatados trinos.
Ah vida,
no sangre ardiente, sino ardida,
pero también ardiente:
desde el fondo he venido sucediendo
con carbones soplados por el aire
de los lustros, los días y las horas: en llamas
me pusieron mis huesos,
y adentro de mi pulso
iba saltando la candela verde
del día que se gana al que se pierde!
Ah vida,
qué harás, ya estás vivida:
y adentro de la muerte
abrirás con fervor una espiral de cielo:
al vivirte muriendo
sobre la muerte siembro tu relicta explosión,
y entre cifras de aire
ciertas ondulaciones
ensayarán mi canto, como una adivinanza
que el olvido devuelve a la esperanza!
SOLIDARIDAD DEL TÓTEM
En dónde se originan los delfines
si no es en los venados? Ahí está, la ilación
dulce: el modo de unir ternura e inteligencia,
la ola y el ramaje, el susto y la confianza.
De qué delfín procedes?, de qué venado?:
o procedes del largo colmillo de los bosques,
vienes de las dentadas fauces de las olas?:
quién eres dentro de lo que ya eres?
Venado soy, delfín soy: un caballo
que en la sombra trabaja: un buey del porvenir:
un castor silencioso que en la penumbra parla
con Dios, y con el ruedo fraterno de los nervios:
ayúdame, hermanito!: dame
velocidad y salto, atención suma, fuerza
para poder alzarme de esta maldita lija diaria!
Me necesitas, porque te necesito:
si quitas una brizna o un pelo hacia mi antípoda
acá siento el tirón, la violencia a que me sometes:
yo soy el Uno que contiene el Todo
y tengo mi manera de incluirme y zafarme,
y en horas de dolor estoy como expulsado
y en las de amor me siento como alzador de bóvedas.
Con ojos de venado dormido desemboco
entre delgadas hojas, y hacia la sombra me deslizo
con esa simpatía veloz, como el delfín:
no te pierdas: encuéntrame: aquí estoy: vengo
de ti mismo, y estoy compuesto de ti mismo:
cómo no adviertes que yo soy tú mismo?:
no somos como unas revelaciones de lo mismo?
Es verdad que yo exploro: hacia la noche cruzo
con espada y espejo: abriendo voy los hilos:
a veces tiro un ancla, y al légamo desciendo;
pero es para tu bien: con mi vida lo pago:
yo bajo con mis lámparas, y subo con mis suelas,
y me anudo a lo noble sin par de los orígenes.
Siempre me haces saber cuán diferente eres,
como mismo yo insisto sobre mi identidad:
así hablo con Mágnum, que todo lo diluye;
pero contigo, hermano, las palabras se enlazan
y desenlazan como las hebras coloridas de una manta:
lo que queda trazado es la unidad tremenda
sobre la diferencia prodigiosa del mundo!
ROMANZA DE LA BÚSQUEDA
Buscando voy tu cuerpo: confío que en algún recodo
descansas tú, esperando a que yo pueda al fin
avanzar hacia ti con proveída suficiencia:
pero el tiempo desplaza sus broncas ruedas, sus brazos
de pulpo verde, sus sedosas lumbres:
y en la noche te he visto, hacia la densidad
terrestre de la noche, y en el negror que antecede al alba,
y en la entraña del alba, cuyo frío esplendor
me suscita la sangre, en el minuto en que los jugos
suben los tallos y en las frondas se arraciman los trinos.
Buscando voy tu cuerpo: si no eres
la luz, qué es la luz?; si no eres la tierra,
qué es la tierra?; si no eres la flor, entonces qué es la flor?:
si no veo tus ojos, me duelen las orillas;
si no ausculto tu forma, se me trancan los párpados;
si no escucho tu voz, ensordece el planeta:
ahora quiero estirar las manos, y tomar tu contorno;
ahora quiero avanzar mis labios, y trenzarme en tu aliento;
ahora quiero ceñirte al cinto, como si fueses talismán oculto.
Sin advertirlo, noche a noche avanzo hacia tus músculos
y entre el follaje de los días tu cadera despunta:
es una luna blanca, una orilla lunar
que cintila en la sombra, igual que una parábola del mundo:
tus caderas se van volteando hacia el origen
de tus enormes muslos, como un capitel suelto,
y adentro de esa loca simetría
dan la triangulación oscura del enigma:
la fascinación grande del vacío, halador de sangre;
estás ahí, lo sé, y hacia tu cuerpo ando
tanteando en lo nocturno, entre agujeros
de música, entre bosques de raro plenilunio!
Buscando voy tu cuerpo: dónde estás, dónde estás,
doncella de mis ramas, lúnula de mis cuarzos,
tienes que estar allí, aquí, adentro y afuera,
madurando callada como un golpe de sombra
o como un fugitivo eclipse dentro de mi mano:
late ahí, late ahí, no dejes de latir ahí,
para saber qué rumbo tomo, en qué almendra de silencio
indago por tus signos, y cómo alcanzo con mis huesos
esa distribución gozosa de tu espíritu!
ORIGEN DE LA LUZ
A veces me sumerjo como un bólido
de hulla dentro del espeso fondo:
a veces bajo como un relámpago negro:
heme de pronto aquí
entre cotiledones zurdos,
entre agujeros locos:
atravieso los pisos más compactos
cuando todo descuaja sus falanges,
bajando demolido:
pero siempre termino entre la luz:
acabé arriba, alzando la cerviz,
el pecho, las clavículas, los brazos,
alargando el fervor del cuerpo
y parpadeando dentro de un mediodía íntimo.
Con los días bajé, y entre las circunstancias:
cuando vine a advertirlo estaba abajo,
apenas tuve un poco
de lucidez me percaté que había
nacido en lodo e incandescencia:
de aquí he sacado toda mi humildad, y mi amor
por la luz, y mi esfuerzo de nítido fulgor.
Gritaron los hundidos: Qué hace
ése en la luz? Y cómo puede cantar la luz? Por qué tiene
ese vaho solar, esa radiosa querencia y apetito?
No quiero el canto sino para marchar hacia la luz:
la luz es mi país natal, y no la sombra
que me he visto obligado a expulsar de mis hombros!
Ahora, con los años, el que no me veía
sigue sin verme: antes no me hallaba
en sus ojos, y ahora saben que estoy de pie,
pero no entienden bien
encima de qué roca:
sin embargo, hermanitos queridos, con mi sangre
me he parado, y encima de mi horizonte estoy:
mi atalaya no tiene ni gota de violencia,
pausada se levanta desde el tiempo y la memoria:
estoy ahora mismo en ella:
el aire claro del mundo
me golpea las sienes, y veo las praderas curvas
de lo infinito, y las azules
estribaciones de los climas,
y ahora mismo columbro los episodios, veo subir
a Vulcano con grandes forjas sacadas de las vísceras
negrirrojas del polvo, y veo que Noé ha abierto
su gran arca terrestre,
y están saliendo desde las bodegas
los granos y las bestias, las hermosas parejas
en que la vida se confirma y canta!
ASESINADA BÓVEDA
Madre mía, a la vuelta del tiempo, con los soplos
de la nostalgia, veo plantas que se han marchado, rudos carbones
que apagó la tormenta, y siluetas que cruzan los umbrales
con las mismas figuras de entonces, cuando las miradas
eran verdes, de pulpas gustosas, y esplendían
olores de comienzo, silabarios primeros de la sangre:
a la vuelta del tiempo, con todo el pulso ido,
cuando el día vagaba igual que un humo dulce.
Madre mía, a la vuelta del tiempo, entre los ciscos
hirientes y los rígidos almidones, a la hora en que podía
venir cualquiera por el trillo y en la disposición de los cubiertos
era bien recibido, como una plántula anillada:
y entonces en las frondas sonaba un airecillo
frío, un vaso de menta, y unos ojos de toro silencioso;
y tú tenías, madre mía, las llaves del planeta
colgando de tus yemas blanquecinas, pálidas como un susto!
Madre mía, a la vuelta del tiempo, qué es esto de estar vivos
tan lejos de nosotros, cuando todos los clavos
estaban en sus tablas, en aquella edad nuestra
en que la lluvia no faltaba nunca a la cita
y las alas del mundo cruzaban con un hálito
diurno, lleno de siembras, de maderas resonantes
en la altura terrestre de la sombra: madre mía, a la vuelta
violeta de los lustros, cuando es grande la pérdida!
Madre mía, a la vuelta del tiempo, ya pasada la ola
pueril de las espigas, cuando dentro de nuestra propia sangre
cayeron las soleras de la estirpe, y en la abierta ceniza
llora un pájaro ausente, y un mortero lejano
aprisiona las sienes blancas del horizonte:
quién rasgó las neblinas, qué animal furibundo
paralizó las ruedas tutelares y quebrantó las tazas
donde el gusto fundaba aquel sagrado cónclave?
Madre, madre, a la vuelta del tiempo, ay, madre mía,
en el giro escoriado del tiempo, cuando el golpe
nocturno cubre el día, cuando la claridad solar enferma
ha puesto un peso grave en los cabellos
y sólo breves frutos arriban a las manos
en giros espasmódicos, y en la alta madrugada
el oxígeno estalla como una pesadilla ya sin término, ay, madre,
veo venir la cepa original de aquellos tiempos idos!
Roberto Manzano (Ciego de Ávila, 1949). Poeta y ensayista. Licenciado en Educación. Máster en Cultura Latinoamericana. Diplomado de Investigación Sociocultural. Premio Nicolás Guillén, de México, 2004, y Premio Nicolás Guillén, de Cuba, 2005. Premio La Rosa Blanca de Literatura Infantil 2005. Premio Samuel Feijóo de Poesía y Naturaleza por la Obra de toda la Vida 2007. Medalla Felipe Poey 2007. Premio Silvestre de Balboa 2004. Premio Espejo de Paciencia 2016. Ha recitado sus versos e impartido conferencias en Estados Unidos, Venezuela, México, China, Panamá, Argentina, Colombia, Paraguay. Ha publicado numerosos libros de poesía. Ha impartido cursos de formación poética en Cuba y en el exterior. Ha confeccionado diversos muestrarios de la poesía cubana. También ha ilustrado cuadernos de poesía y trabajado como editor en diferentes proyectos editoriales cubanos.