Crónicas errantes.



Etapa cuba. Ciego de ávila. Cayo caguanes.

Por Héctor Reyes Reyes.

Aún no conocía mi país; y ya quería explorar cayo Caguanes en busca de murciélagos. Esa área de la costa norte central gusta a biólogos, exploradores y campistas. Pero lo que más abunda en la zona son cavernas. En aquellos tiempos me encantaba la espeleología. Me fascinaba el mundo de las cuevas, las furnias y todo lo que puede encontrarse en esas cavidades rocosas. Exploraba ríos subterráneos en busca de peces ciegos, o admirada estalactitas y estalagmitas que aún se diferenciar.

Caguanes lo tiene todo. Fauna autóctona, flora inmensa, redes de cavernas, pictografías; y unos bichos que yo quería cazar por la pura competencia: murciélagos pescadores. Estos quirópteros que se alimentan de peces y crustáceos son más grandes que cualquier murciélago común y dicen, tienen sentidos agudísimos que los hace difíciles de cazar en su ambiente. Pues, me entró la siquitrilla de cazar uno de esos. Mi plan era cazarlo y observarlo. En aquella época, la biología era mi asignatura preferida. Soñaba ser biólogo y cazador. Llegué a Caguanes solo, como casi siempre, viajo solo. Puse campamento en la primera cueva interesante y coloqué una red pequeña en la entrada de una galería estratégica para si caía alguno. Sin muchas ganas de fogata ni de lecturas me fui a dormir. Al otro día amanecí rodeado de una tropa que no conocía. Eran rockeros de otras provincias y tenían tremenda recholata armá. Acampamos todos juntos y empezaron a aparecer botellas de aquellos buenos alcoholes inventados de los años 90. Fiesta y pachanga, así fue el fin de semana. Mi plan de explorador cazador solitario revolucionó en borracheras y rock. Recuerdo que el domingo llovió mucho y estuvimos metidos en la cueva casi todo el tiempo por lo que nadie se hizo cargo de ir al pueblito, a cinco KM, para buscar provisiones. Ya no quedaba ni pan, y seguía el alcohol rodando. No paró de llover toda la noche y mi estrategia para capturar un murciélago reveló una hecatombe ecológica. Fue mi error. Yo solo quería cazar uno; pero la noche, la tormenta y la mala suerte, dejaron a tres murciélagos pescadores ahogados en la red. Odio esos momentos. Siempre he tenido claro que la ley de un cazador es comerse su presa; pero el reto de cazarlos pudo más; luego las botellas, la recholata, las jevitas rockeras, me hicieron olvidar el plan. Pero la realidad era que había hambre, nada de comida y tres suculentos murciélagos pescadores ahogados en una red. Debían aprovecharse. Y antes que despertaran armé tremendo enchilado de murciélago con cosas del monte; hasta utilicé de sal, el arique de una yagua nueva. Cuando se despertaron, les encantó el desayuno. No importaba mi mala reputación en las artes culinarias, ni la carne seca. El hambre les hizo degustar aquello como si jamás hubiera sido preparado a bases de murciélagos ahogados. La mejor parte es que nunca se enteraron.

Hector Reyes Reyes (Cuba, 1979) Licenciado en Periodismo. Especializado en Estudios Audiovisuales. Ha trabajado como fotoperiodista, realizador de video, redactor reportero, editor, profesor de literatura y freelance.


Revista de Literatura Cubana, auspiciada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y fundada en 1982.