Rafael Vilches Proenza

Invocación


Amada, mandaré por ti a los ejércitos de Sassan

y te haré reinar en Samarkanda.

Serán nuestros días manjares,

endulzarás el agua que ha de purificar mis labios,

te obligaré a sacar de mí toda la amargura,

como quien saca del fuego el metal dorado.

Te haré raptar y me entregaré a los dioses en ofrenda,

me daré a tus días como dócil cortesano,

fuente donde mitigar el hambre y el deseo,

magia de fuego iluminando la noche.


Amada, atizaré tu corazón con un manojo de lunas llenas

en la estación más pura de tu carne,

esperaré escuchar tu canto, el latir de tus deseos

aleteando con un susto

bajar a tu piel como quien pasta las mejores hierbas de la mañana

cuando el sol se anuncie en el aroma de las campanillas.


Amada, tocaré en ti las espigas tempranas del rocío,

beberé en las húmedas concavidades de tu cuerpo

toda la embriaguez, para esparcirme en el cielo como Dios.

Para en libertad recorrer despacio el sobresalto

florecido en las yemas de tus pechos.

1999, febrero 17


Estreché tus palabras.

Recordamos no los álamos, no los almendros,

sí la mata de mangos, sus hojas rastrilladas.


Era febrero y sonreías.

Los amantes tatuaban los muros ciegos de la ciudad.


Era diecisiete de febrero, las fechas se olvidan,

los amantes se suceden, pulen las mismas piedras,

se despiden, olvidan.


Era diecisiete de febrero de 1999.

Noche lisa con astros muy serios.

En el hospital

(Oración por la amada)


Todas estas semanas han sido irreales (…).

Sé, tesoro mío, que debería caer de rodillas en este instante

y quedarme así mientras estés en el hospital.

Carson McCullers


Virgen de Coromoto, ahora que la casa en mí es invisible

y las abejas no traen más dulzor,

pongo puntos vitales alrededor de los hijos,

al cielo de su noche

y la cruzo temblando de miedo.

Oro en salud y solitario, las horas que le agobian

en esa sala de hospital en Acarigua donde convalece.


Virgen de Coromoto, hazme beber el vino

adobado con el mosto de su vientre,

limo rebelde de las llanuras del Cauto.

La alegría de los hijos levanta mi tristeza y la casa,

pero en las noches nos sabemos solos.

Doy voces y no me responde.


Virgen de Coromoto, qué hago con la casa,

cómo le confieso a los pequeños que ella está sobre la cuerda

y los astros la contemplan abismados en su desamparo.

Con quién comparto la estación estéril.

No puedo pensar con el corazón.


Virgen de Coromoto, ella está enferma.

Se afiebra el cielo en mil soles.

Su voz distante y dolorosa llega en la mañana

como si se pusiera la tarde en mi herida

a contemplar la impotencia del amado.


Virgen de Coromoto, esta es Ítaca,

imploro a los seres del Olimpo

que ella sea salva en la hora horrenda

cuando le ofrendo mis días a Dios.

Libertad


Lo prohibido siempre sabrá a humano

(lo sabe Dios,

es la libertad)


Mi alma es una.

Única y triste. Sin ti.


Vuela, paloma mía,

mi mano está y tiene pan.

Ahí, el cielo vastísimo.

Aquí, el alma mía.

No puedo escapar ni volver


Las horas chamuscan mi cordón umbilical y la casa.

El martirio me retiene al calvario,

todo me agobia sin que nadie sospeche,

un sabor amargo se extiende,

los astros caen sobre los cañaverales,

lacera la tristeza invisible,

el sol me duele,

el reino nuestro.


A tu regreso

dejaremos volar las palomas hacia los cielos.


Mi corazón está en la boca de la pantera,

el viento no florece.

Hilo las mañanas con el olor de tus cabellos.


Esposa mía, mira como vaga mi cuerpo manso por las llamas.

Voy en el lomo del bisonte.

Grabo en las paredes de la caverna nuestros nombres.

En el corazón de la bestia enlazo el mío al tuyo.

Reclamo

(Sin tus ojos, transeúnte ciego)


Quién hurga en el corazón.

Cuál es el camino.

Qué esperanza nos cobija.

Qué hogar nos protege del inminente rayo.

Qué voz amansa nuestra soledad.

Qué mano ahuyenta los sueños a la noche.

Qué labios auguran la luz.

Quién nos sacará ilesos del calvario.


En mi pecho los gladiolos enmudecen.

Desde abril de 2012


Las piedras con la furia del río pierden toda aspereza.


Amor, el tiempo tiene sus cuchillos,

sus tijeras para mutilarlo todo.

Yo solo poseo la premura y el polvo de los días

para cruzar la noche.

Bajo el Manzano


Estoy en el Jardín bajo el Árbol Prohibido,

el aire se esconde,

no sé por qué no acudes,

me estremezco mirando la desnudez del Árbol

y quedo prisionero de tus voces.

Y


El poeta es un fingidor

Fernando Pessoa


Amada, que no te cobijen las tinieblas.


Yo canto a tus días

y en mí gritan los oscuros abismos.


Desde tu ausencia heme aquí,

errante en la casa.


Jamás vi crecer el trigo,

pero imaginé soles nacientes

sobre los campos dorados.


Finjo que me dueles y me dueles.

Las tardes


Qué se hicieron las tardes en que juntos

nos sentábamos a contemplar las torcazas

venidas de los campos de caña y arroz.


Estoy solo. Caprichosamente solo.

Veo cruzar el mes que se me viene encima.

La casa inferna. La familia se agota.


Al sol expongo el corazón,

trucha en alambre de púas

que las aves de rapiña merodean.

Dónde termina la desesperanza


Ha muerto Ray Bradbury

y todos brindan con vino del estío.

Ayer murió una muchacha

atropellada por un camión

y la prensa de la ciudad no ha dicho nada.


Hoy estoy defraudado.

No me abraza bandera alguna.

Cualquier tumba me cobija.

Quién soy. Penélope. Ulises. Beatriz.

Juan Clemente Zenea. Rafael López Maldonado.


Si yo besara a mi mujer.

Si le hablara despacio al oído.

Pero ella es un calambre en el corazón,

una estocada al vacío

y yo solo soy el hijo de los Proenza Socarrás

nacido en recóndito paraje

donde no se conocen albatros

ni jarrones chinos de porcelana.


Y si solo es una Milena

que mira mis lágrimas en el agua del pozo.

Y si yo como Franz padezco de los pulmones,

del frío temblor del otoño

que arrecia con la caída del cuerpo mío

en cada estación.


Hoy estoy triste, el amor pende de un hilo.

Nadie bebe conmigo el vino del estío.

Testimonio


La falla telúrica respira con miedo.

Soy un hombre cobijado por la corrupción,

piedra donde el pecho sangra y el zapato inventa un pasodoble.


La casa que perdí está en el polvo del camino.


Acércate, alma mía,

convérsame,

no hagas de mi sangre el sacrificio o el enaltecimiento.

Que salten los soles que arrastro.

Sane mi llaga con tu herida.



Patria


Mañana. El día de la victoria

te llevaré tomada de la mano,

a pasear bajo el estrellado cielo

Pham Tien Duat



Hago una parada en el malecón por tus ojos, metafóricas aguas dibujadas en las riberas. Se presiente el ronroneo líquido que baña esta tierra, el clarín en Plaza del Himno, repiques de alazanes sobre los adoquines, y deseo beberme en tus labios la oscura Patria. Mi padecimiento se debate en las Canteras de San Lázaro, y el espíritu se alza por el Camino de la Isla, donde se entona una independencia ajena, y me doy el lujo de estar triste.

Tiro de gracia


Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar,

tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará.

Gustavo Adolfo Bécquer


Es la tercera,

la vencida,

sucumbo, lo imposible embruja,

nombrarte a mansalva mella mi condenación.

Trocas el cosmos que hilo en el tosco lienzo protector,

panal, crisálida, capullo, suben por las aguas del Cauto,

se mecen violentas las espigas en las tierras de arroz.


Sé que en la próxima estación las oscuras golondrinas

volverán de tu ventana.


Y si no vienen sobre mis noches bandadas de soles


Con estas manos amé

enmarqué entre besos

los rostros de mis hijos

Mónica Angelino


Sé del miedo cuando gritan mi nombre.

Alejandra Pizarnik



Estoy con Dios, contigo, mayo aguarda, toca las rejas de mi celda, ayer nos fuimos de parque, una tarde con risa y los niños, ahora te extraño hasta en sus golosinas. No sé en qué escondrijos Alejandra guarde sus barbitúricos, la soledad nos divide, hace raquítica la cena, la añoranza de tus ojos diurnos no me deja dormir, no quiero ver la arena del olvido, la nada cerrarse sobre mí, amontonarse el mar en mis pupilas, ¿y si nos despedimos para siempre?, ¿y si eres solo el rostro de una muchacha por las calles de otra Isla?, ¿y si tocas un árbol, una flor, otro cuerpo?, ¿y si acontece lo inesperado?, ¿y si dejas todas mis tardes en nada?, Solo conozco las riberas del Cauto. No es mérito estar triste. La casa se hunde, Dios. Las lluvias del próximo año no dejarán morir los animales que pastan sobre los días de tu cuerpo, los hijos no dejan que la rutina devore la cicuta, pastoreo sus vidas, juntos nos sostenemos en casa, deshacemos la demora, árbol donde descascarar la ausencia, el plumaje del día se va a quemar en la noche, en mí anida la ceniza, fardo ordinario, lo cargo veinticuatro horas, es minuto a minuto la espera, ¿acaso has olvidado mi rostro?, bandadas de agonías se estrellan en el pecho. Mi corazón aprisiona el dolor de mil manos.

Últimas palabras para la amada


Siempre estoy escribiendo un último poema.

Hakuri Hatawa


¿Acaso será nuestro último festín duelo nacional?

Es diciembre, desentierro del río sus aguas demenciales,

ilusorias.

Amor, no estoy triste, tú haces en mí un rictus,

que escriba en las telas notables de tu faena y apueste a tus doctrinas.

Todo es relativo, nunca se sabe lo que se tiene hasta perderlo.

Llega mayo, lo sé,

la primera luz donde vendrán los pájaros de fuego,

con ellos arribará la temporada ciclónica,

la estación violenta que nos acoja.

Amada, probé el ácido de tu fruto y me dejó huellas en la boca.

Levanto la oración del olor.

Te amaré, aunque sé que es agónico vivir de espejismos.

No apagues la luz, giran las estaciones.

Hagamos que nuestras ganas no retrocedan al polvo.

¿Despedida?


Cuando pasen

los años y el aire haya cavado un foso

entre tu alma y la mía; cuando pasen los años…

Nicanor Parra


Permaneces en el lecho con esa mirada perversa y humana,

mientras saco el pañuelo y recojo el sudor de los ojos.


No sé si te alejas por esta manía de pensarme el país.


Yo desmenuzo el corazón,

dejo pequeñas porciones que te indiquen el camino,

el sentido de vuelta a casa.


Pero no sé,

¿cómo arranco del cuerpo este paquidermo angustioso?

¿Qué hacer con estos versos, las horas que van a morir?

¿Con esta fatiga pesando en la mochila

como un adiós,

como un disparo?

¿Quién se apiada de la fe,

del poeta

ante esta puñalada de gracia.

A un paso el desconcierto


Aguarda la cuerda del suicida,

su idilio es entrar al paraíso,

no escribir, ni suscribir su historia.

Con el sonido de la consola,

escucho la áspera corteza del fruto

que aroma los cuatro vientos.

Sácame paso a paso del camino o de la cuerda,

que el reloj comience a discurrir, y juntos

nos asalten mil coleópteros de espumas.


RAFAEL VILCHES PROENZA (El Cero de Las 1009, Cuba, 10 de diciembre de 1965). Escritor independiente. Mención del Premio Nacional de Literatura Independiente `Gastón Baquero` desde su primera edición en 2014; Premio Amor Varadero, 2014; Mención en Premio Nacional UNEAC Julián del Casal, 2007; Premio Nacional La Enorme Hoguera, 2006; Nósside Caribe, Italia, 2005.

Neo Club Ediciones USA ha publicado: Café Amargo, 2014, Ángeles desamparados, 2016, USA (2001 Cuba, 2012, España), La luna entre nosotros, 2019 (Premio Dulce María Loynaz, 2018); Ilíada Ediciones Alemania: Inquisición roja, Alemania, 2019; Editorial Primigenios, USA: Dulce café; y Lunaciones, 2020, (Editorial LetrAbierta, La Habana, 2012).

Otros títulos: Dura silueta, la luna, 2001; El único hombre, 2005 (Premio Nacional de poesía Manuel Navarro Luna, 2004); Trazado en el polvo, 2006 (Premio Nacional de poesía De la Ciudad de Holguín, 2005); Tiro de Gracia, 2011 (Premio Nacional de poesía Centenario de Emilio Ballagas, UNEAC, 2008); País de Fondo, 2011 (Premio Nacional de poesía Manuel Navarro Luna, 2010); Antología de la Poesía Oral-Traumática y Cósmica de Rafael Vilches Proenza, México, 2019.

Sus textos aparecen en antologías, revistas y periódicos de España, Italia, New Zealand, Alemania, Puerto Rico, México, Honduras, Brasil, Chile, Colombia, Canadá, Argentina, USA y Cuba.