Marcial Gala

Sobre la obviedad.


Decía que el pasado siglo veinte sólo había tenido un escritor, Kafka y un aficionado de cierto merito, Borges, lo demás según él era corolario y desesperanza. Respecto a la literatura cubana era aún más escueto. Cuba y literatura eran para él términos que no debían coincidir en oración alguna. Si uno le mencionaba a Lezama se limitaba a farfullar, de Carpentier decía que apenas había logrado una que otra frase salvable.

Luego se quedaba callado, se daba un trago largo de ese vino de baja calidad que tanto consumía y balbuceaba algo en torno a la Yourcenar y opinaba que tal vez ella no era mala del todo.

Yo le decía entonces, Maestro es imposible que Cuba no haya producido en todo el siglo veinte ni un solo autor memorable, es del todo imposible ¿y los novísimos? ¿Y Onelio Jorge Cardoso? ¿Y Lino Novás Calvo? ¿Y Reinaldo Arenas? ¿Nada de eso cuenta?

- Nada, no te hagas ilusiones, no te engañes a ti mismo, ninguno vale un medio. Son como tus poemas y tus cuentos, todos deleznables y superables. Así que esmérate.

Cuando aquello ya yo era novio de su hija, de modo que de cierta forma éramos parientes y a veces dejaba que oyera la música que me gustaba en ese equipo de sonido que se trajo de Chile.

Un día le pregunté:

- ¿Y qué tengo que hacer maestro para ser un escritor de verdad?

- Averígualo, pero estoy seguro que eso pasa por la dimensión del dolor, sólo el que sufre lo suficiente llega a ser un gran artista como Kafka.

- ¿Cómo Piñera?

- Virgilio es un artesano, tienes que sufrir. .. Conocer lo que hay más allá del dolor, cruzar la puerta.

Me extendió un cuchillo.

- Mira, esto tiene que ver más con la literatura que todo lo que has leído hasta ahora.

- ¿Qué quieres que haga con eso?

- Mátame y luego huye, piérdete en la inmensidad de una isla microscópica como esta, pásate veinte años oculto en la nada, olvídate de tus mierderos talleres literarios y tus más mierderos aún cursos de narrativa y poesía y cuando regreses si aún tienes ganas, escribirás como un consagrado.

- No lo creo, cuando regrese seré uno más de esos individuos que arrastran una existencia miserable.

- Como Cervantes.

- Aparte del dolor que le causaré a su hija.

- Aja, si mi hija entra en juego, entonces no hay nada de qué hablar y Cuba seguirá siendo un paisito sin escritores.

- Maestro, usted está loco- me sentí obligado a decirle y él me miró con sus pequeñísimos ojos de cowboy malvado y escupió por la comisura de los labios.

- Carajo, eres más bruto de lo que yo pensaba, no entiendes nada, agarra el cuchillo y clávamelo, demuéstrame que amas la literatura.

- Que no.

- Sal entonces de mi casa, no quiero verte más- fueron sus palabras y yo lo miré recoger las piezas de ese ajedrez que según él había pertenecido a Leopoldo Lugones y luego tomé mi bicicleta y me fui pedaleando hasta el malecón, lugar donde despilfarré mi rencor lanzando piedras al mar y mirando con ojos aviesos a una pareja de universitarios que no paraban de adelantar opiniones sobre la pertinencia del grupo Origen. Eran dos jovencitos de espejuelos, la muchacha no estaba del todo mal si uno olvidaba su respingada nariz de presumida y él era uno de esos chicos robustos con cara de bueno, ideales para invitarlos a fajarse. Me fui acercando a ello, centímetro a centímetro y cuando vinieron a ver ya estaba pegado, entonces dije:

- El padre Gaztelú es un cerdo del jardín de Epicuro.

- Perdón- dijo ella y me dirigió la punta de su naricilla.

Él sonrió pensando que íbamos a tener una de esas conversaciones intelectuales que no llevan a nada.

- Seguro que son de Santa Clara, se les nota, tienen todo el estilito de la facultad de humanidades, facultad que no cesa de emitir año tras años dizque filólogos capaces de colmarle la paciencia a un santo- dije.

- Yo creo que el mejor de todos ellos, luego de Lezama era por supuesto Gastón Baquero- dijo ella.

- ¿Oiga usted no es amigo del chileno?- dijo él de pronto y a mí no me quedó más remedio que tomar la bicicleta y salir pitando no vaya a ser que me pidiera que se lo presentara y luego pasara lo de siempre, que mi maestro se portara insoportable con la pareja de jovencitos y a mí por mero contraste empezaran a caerme cada vez mejor y entonces sacáramos una perreta y allí mismo nos agarráramos a trompadas o peor que me botara de su casa de nuevo como acababa de hacerlo ahora e insultara a Cuba. Dijera a puro gritos que aquí nunca habría un intelectual de fuste, que este era un país de boniatos, digno únicamente de concentrarse en la agricultura. ¿Y por qué no te vas, por qué no regresas a la tierra de Caupolicán y nos deja a los tainos en paz? le decía entonces Lucía, la hija, a la que se le aguaban los ojos cuando el maestro hablaba mal del país de los mojones como él llamaba a Cuba cuando estaba de bromas. Soy ciudadano cubano, decía él y nos enseñaba por centésima vez a Lucía y a mí el pasaporte, luego sacaba un pasaporte verde pues también era ciudadano belga y al final invariablemente sacaba el documento de identidad de su tierra, Chile. En ese pasaporte, en letras bien rotuladas, se proclamaba que era originario de Valparaíso. Mi maestro estaba loco, fundido para ser exacto, era como un flaco muñeco de nieve arrastrado hasta el trópico y de casualidad, el único artista cubano que más o menos lograba soportar estaba relacionado con la nieve, el Bola. Los demás eran unos gritones o unos obvios, eso incluía a Nueva Trova que tanto gustaba en Chile. La obviedad, ah la obviedad, ese era el peor defecto que según mi maestro podía tener el arte. Cuando según él algo se tornaba obvio no había nada que hacerle. La cultura cubana tiene un alto por ciento de obviedad, me decía.

Por otro lado, apenas tenía relaciones con la comunidad chilena en Cuba, debido a su pasado muchos lo consideraban un ser muy poco recomendable y para ese entonces llevaba más de diez años sin trabajo, lo habían expulsado del sistema educacional cubano por alcoholismo. Si me hubieran expulsado por incendiario, decía él, estaría contento, pero expulsar a un borracho por alcohólico, es el colmo hasta para ustedes.

Cierta tarde que estábamos sentados en el sórdido bar de la Lonja con sendos tragos de uranio empobrecido esperando por nosotros, le pregunté por qué había elegido a Cuba para su exilio, si ya desde su juventud sabía que este país era una mierda, por qué no se había ido a París o a Londres como tantos de sus compatriotas.

- Por una mujer.

- ¿Por una mujer, maestro? ¿Usted? no le creo.

Y no le creía. Sabía que era un incendiario, que en el atentado del cine principal de Valparaíso habían muerto varios inocentes, muy pocos de los cuales estaban vinculados al gobierno del general Pinochet. No me imaginaba a un hombre así, siendo capaz de sacrificar una vida rodeada de cultura en Europa por una mujer cubana.

- Seguro que la INTERPOL lo busca, maestro, por terrorista, sabrá Dios cuantos ciudadanos europeos murieron en ese atentado.

- ¿Cuál atentado?

- No se haga, usted sabe cual… aquí en Cuba se sabe todo… la única industria nacional que funciona a la perfección es el chisme.

- Y dilo.

Yo estaba algo borracho, por eso insistí:

- ¿Cómo puede dormir tranquilo, eh maestro?

- No quiero hablar de eso- dijo él y entonces caímos en un silencio incomodo como zapato apretado y sólo al rato volvió a hablarme de que lo matara, empleó una estratagema, me dijo que tenía veinte mil dólares escondidos en algún lugar de la casa y que con ese dinero Lucía y yo lograríamos ser felices.

- Qué no, búsquese a otro.

- Dale.

- No.

Se levantó, me tiró el ron a la cara y luego se fue sin despedirse.

- No sé como lo soportas- me dijo el camarero- deberían darte un premio.

- Sí, tal vez- dije y salí del bar.

En esos días acababan de publicar una de esas antologías de narrativa cubana y en el libro había un cuento mío y aunque no le comenté y le rogué a Lucía que no se lo dijera, de todas formas se enteró y el día de la presentación se apareció en la sala Mecenas, completamente borracho como solía estar los sábados por la tarde, y aunque no habló, miraba al presentador con una sonrisa tan irónica que este me tocó con el codo:

- Mira Rolando, tú maestro.

- ¿Y qué quieres que haga? ¿qué me lo coma?

Miré a Lucía y ella se acercó a su padre.

- Papá…

- Un cuentecito más, tu novio es un infeliz- dijo él luego de echarle un rápido vistazo a mi texto, puso el libro sobre la mesita que la librera tenía ante sí y salió por lo que pudimos terminar la velada en paz y tranquilidad y yo leí mi cuento y aunque nadie aplaudió tampoco me tiraron huevos.

Se me quedó en la mente la frase, tu novio es un infeliz, si no hubiera habido ron, al poco se me hubiera borrado, pero luego apareció un paganini, canadiense creo, amigo de alguien, empezó a soltar billetes y al cabo estábamos borracho y yo estaba un poco ido de mente además pues Lucía me soltó su frase típica, la que la definía como persona, tengo más ganas de singar que de vivir, y yo no tenía un salao sitio donde llevarla y aunque sin dudas era la muchacha más fea de la sala era también la más deseable con esa su boca de labios gruesos y su par de piernas esbeltas.

- Tengo más deseos de templar que de vivir- me volvió a susurrar Lucía al oído y a mí me pareció de pronto muy factible que mi maestro muriera, en fin, y que su hija y yo heredáramos el apartamentico tan cercano al teatro Terry y a todo lo que hay de bueno en Cienfuegos City, en fin me pareció perfecto. La única ciudad del mundo que tiene como benefactor a un esclavista sin que los negros armen gresca, ustedes son unos domados, gracias a Dios no soy negro, sino ya le hubiera prendido candela al teatro, solía decir mi maestro y yo abrazado a Lucía pensaba en cómo hacerlo salir de circulación, sin que, claro, tuviera que pasármelas veinte años escondido para luego escribir una novela que podría ser inmortal o tal vez no.

Yo sabía que él ya estaba escribiendo una. Lucía me lo dijo: está de lo más raro y sólo se pone así cuando escribe y ya sabes, no debe ser un cuento y menos que nada un mini de esos que ahora están de moda y que según él van a llevar a la lite cubana a la mierda más completa, tampoco debe ser un poema, alguien que se graduó hace mucho de incendiario puede ser cualquier cosa menos poeta, además le tiene un miedo al ridículo del carajo y sabes lo que son para él los poetas, empezando por su compatriota Neruda, unos caras de tabla, así que sólo nos queda la novela que aunque le parece un género bastante mierdero, al menos le divierte.

Tú crees, le dije a Lucía y al momento pensé que Cienfuegos no podía dar a la vez dos novelistas memorables, pues no había espacio y que él estaba cumplido, ya había jodido bastante, que como dice el tango ya había arrastrado por este mundo la vergüenza de nacer o como dice la tercera parte del señor de los anillos the time of the being humans is over, now is the Orcos¨ time. Yo era un Orco y le iba a demostrar a mi maestro que me tocaba a mí y no a él, terrible. Yo miraba la portada del libro. Palabra de sombra difícil, recuerdo que se llamaba la antología, la ilustración de cubierta era la palma de una mano con los dedos pintados de varios colores y luego miraba la cara de mi novia y todo me parecía posible.

Treinta y cinco años con un solo cuento publicado en una antología que aunque de carácter nacional pronto iba a ser olvidada por otras antologías, libros de cuentos y novelas era sin dudas muy poco. Por ese camino iba a llegar a los cincuenta años con el condenable apelativo de joven promesa de la lite cubana, apelativo que a mí mismo ya empezaba a resultarme burlón, sin embargo si mi maestro se iba del parque, si pasaba a jugar en una lid más a su altura o sea si conocía la celeste música de la esfera y sentado junto a Martín Luther King podía exclamar, al fin Dios mío, al fin, todo sería diferente, Lucía y yo podríamos tener sexo al estilo caribeño y yo heredaría la laptop de mi maestro, un equipo de primera que según Charles mi amigo informático estaba echando humo pues en todo Cienfuegos no había uno igual. La Macinthon LL es el porsche de las PC, decía mi amigo, emplear eso para escribir es botar el dinero. Yo la emplearía para escribir claro está. Iba a ser mi Excalibur, en ella escribiría novelas más que ejemplares, únicas.

Me lo voy a echar, no puedo estar condenado a oír eternamente esta literatura de segunda, pensé cuando el presentador invitó a leer a varios escritores que definió con el apelativo de talentos locales. No puede ser, pensé escuchándolos, hurtando el bulto para no aparecer en el libelo que llaman periódico provincial y donde seguro estaríamos todos con más caras de empleados de pompas fúnebres que escritores. Pinga, pensé, ya me lo ha enseñado todo, diez años llevo siendo su discípulo, él odia la obviedad y es obvio que sobra. Ayer me prestó un libro de Sebald y me dijo a la vez que el germano era un mediocre y que Europa estaba muerta, estéril, casi una extensión de Cuba, no quiere que sea feliz, ni que escriba, a lo mejor si no lo hubiera conocido ya fuera al menos Pinos Nuevos, yo lo que quiero es publicar, no alcanzar la perfección, yo soy un caribeño, un hombre imperfecto por propia definición, pero no puedo librarme de él, irme con su hija y olvidarlo, las fuerzas no me alcanzan para eso y que otro ocupe mi lugar y él sea el maestro de otro y ese otro escriba la novela que yo pude haber escrito, no.

Te voy a extrañar maestro, murmuré para mí mismo, segundos antes que él presentador me preguntara si tenía algún texto inédito que deseara dar a conocer.

La novela de mi maestro trataba de Erasmo de Roterdam y el poeta alemán Ulric de Hutten y del encuentro que ambos tuvieron en Bruselas cuando ya Erasmo era un viejo desencantado, acostumbrado a la buena vida y Ulric estaba a punto de morir del mal francés como se le llamaba entonces a la sífilis, estaba escrita en primera persona y la narradora era una castellana que luego de pertenecer a la secta de los iluminados se había sumado a la revolución protestante en el sacro imperio germánico y allí había conocido al poeta.


Marcial Gala nació en la Habana, Cuba, en 1965. Novelista y poeta. Es uno de los narradores más importantes en el panorama literario actual. Reside actualmente en Argentina. Entre sus obras más destacadas en prosa y poesía se encuentran las siguientes:

Enemigo de los ángeles (1995)

El Juego que no cesa (1996)

Dios y los locos (2000)

El hechizado (2000)

Sentada en su verde limón (2004)

Moneda de a Centavo (2009)

Es muy temprano (2010)

La catedral de los negros (2012)

Monasterio (2013)

Escuchando a Miriam H (2015)

Llámenme Casandra (2019)

Rocanrol (2019)