Manuel Alberto Garcia



Noche ( Fragmento)


1- SONRISA

Sonrisa despertó sobresaltado. Su corazón era uno de esos pajaritos trémulos que revolotean en el interior de su jaula, tratando de escapar de sus cárceles: la de los barrotes y la del susto de su diminuto corazón de pájaro privado de la libertad.

Sonrisa era una sonrisa muy especial; una de esas famosas sonrisas de oreja a oreja, una sonrisa tan agradable como pararse debajo de una nube gris en medio del abrasador desierto. Sonrisa era más luz que salto, más camino que prisa, más frescor de ciprés que sauce llorón. En fin, para aquellos que todavía necesitan más descripción: Sonrisa era el beso mañanero de una mamá.

Su sobresalto obedecía a un sueño, más bien una pesadilla, que lo atormentó toda la noche. En ella, quiero decir, en la pesadilla, Sonrisa corría desaforado sobre la tabla superior de una enorme mesa de cocina, perseguido por los furiosos olores a pimienta negra y puré de tomate fermentado que emanaban de una descomunal marmita de bronce. En su carrera, iba dejando atrás los accidentes de la mesa: arañazos de cuchillos, lagos desbordados de salsa, vetas aterradoras de la madera, que lo obligaban a seguir su ruta en zig-zag por la horizontalidad del barniz arruinado en la humedad de los trajines hogareños.

Lo peor de todo era que no podía detenerse, aunque sabía que era absurdo correr de los olores. Además, a cada paso que daba delante de su pesadilla, sentía cómo sus medias a rayas resbalaban piernas abajo, cada vez un poquitico más. Angustiado, Sonrisa se preguntaba qué pasaría cuando las medias ya hubieran terminado de resbalar por el tramo de las piernas y el borde llegara a los tobillos. ¿Tropezaría consigo mismo y caería al piso? ¿Su torpeza haría que lo alcanzaran Pimienta Negra y Tomate Agraz?

Un segundo después se dio cuenta de que ya no era importante la carrera, porque había logrado descubrir que estaba soñando con sus más encarnizados enemigos, Pimienta Negra y Tomate Agraz, los eternos cómplices de fechorías de Noche Lóbrega, la magnate terrorista que trataba de imponer su hegemonía sobre los habitantes de Candidez, el país de los inocentes y tiernos personajes de esta historia para niños buenos. Candidez estaba en estado de guerra y sus soldados custodiaban día y noche, noche y día, pero sobre todo de noche, un tesoro que era el alma de la nación: la alegría.

Sonrisa despertó sobresaltado. Su corazón era uno de esos pajaritos trémulos revoloteando en el interior de su jaula, pero ya sabía que en su diminuto corazón de pajarito hallaría el valor suficiente para enfrentar a sus pesadillas.

2- NOCHE

Al principio, Noche Lóbrega era sólo una manchita, un minúsculo borroncito de tinta, o de hollín, o incluso de café derramado sobre una blanquísima sábana. Nadie lo sabe excepto yo, pero hasta a mí me aterra hablar de los inicios de este forajido. Nadie se preocupó de la limpieza aquella mañana, todos andaban de corre-corre, tremendamente atareados en los trajines de llegar temprano a la escuela o al trabajo.

Fue así como, al no preocuparse nadie por mantener la higiene, la diminuta manchita oscura tuvo todo el día para engordar. Y junto con ella, que crecía en tamaño minuto a minuto, crecía también su ira al verse tan abandonada, tan olvidada por todos. Dentro de su corazón de hollín se introdujo en un santiamén el ansia de hacer el mal, y ya se sabe que este es un sentimiento muy difícil de extirpar. Noche Lóbrega tuvo todo el tiempo del mundo para fraguar un malvado plan contra aquellos que no le habían hecho el caso que ella, la magnífica y más oscura de las manchas, merecía.

Realmente, cuando me enteré del plan, moví incrédulo la cabeza de un lado para otro, tan descabellado me parecía. Noche Lóbrega ambicionaba que sobre Candidez, sobre toda la nación: prados y montañas, ríos y arroyuelos, llanuras y bosques, ciudades y aldeas, se impusiera la más absoluta y eterna oscuridad, sin que fuera posible descorrerla con nada: luces incandescentes y fluorescentes, bombillos ahorradores y linternas, fogatas de campismo y antorchas de explorar.

Me equivoqué con ella. Pensé que haría un movimiento apresurado y en su prisa, resbalaría y se haría añicos su plan. Pero nada de eso. Fue taimada, fría y calculadora. Supo que para triunfar contra los buenos tendría que usar la inteligencia y acudir a los más seguros inventos para alcanzar sus fines: dividir a los unidos y traicionar a los amigos.

Y así fue. Se arrinconó en su mudez. Alevosamente, pasó desapercibida, buscando con mucho cuidado cómplices que estuvieran tan resentidos como ella contra los demás, y una noche oscura (claro, por eso se llamaba Noche Lóbrega), se encontró a dos almas gemelas en maldad y descontento. Pimienta Negra era una pizca de pimienta tan amargada, que ni ella misma se soportaba y estornudaba constantemente, con una crisis perenne de alergia a sí misma. Tenía el cuerpo lleno de ronchas rojas y la nariz como un pimiento morrón, de esos que algunas abuelitas a veces asan para satisfacer los caprichos culinarios de sus familiares. Tomate Agraz no, él tenía el cuerpo como un verdadero tomate, pero en lugar de tener las carnes duras y jugosas; era blando, fofo como una de esas esponjas enfermas de resfriado, por haber estado muchas horas sumergidas en agua con detergente viejo. Y no vamos a hablar de los olores de Tomate Agraz. ¡Por Dios, qué horror! Parecía una emanación de aguas albañales y fosa séptica destapada.

El lema de Pimienta Negra era “El mundo es un asco”, en tanto Tomate Agraz usaba uno realmente novedoso “La humanidad es un calcetín de borracho”.

Entre los tres armaron aquel plan contra Candidez. En un inicio, todo muy inocente, casi ingenuo: acumular todo el hollín, los desechos sólidos, las emanaciones de gas carbónico a la atmósfera, las lluvias ácidas, los restos de las producciones fabriles, en fin, todo lo que pudiera oscurecer el cielo. Claro, paralelamente argumentaron que estaban preocupados con el cambio climático y la irresponsabilidad de los gobiernos que vertían sus desechos directamente a los ríos y al mar, y que ellos crearían una gran empresa planetaria para reciclar aquellos detritus del desarrollo humano y contribuir con el trabajo de reuso que la madre naturaleza ya no lograba desempeñar por sí misma. ¡Sinvergüenzas! ¡Qué manera de engañar a todos! Recorrieron el planeta y los incautos de todos los países les creyeron, o sencillamente vieron una manera fácil y económica de librarse del quebradero de cabeza que constituye la eliminación de los desechos.

En Hielolandia, muy al norte, compraron grandes cantidades de negro de humo, que como se sabe mancha el hielo y lo derrite con facilidad. En Desertiespacio, situado a mitad del globo, adquirieron a precios irrisorios millones de toneles de agua pesada. En Lagogrande prácticamente les regalaron las mareas rojas, que nunca dejan de crecer por los fertilizantes provocadores del crecimiento desmesurado del fitoplancton y las algas de los mares. De Lomaverde se llevaron todo el humo que asfixiaba a las famosas montañas del país; y así en todas partes, procediendo con sin igual doble moral llegaban, convencían, nadie averiguaba qué había detrás de estos tres desalmados personajes; y al final los almacenes en Languidez, país situado entre Pureza y Candidez, rebosaban de malos olores, matices oscuros y malas intenciones.

El plan se prolongó a lo largo de años. Cuando algún intruso sospechaba de alguna cosa extraña, los tres malvados tenían dos formas muy simples de arreglar el asunto: lo compraban o lo secuestraban, y el pobre infeliz se veía obligado a trabajar como esclavo en las fincas de enriquecimiento del uranio o en las industrias belicistas, las que mayores cantidades de humo y calor arrojaban a la atmósfera, con el consiguiente aumento del nivel de calentamiento global.

Así las cosas, llegó el momento en que Noche Lóbrega, Pimienta Negra y Tomate Agraz creyeron que todo estaba listo para imponer la hegemonía de la oscuridad en el planeta, y para ello era imprescindible comenzar por llevar la penumbra total a Candidez, el país limítrofe al sur y al oeste de Languidez.

3- ¡CATAPLÚN!

Así de brusco sonó el asombro de los habitantes de Candidez. A las seis de la mañana los serenos, que son esas personas encargadas de levantarnos, después de velar toda la noche el sueño de los ciudadanos, notaron que por el este se extendía el sol muy despaciosamente, como si el astro rey tuviera pereza en regalar sus rayos a las lánguidas colinas, valles hirsutos y honestos prados de las fronteras del país. Extrañados, lo comentaron entre ellos, pero después de una larga noche de guardia estaban tan agotados que no le dieron importancia y se fueron a dormir.

Sólo uno, Búho Torniquete, al llegar a su casa en la calle Nostalgia, lo comentó con dos de sus vecinos, que madrugadores, ya se asomaban a las ventanas de sus casas: Zunzún Ps-Ps… y Abeja ¡Frú!:

―¡Buenos días, muchachos! ¡Pues sí que madrugaron ustedes hoy!

―¡Buen día, amigo Búho Torniquete! ¿Cómo vas de tus dolores de cervical hoy? ―Y Abeja ¡Frú! sonrió cordial.

―Pues aquí vamos, Sra. ¡Frú!, ni bien ni mal. De tanto torcer el cuello de aquí para allá y de arriba para abajo, vigilando mi sector de la frontera, he adquirido esta deformación, pero ya me acostumbré.

―Debiera usted ir al médico de la familia, Sr. Búho. Esas deformaciones son muy dolorosas cuando entras en crisis y siempre molestan―. Zunzún Ps-Ps… es tan rápido en sus movimientos que Buho Torniquete decide mantener la cabeza inmóvil, mirando al frente, para no empeorar su dolor de cervical.

―Pero lo peor de todo, amigos, es que anoche me torcí la columna vertebral. Creo que tengo una hernia discal. Dice Sapo Matraca que para eso es bueno tomar metocarbamol e ibuprofeno.

La abeja ¡Frú! se llevó las manos a la cabeza, en tanto sus ojos se salían de sus órbitas. Escandalizada, gritó tan alto que Zun-zún Ps-Ps… se apartó de ella rápido como una saeta:

―¡Búho Torniquete! ¡Debieras avergonzarte! ¿Cómo vas a tomar medicamentos sin consultar a un médico? ―El búho bajó la cabeza avergonzado, en tanto la abeja revoloteaba zumbando a su alrededor. ―Consulta a un especialista, muchacho, para que resuelvas el asunto de verdad…, apúrate, antes de que salga completamente el sol y se arme una cola enorme en el Consultorio Médico de la esquina.

Y nada más mencionar la palabra sol, los tres amigos se volvieron al este y olvidaron el problema de los dolores de columna de Búho Torniquete. Ya el sol estaba alto sobre el horizonte, pero su luz estaba opacada, disminuida y atenuada por una enorme mancha negra que se extendía de extremo a extremo del cielo, una nube tan oscura, que ante ella la luz del día retrocedía amedrentada. Al unísono, Búho Torniquete, Abeja ¡Frú! y Zun-zún Ps-Ps… dijeron:

―Esto es grave. Hay que avisar al pueblo y convocar la Asamblea General de Ciudadanos Decentes.― Y al mismo tiempo, el búho, despacito por su dolor, pero la abeja y el zun-zún a velocidad supersónica, salieron a llamar de puerta en puerta a los habitantes de Candidez.

4. ELECCIÓN DE UN MARISCAL

La plaza de la ciudad resultaba pequeña para contener tantos ciudadanos, aun cuando, dada la premura de la situación, sólo se pudo citar a los habitantes de la capital. Es verdad que en Ciudad Candidez residía el 85 porciento de la población, pero en el resto del país vivían personas muy importantes, cuya opinión era digna de tomar en cuenta. Estos personajes preferían, desde siempre, sustraerse a las prisas a que te obliga la vida en las grandes ciudades. En cambio, defendían a muerte el privilegio de vivir en aldeas, como los grandes que optan por extraer el verdadero jugo de la vida. Entre ellos sobresalían dos magnas personalidades: Grillo Punto y Coma, verdadero genio de la música, que a pesar de ser cojo de una pata componía unas grillifonías exquisitas, donde lograba combinar magistralmente crujidos, traquidos y rechinamientos; y Calamar-8-Ink, eminentísimo escritor, laureado con el sello de escritura subacuática y que en el fondo de su estanque-mansión era capaz de escribir ocho libros al mismo tiempo, uno por cada tentáculo, ¡y de diferentes géneros: ciencia ficción, suspenso, drama social, aventuras, policíaco, fantasía al estilo créetelo-si-puedes, ensayo histórico y hasta literatura infanto-juvenil!

No obstante estas lamentables ausencias, a las 10.30 de la mañana subió al estrado, con semblante serio y ojos preocupados, Lengua Bla. Lengua Bla era una lengua enorme que gozaba de gran reputación entre todos, porque cada vez que hablaba iba directo al grano y siempre decía cosas inteligentes. Contrario a lo que se podría pensar al verla y escuchar su nombre, Lengua Bla no se pasaba el día hablando, porque conocía la importancia del silencio y se guiaba por aquel viejo proverbio: “Dios nos dio una lengua y dos orejas, en señal de que se debe escuchar el doble de lo que se habla.”

Una vez que hubo escalado el estrado y ante la expectativa de sus conciudadanos, Lengua Bla resumió las noticias que desde diferentes lugares llegaban a la capital. La oscuridad se extendía paulatinamente, avanzando despacio, pero incesante. Cuando ocupaba un área específica, dentro de ella se escuchaban diferentes sonidos, todos terroríficos: aleteos de murciélagos, maullidos de felinos enfurecidos, chillidos de ratones, en fin, ecos de animales que prefieren vivir en la oscuridad. Y del olor ni hablar. Resultaba muy difícil respirar el hollín de que estaba impregnado el aire, realmente escaso de oxígeno.

Tras la oscuridad se presentaban los cambios. Las primeras horas las plantas lograban sobrevivir con las reservas de luz de las lámparas recargables, pero cuando se agotaban las baterías por el uso continuado, entonces se apoderaba de ellas una intensa tristeza, evidentemente artificial y creada con el fin de aplastarlas sicológicamente, y se ponían mustias. La situación se volvía aún más crítica en la medida en que pasaba el tiempo. Ocurrían las famosas “horas especiales.”

Otro cambio era el clima. Al no llegar a tierra los rayos del sol, el frío invadía los campos y de las protuberancias que se formaban se escurrían al suelo, atraídos por la ley de la gravedad, decenas de carámbanos de hielo, de los que goteaba un agua fétida y oscura.

En fin, una situación insoportable.

Tras el informe de Lengua Bla, el silencio fue tan intenso que los oídos chirriaron. Nadie lo pudo resistir y como reacción lógica, todos comenzaron a hablar desordenadamente y varios tonos por encima de lo normal.

Desanimada y visiblemente impotente, Lengua Bla levantó de nuevo la punta de su apéndice, llamando la atención.

―Amigos, tal como yo lo veo, sólo nos queda una opción. ¡Hacer la guerra! Es triste decirlo, pero tenemos que defender nuestra patria, Candidez, de esta oscura invasión. Es por eso que propongo elegir a uno entre nosotros, por primera vez en nuestra ya larga historia, como Mariscal, y que él convoque a la formación de los ejércitos de aire, mar y tierra…

La propuesta provocó resonancias tan estruendosas como un estornudo en medio de una función de ballet. ¡Hacer la guerra! ¡Romper la tradición pacifista de más de mil años! ¡¡Armar un ejército!! ¡¡¡Violencia!!! ¿Qué significaba aquello? Sin embargo, Lengua Bla era muy sabia y sus consejos siempre habían sido los correctos.

Paulatinamente, todos entendieron que habían cambiado sus vidas y que ahora el destino los colocaba en una posición nueva. Era preciso, por amor a Candidez, abandonar las dulzuras del hogar y la vida cómoda, y entrenarse como soldados para una guerra cruenta y quizás muy larga.

Con mucho cansancio, Lengua Bla terminó así su propuesta:

―En Candidez tenemos un arma tremenda, que nuestros enemigos nunca podrán dominar: la alegría. Ella es la que nos ha hecho un pueblo grande y bueno. Resulta horroroso convertir nuestra alegría en un instrumento de destrucción masiva, pero nuestros enemigos son muy fuertes.― Hizo una pausa y desde la altura del estrado contempló al pueblo reunido.― Por otra parte, de todos nosotros el más alegre, jovial y optimista siempre ha sido Sonrisa, y él debe ser nuestro Mariscal…

Una gigantesca ovación resonó a las últimas palabras de Lengua Bla. ¡Nadie mejor que Sonrisa! Si se trataba de hacer la guerra, era mejor hacerla con la sonrisa en los labios. Quizás así la lucha sería más corta y menos cruenta la batalla.

Y así, por obra de una invasión de la oscuridad, el sonriente Sonrisa se vio convertido, de la noche a la mañana, en Mariscal de Candidez.

5. DISPOSICIONES

En la amplia sala de reuniones de la alcaldía de Ciudad Candidez estaban reunidos los personajes más importantes del país, a saber: Miga Ancha, principal productor de alimentos; Pedro Glu-glu, director nacional de Aguas Limpias; el capitán Alas Secas, jefe de la línea aérea Vueloscándidos S.A.; el señor Cambioyfuera, jefe de comunicaciones; Cementocabillayarena, presidente de las Construcciones Consolidadas; y claro, doña Lengua Bla.

Comenzó a redoblar un tambor y la guardia de honor entró a la sala conduciendo la bandera, un triángulo azul celeste con un grano de trigo dorado bordado en el centro. Tras ellos hizo su entrada Sonrisa, ataviado con un traje de gala de muchos colores vivos: rojo carmín, azul victoria, amarillo pollito, verde esmeralda… En las manos traía el bastón de mando de los mariscales y si bien la boca sonreía, los ojos estaban más serios que una tusa seca de maíz.

El tambor dejó de redoblar y Sonrisa ocupó su puesto en el centro de la larga mesa de reuniones. Se sonó estrepitosamente la nariz con un pañuelo color naranja, y tras un ¡ejem! para limpiarse la garganta, comenzó a hablar:

―Colegas, no crean que porque tengamos este asunto entre manos voy a cambiar. Siempre he sido un tipo chévere y amante de codearme con el pueblo, y lo voy a seguir siendo. Hay muchos que creen que cuando a uno lo ascienden o condecoran hay que ponerse muy serio y de eso, ¡ni hablar!

Hizo una pausa y les guiñó un ojo a sus oyentes. Estos sintieron cómo disminuía la tensión reinante en la habitación y se relajaron en sus sillas. Entonces Sonrisa retomó la palabra:

―La situación ya está clara. Están organizados nuestros ejércitos de aire, mar y tierra y es hora de comenzar las acciones militares. Por lo tanto, he decidido tomar estas medidas. Tome nota, doña Lengua Bla:

Primero: A la oscuridad se la combate con luz, por lo tanto ordeno construir a toda velocidad una hidroeléctrica en el río Los rápidos del valle.

Segundo: Al mal olor se le combate con fragancias y debe construirse a toda prisa una fábrica de perfumes y aromatizantes, y repartírselo libremente a la población.

Tercero: Nada de violencia. Nada de respuestas armadas. Nunca me perdonaría el derramamiento de sangre. En su lugar es preferible el diálogo civilizado. La respuesta armada sólo se usará cuando no quede ningún otro recurso y la situación ya sea desesperada.

Cuarto: Y esta es la disposición más importante: comenzar a trabajar en las áreas verdes. Sembrar árboles por doquier. Aplicarle a la tierra los beneficiosos que ella se merece, pues a fin de cuentas lleva miles de años manteniendo vivas las especies del planeta. Complementariamente a esta medida, es importante que todos entendamos nuestra cuota de responsabilidad y nuestra parte de culpa. Si hubiéramos sido más higiénicos, si no hubiéramos dejado para después una pequeña mancha, esto no hubiera sucedido. Además, no hay que olvidar que el móvil de todo este sucio asunto fue la desatención. Tenemos que aprender a ser mejores seres humanos, darle a todos la deferencia que se merecen, aún si sean una pequeña e insignificante manchita de hollín.

Con el fin de su discurso, Sonrisa se levantó de la mesa y se marchó al jardín, donde comenzó a cavar los huecos necesarios para sembrar cientos de posturas de árboles. Tras él, maravillados por su proceder, lo seguían los ciudadanos de Candidez, que trabajaban a gusto viendo trabajar a sus jefes.

Manuel Alberto García Alonso Trinidad, Cuba, 1964

Ha publicado los poemarios: Evocaciones y erotemas, Editorial Luminaria, Sancti Spíritus, 1992; Filiales

del alma, Ediciones ARTex, Trinidad, 1999; Nulla rosa est, Editorial Luminaria, Sancti Spíritus, 2000;

Donde aniden mis mareas, Ediciones Vitral, Pinar del Río, 2006; Cuban Heart, Blackberry Editions, Maine,

USA, 2006; y la obra de teatro Monólogo por un mechón de pelos, Suplemento Cultural Vitrales, Sancti

Spíritus, 1992. Aparece además en las antologías poéticas: Poesía espirituana, Editorial Luminaria, Sancti

Spíritus, 1994; Un canto de mis ojos nace, Editorial Luminaria, Sancti Spíritus, 2007; y Trinidad de Cuba.

Ciudad que me habita, Ediciones Luminaria, 2014 y Como el musgo en la tarde, Ediciones SurcoSur, Tampa, 2019.